Que dos años no son nada

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Desde Benito Juárez y Francisco I. Madero, ningún presidente mexicano había sido tan perseguido y agraviado como AMLO, por opositores estentóreos. Y se dice estentóreos, porque en realidad son pocos pero muy alharaquientos. Véase además la pequeñez cuando uno de los llamados gobernadores “federalistas” Enrique Alfaro, aprovecha junto con el llamado cacique universitario Raúl Padilla, el acto presencial de la FIL, para lanzar sus improperios. Si se les agarra solos, son unos mansitos, unos cobarditos de a peso. Necesitan tener el apoyo de grupos para sentirse seguros. En los dos primeros casos de presidentes mencionados arriba, a uno lo hicieron huir por largo tiempo y al otro lo tuvieron que masacrar para lograr sus fines. Solo así el cobarde Victoriano Huerta pudo regodearse en la silla presidencial. Los otros, de ahora, como Gilberto Lozano, provocador de planta de un sector, tienen que utilizar un medio y quizá pagar por ello su declaración, para lanzar frases que tipifican delitos para él y el medio, pero que la tolerancia presidencial los salva. En cualquier parte del mundo ya estarían en prisión. No todo será un lecho de rosas, se escribió en esta columna después del triunfo de 2018. Y así ha sido.

La pandemia, el principal enemigo y las escaramuzas internas y lógicas

Esos que pensaron que la 4T iba a ser perfecta, son unos idealistas. No solo porque no tomaron en cuenta el monstruo al que había que enfrentar ni las vicisitudes internas con un chapulineo oportunista. Y lo más inesperado y terrible: el covid-19 ¿Cómo se hubiera desarrollado el régimen obradorista en estos dos años si no se hubiera atravesado el virus? Es una pregunta que muchos se han hecho. Pese a ello, los que creían en milagros exigen, gritan y amenazan con irse, si no les cumplen lo que esperaban de este gobierno. “No ha sido fácil encarar pandemia y conservadurismo”, declaró el presidente el 29 de noviembre. Y generoso no quiso incluir a los suyos, a los propios que votaron por él, en esos obstáculos. Los opositores reales no son enemigos, son intereses. Si Héctor Aguilar Camín estuviera recibiendo la ración que recibía de anteriores gobiernos, estaría feliz, regodeado con la 4T. Lo mismo sucede con los grandes capitales que varían sus conductas cuando el régimen les baja puntos. Les molesta, principalmente porque el presupuesto se diluye, que AMLO pague pensiones a sectores vulnerables y las adecue al momento. Les molestan las becas a los millones de desocupados que crearon ellos mismos como ejército de reserva, porque esas multitudes de desheredados ya estaban en su lista de pasivos. Les molesta el apoyo al sur, al indígena, la desaparición del desfogue corrupto en la mayoría de los fideicomisos y muchas ONG, que vivían de presupuesto sin aportar nada. Les molesta... et al, lo que no sirve a su intereses.

¿Qué hubiera dicho Lidia Jorge en la FIL, si viera al México que dejaron?

Escritora que reconoce que su inspiración es la realidad, ¿qué escribiría y que hubiera dicho en la FIL que la premió este año, si conociera el México que dejaron los que gobernaron el país? ¿Qué hubiera dicho si supiera que los que lanzaron críticas acerbas a este gobierno, son parte de los esquemas nacidos de aquellos gobiernos? Multimencionada en medios en su presentación digital, con una promoción que no ha tenido nunca un escritor mexicano, Lidia Jorge, importante escritora portuguesa que recibió el reconocimiento en Literatura de Lenguas Romances 2020 y 150 mil dólares (más de 3 millones de pesos) conquistó al público por sus aseveraciones sobre la realidad que asuela al mundo y que ha causado diferentes reacciones en la humanidad. En mensaje pacifista ante medios, llamó a no crear odios ni recelos ante el trato inhumano que han recibido millones de pobres en ese mundo y recordó su paso de muchos años, por Angola y Mozambique para declarar que África cambió su existencia. Inserta entre un realismo y un neorrealismo donde la realidad se impone al escritor, no sé, porque en este momento no la he leído y solo parto de lo que se ha escrito de ella, si plantea esa realidad, no solo como una reacción pacifica, sino como un cambio a fondo del rumbo de las sociedades que son miserables, porque han sido explotadas.

