Lozoya y Robles: Sin prisa pero sin pausa

Miguel Ángel Ferrer / Economía y política
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Entre las múltiples razones del arrollador triunfo de López Obrador, quizá la de mayor peso fue el hartazgo en vastos sectores sociales con la desmedida corrupción de los gobiernos neoliberales. Una desaforada corrupción que tomó la forma de apropiación privada de los bienes públicos. Con el agravante de que los vendedores eran al mismo tiempo los compradores y, consecuentemente, los nuevos dueños. 

Es cierto que la gigantesca corrupción neoliberal pripanista implicó también ligas y complicidades con las formas más aterradoras de la delincuencia organizada: narcotráfico, contrabando, trata de personas, prostitución infantil, despojo, secuestro, extorsiones, desaparición forzada, asesinatos masivos, fraudes bancarios, apropiación de los fondos de pensiones, tráfico de influencias y muchas modalidades más del crimen institucionalizado.

La ligadura, el pegamento de todas estas formas de ese inmenso e ilegal enriquecimiento fue, durante 40 años, el permiso presidencial para delinquir. Con la bendición presidencial el delito era rentable y de mínimo riesgo. Fue el caso, entre muchas otras formas de latrocinio, del huachicoleo, la condonación de impuestos y la Estafa maestra.

Pero con la llegada de López Obrador a Palacio Nacional ese permiso para delinquir llegó a su fin. Y el nuevo gobierno empezó la persecución legal de estas formas de enriquecimiento criminal. Y aunque pueda parecer poco, ya están en la cárcel dos practicantes y beneficiarios de este tipo de delitos: Juan Collado y Gilda Austin. Y no tardarán en ser llevados ante la justicia el prófugo Emilio Lozoya Austin y la exluchadora social Rosario Robles Berlanga. Y esto es apenas el principio. Y aunque pueda parecer poco, es bueno recordar que, como reza el aforismo italiano, “Chi va piano va lontano”: el que va despacio llega lejos.

La relativa lentitud en llevar ante la ley a estos y a otros connotados delincuentes se explica por la actuación perversa de los órganos de justicia, recinto, baluarte y trinchera de la ideología, la práctica y la corrupción neoliberales. En estas corrompidas instituciones se aloja buena parte de la resistencia al avance de la cuarta transformación.

Argucias legales, burocratismo, odio clasista contra López Obrador y obvia complicidad con los criminales entorpecen y retrasan la aplicación de la ley. Pero por ahora la obturación de la justicia no será tan fácil en los casos de Lozoya Austin y Robles Berlanga. Estos dos depredadores sociales dejaron muchas huellas. Es cosa de seguirlas. Sin prisa pero sin pausa.



Contra AMLO, disparos sin pólvora

Miguel Ángel Ferrer / Economía y política
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Por más esfuerzos que se hagan para encontrar en los medios de comunicación datos duros que prefiguren una próxima crisis económica en México, la tarea resulta infructuosa. Los únicos datos presentes en ese sentido son opiniones, impresiones y especulaciones provenientes de personas y entidades de notoria filiación neoliberal.

Los datos duros, en cambio, brillan por su ausencia. La inflación está contenida y se mantiene estable el tipo de cambio. Y lo mismo puede afirmarse del desempleo que, alto o bajo, se encuentra en sus niveles históricos.

La recaudación fiscal es alta y creciente sin que haya habido necesidad de crear nuevos impuestos o de incrementar los existentes. Y desde el inicio del nuevo gobierno no ha habido nuevos aumentos en los precios de las gasolinas. Y, como le consta a cualquier ciudadano, incluso han bajado las tarifas eléctricas.

Esta relativa bonanza fiscal es fruto de una mejor administración de los recursos públicos y de los inmensos ahorros como resultado de la disminución del robo de los bienes propiedad de la nación.

¿Compras de pánico? ¿Escasez de productos de primera necesidad? ¿Desabasto en los mercados populares o en los grandes centros comerciales? ¿Acaparamiento de alimentos en previsión de futuras escaseces? ¿Colas?

¿Alguien ha notado síntomas de la temida fuga de capitales, rasgo esencial de pretéritas crisis económicas? ¿Escasez de crédito? ¡Al contrario!: ofertas de préstamos por doquier. ¿Caída en el mercado inmobiliario? Más bien a la inversa: un boom en la construcción de nuevas viviendas, oficinas y naves industriales.

La inversión extranjera no ha caído ni hay datos que prefiguren una futura contracción. Los organismos financieros internacionales mantienen sus programas y ofrecimientos de asistencia crediticia. Y bancos y grandes empresas nacionales y trasnacionales incluso alardean de sus multimillonarias utilidades en cada cierre de ejercicio. 

¿Dónde están las señales de un mal manejo de la economía por cuenta del gobierno del presidente López Obrador? Por lo que se ve sólo en las mentes calenturientas de los voceros del antiobradorismo.

Es cierto que esos voceros son influyentes en la opinión pública. Y también es verdad que suman millones las personas que piensan como ellos. Pero las opiniones y especulaciones sin bases reales son fuegos fatuos, disparos sin pólvora. Esas posturas van en un sentido y la realidad económica va por otro.



Señales económicas positivas

Miguel Ángel Ferrer / Economía y política
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Durante décadas las crisis económicas en México se han materializado en una abrupta devaluación del peso, es decir, en un súbito y significativo encarecimiento del dólar estadunidense. Este proceso, desde luego, fue precedido por un periodo más o menos prolongado de inflación interna. De modo que la conclusión es clara: una inflación sostenida conduce indefectiblemente a una devaluación.

Que la devaluación monetaria sea abrupta o súbita no significa que sea inesperada. Los agentes económicos (consumidores, comerciantes, industriales, banqueros) la ven venir mucho antes de que se haga presente. Por eso muchos bienes empiezan a tasarse en dólares: casas, automóviles, maquinaria, terrenos). Y lo mismo pasa con la contratación de deudas: se pactan en dólares o euros. En previsión de una devaluación el prestamista se cubre de posibles pérdidas: presta en dólares y cobrará en dólares.

Hasta ahora y luego de más de un año del triunfo electoral de López Obrador, y pasados siete meses del inicio del nuevo gobierno, la economía mexicana no muestra señales de una posible crisis porque no existe la doble condición de su estallido: el binomio inflación-devaluación.

Y tampoco existen otros rasgos anunciadores de una crisis económica: ni en la producción ni en el consumo hay señales de caída. Tampoco las hay en rubros como la inversión extranjera, el ingreso de remesas y la contratación de créditos.

Pero hay otros signos que revelan estabilidad y firmeza de la economía mexicana. No se observa un mayor deterioro de los salarios. Y, adicionalmente, ya hay señales de una notoria mejoría en la distribución del ingreso. 

A este evidente fenómeno económico y social han contribuido tanto el aumento del salario mínimo como la ampliación de las asignaciones monetarias directas a jóvenes, ancianos, madres solteras y otros grupos vulnerables.

Por lo que toca a la salud de la hacienda pública es bien conocido el incremento sostenido de la recaudación fiscal, lo que provee al Estado de recursos propios crecientes y seguros.

Esta bonanza fiscal y la evidente caída en la sustracción ilegal de recursos públicos han dotado al gobierno federal de una mayor fortaleza financiera que inhibe el endeudamiento público, lo que hace innecesario acudir a la emisión primaria, es decir, a la fábrica de billetes que es la causa eficiente de la inflación monetaria, fuente y origen de las crisis económicas, hoy por hoy ausentes en el horizonte económico mexicano.

 

 

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