El hermano Marcos Leonel Posadas

Leopoldo Santos Ramírez / La Jornada
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El penúltimo día de 2020 murió Marcos Leonel Posadas, exsecretario general de la Juventud Comunista, filial del extinto Partido Comunista Mexicano. Una primera versión sobre la causa de su fallecimiento se atribuyó al covid-19, pero su hermano Florencio me comentó que una junta de médicos difería de ese diagnóstico y la ubicaba en otras complicaciones.

Mi primer acercamiento con Leonel fue en la célula 26 de Julio, integrada por estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNAM. En la segunda mitad de la década de los 60 un grupo de jóvenes fuimos reclutados por algunos de los cuadros ya formados que estaban por terminar la carrera. En esa generación destacaban Cecilia Soto Blanco, José Barragán, Arturo Zama, Manuel Ovilla Mandujano y Rubén Valdespino. En alguna de las reuniones de la célula se presentó Marcos Leonel. De mediana estatura, fornido, de movimientos pausados. De joven, sus ojos medio saltones tenían un aire parecido a los de Diego Rivera. Su voz grave, sin impostaciones, era escuchada con respeto por los camaradas acostumbrados a la grilla sesentera de la Facultad, donde confluían los principales grupos priistas, los porros y la derecha católica, a través del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, el Muro.

A pesar de su edad, que rebasaba al promedio de los jóvenes comunistas, el liderazgo de Marcos Leonel fue indiscutible. Fungía como hermano mayor explicando la política del Estado y la estrategia en la que el partido fincaba su esfuerzo para expandir su influencia hacia la clase trabajadora y al sector universitario en el cual estábamos inmersos. Leonel perteneció al equipo del Comité Central del partido que componían Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta, Valentín Campa, J. Encarnación Pérez, Eduardo Montes, Edmundo Jardón y Gilberto Rincón Gallardo.

Lo que distinguía a este joven político extraído desde la clase obrera, electricista y obrero en Pemex, era la transparencia de su discurso, y al escucharlo se adivinaba que no se estaba luciendo, ni iba a pedir esfuerzos de sus escuchas para encumbrarse en alguna de las posiciones de la burocracia. Al contrario, planteaba su narrativa como una manera de liberar al pensamiento y darle a la existencia humana una causa trascendental en la destrucción del capitalismo y en la construcción de otro orden.

Merced a su esfuerzo, meses antes del movimiento del 68, la estructura de la Juventud Comunista abarcaba no pocas escuelas y facultades de la UNAM y el IPN; además, fuera del Distrito Federal su organización se extendía a varias universidades en la república, espacios donde los estudiantes mantuvieron luchas por la transformación democrática de la educación en las universidades.

Desde la década de los 60, la dirección del PCM acusó los primeros desacuerdos con la política del Partido Comunista de la Unión Soviética y en la década siguiente entraron al debate en torno a algunas de las tesis que habían pasado mecánicamente de ese partido a la mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos; entre otras, la concepción de la dictadura del proletariado, lo cual atrajo un conflicto teórico y político entre militantes. Se trató de un debate serio, y de un real desprendimiento de la tutela hegemónica que la URSS mantenía sobre partidos y movimientos de izquierda en América Latina, no sin resistencia de quienes creían encarnar los principios inmutables del movimiento comunista. Las etiquetas de dinos (dinosaurios) y renos (renovadores) para identificar a quienes se situaban a uno y otro lado, resultaron un eufemismo, pues ocultaban las verdaderas posiciones de unos y otros.

En ese tiempo, después del 68, la revista Oposición, órgano oficial del partido, incorporó temas ausentes en la literatura de los comunistas mexicanos. Mirando hacia el pasado, asombra la tenacidad de Marcos Leonel para conservarse en la primera línea de la lucha por las reivindicaciones populares. Previó con claridad que después de la gran recesión de 2008, la crítica al sistema capitalista tendería a retomar fuerza.

Así, en 2011 funda el Movimiento Comunista Mexicano y crea el semanario digital Tribuna Comunista, destinado a difundir las ideas y movimientos nacionales y extranjeros de las clases populares y al debate entre marxistas. En el número 416 del semanario se publicaron textos de militantes del PCM sobre el pie de “Por qué y cómo nos afiliamos al PCM”, dando lugar a una hornada de historias y testimonios de integrantes del partido en diferentes etapas, hecho enriquecedor de la historia aún viva, de los comunistas.

Fiel a su historia, Posadas perteneció a la estirpe de aquellos comunistas que no se rindieron y batallaron con las nuevas reglas y transformaciones que la globalización y el neoliberalismo impusieron. Cambiaron su táctica y creyeron que al fusionarse con otras organizaciones en la lucha electoral podrían acelerar cambios fundamentales en la vida política. Basta mirar en qué acabó el PRD y en qué podría acabar Morena para darse cuenta del error que significó desaparecer su propia organización.

Plantearse acabar con la apropiación privada de la riqueza creada socialmente implica reconocer que sólo se avanza mediante la prueba y el error, pero en la experiencia social cuenta la voluntad de los hombres y la disposición y sicología de las masas. Una de las últimas veces en que me encontré con Posadas fue después del ataque a la manifestación estudiantil por parte de los Halcones el 10 de junio de 1971. Me contactó Pablo Sandoval Ramírez para decirme que tanto él como Marcos Leonel necesitaban un lugar para dormir, pues no podían regresar a sus casas por el cerco de agentes de Gobernación. A la mañana siguiente, cuando se despidieron, sabía que los tiempos por venir serían especialmente difíciles.

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https://www.jornada.com.mx/2021/01/07/opinion/018a2pol

 

 

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