Trump en la ONU: Risas, frustraciones y amenazas

Fernando Dorado / Arañando el cielo y arando la tierra
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El discurso de Donald Trump ante la 73 Asamblea  General de la ONU es la constatación de la crisis política de la globalización neoliberal y la decadencia del imperio estadunidense. Pero también, del caos económico y político que vive el planeta.

Es el primer presidente de USA que reta el poder de la burguesía financiera global. Trump los llama “globalistas” porque no puede (o no logra) identificar a sus enemigos, que interna y políticamente son los Obama-Clinton pero que, en verdad, son todos los capitalistas que deslocalizaron las industrias y las manufacturas buscando obtener en los países de la periferia los rendimientos que no pueden obtener en las antiguas metrópolis híper-desarrolladas.

Por ello, Trump dispara su frustración contra Europa (Alemania), Rusia, China, Irán y… también lanza “fuegos artificiales” contra Venezuela para darles contentillo a sus aliados republicanos que son profundamente anticubanos y “antisocialistas”.

Ese discurso desnuda el desconcierto que viven actualmente las clases dominantes de las potencias imperiales. La élite financiera no se explica cómo, por qué y en qué momento aparecieron en su interior los sectores políticos –como el de Trump y los del Brexit– que aprovechando la inconformidad de los trabajadores y de otros sectores sociales afectados por la globalización neoliberal, se apoderaron de sus gobiernos para destruir su orden global.

En su delirio “nacionalista” Trump quiere hacer creer que su gobierno en dos (2) años ha logrado lo que ningún presidente de Estados Unidos consiguió en toda su historia. El público que representa a los gobiernos de todo el mundo se burló del optimismo del gobernante estadunidense que pareció sorprendido por la reacción histriónica de los delegados.

Pero esa risa bien pudiera ser la de todo el planeta. Todo el mundo debe estar sorprendido de que el primer mandatario de la nación más poderosa del mundo, ridiculice y desconozca a las instituciones internacionales creadas por las grandes potencias después de la II Guerra Mundial como la Organización de las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y demás. 

Trump mencionó –tal vez en forma inconsciente– a los pocos países que le quedan como aliados seguros o aquellos que todavía necesitan su respaldo como Arabia Saudita, Israel, Polonia, Corea del Sur, India y Colombia, mostrando que efectivamente ya no considera a Europa o a Japón como sus amigos cercanos y confiables.

El ataque de Trump está dirigido contra los potentados transnacionales que desmantelaron sus empresas y las trasladaron a China o a otros países periféricos. Ellos también van a ser afectados por las políticas “nacionalistas” de Trump, que usa los aranceles para forzar negociaciones en la OMC o de carácter bilateral. Lo que ocurre es que Trump no los puede llamar por su nombre y por ello los llama chinos, mexicanos, hindúes o paquistaníes.

Por eso es que los “globalistas” encabezados por los dueños del complejo industrial-militar de Estados Unidos, los monopolios informáticos de la red global de internet y los poderosos medios de comunicación de “occidente”, quieren derrocar a Trump y lo acusan de ser aliado de Vladimir Putin. Es todo un entramado difícil de entender con las premisas geopolíticas del siglo XX.

El discurso de Trump es histórico porque confirma que la guerra comercial y monetaria que estamos presenciando va en serio y va para largo, y que la globalización neoliberal que el mundo vive desde 1973 ha entrado en una fase crítica y caótica que va a generar nuevas formas de “neo” y “proto-fascismos” que pueden conducir al planeta a conflictos de mayor calado, incluyendo guerras de un carácter e impacto nunca visto.

Trump con su discurso confirma una vez más la necesidad que tienen los pueblos y los trabajadores de todos los países de construir “otras miradas” para no tener que alinearse y/o defender a los “fascismos nacionalistas” o a los “fascismos globalistas”. En gran medida, en muchos de nuestros países latinoamericanos ya está ocurriendo ese fenómeno de tener que escoger entre lo “malo” y lo “peor”. Entre las viejas derechas “compradoras” y entreguistas, y las “nuevas” derechas nacionalistas y antiglobalistas.

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