 

 

Bradbury, la quema de libros y el
virus mortal que oscurece el futuro

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Ray Bradbury fue un escritor que utilizó su gran sensibilidad para denunciar la destrucción de la inteligencia de muchas formas, en el siglo XX e hizo de la ficción en su libro Fahrenheit 451, el instrumento crítico para enfrentar el oscurantismo. Los libros ardían en su obra distópica, a 451 grados fahrenheit, equivalentes a los 232.8 grados centígrados, en los que se sostiene que el papel de los libros se inflama y arde. Es el mismo sistema que utilizaron los quemadores de libros en la historia en un afán de destruir conocimientos que no coincidan con ellos. ¿Cuántos libros han sido quemados a lo largo de esa historia, destruyendo con ello, aportes de gran valía que no han sido recuperados? Uno de esos hechos más destructivos e inhumanos fue el de la quema de los códices mayas en 1562 de parte del sacerdote Diego de Landa para eliminar según consta, herejías que atentaban contra el evangelio. La gran mayoría no fueron recuperados. Las enciclopedias dan una lista que se acerca a las treinta quemas, pero el mecanismo es infinito. Hay quienes sostienen que ante el hecho de que esas quemas servían en muchos casos para promover libros y autores, las quemas se empezaron a hacer en privado. Con tantos fanáticos, enfermos de creencias, inquisidores, dictaduras, odios personales, destierro de posturas de izquierda que afectaban intereses capitalistas, odio a lo que llamaban herejías contra las diversas religiones, la terrible destrucción de la inteligencia está presente en este mismo tiempo, en la etapa de la alta tecnología, cuando hay quienes utilizan el método de quemar libros, para tener visibilidad. Ese caso lo podemos recordar con las feministas que quemaron libros en la FIL de 2019, para “visibilizarse” y que “respetaran sus derechos”. El contrasentido.

El covid-19, destructor no solo de la vida; obstruye conocimientos

Con pesar, el mundo pensante advierte que habrá un retroceso en la educación y la cultura, por los cambios que se han impuesto como defensa contra el virus en los sistemas educativos; en todo el orbe. El oportuno avance de las redes ha paliado un poco el daño, pero hay cuestiones que no se pueden sustituir. Algunas quemas de libros mencionadas produjeron ese efecto en guerras, invasiones, pandemias, dictaduras. Las famosas quemas de libros de los nazis que se iniciaron desde 1930 y duraron hasta 1945, tuvieron su fecha emblemática el 10 de mayo de 1933, cuando se realizó la destrucción masiva de libros en la plaza central de Berlín. Escritores como Brecht, Del Paso, Hemingway, Gorki, Hoffman, Zweig, Remarque, Traven, entre centenares, fueron las víctimas a través de sus obras. Conocimientos de historia, ciencias, filosofía, literatura, et al, fueron desterrados de escuelas y universidades, en cuya quema participaron paradójicamente estudiantes y maestros. Masiva es la quema de Girolamo Savaranola a fines del siglo XV en su famosa Hoguera de las Vanidades. Se apuntan en esa lista de creadores de lo oscuro, Diocesano en 292, en Alejandría, el emperador Teodosio en 448 en su guerra contra los paganos, los mongoles que destruyeron la biblioteca de Bagdad en 1258, el cardenal Cisneros en Granada en épocas más recientes Y ya en el siglo pasado aparte de los horrores librescos de los nazis, están los que realizó Franco en España en 1936, la dictadura argentina en 1943 y después en 1976 cuando el general Menéndez quemó millón y medio de libros y Fulgencio Batista en Cuba en 1954. Y así el listado se agranda en épocas modernas con las quemas islámicas, la destrucción de libros “para destruir la filosofía” por supuestos pensadores y dictadores de otros países del mundo, en contra de la inteligencia. El covid-19 hasta el momento se queda corto en los informes que se dan, respecto a lo que reseñan las bibliotecas digitales de tal destrucción infame. Llamativo es en la lista, a propósito del aniversario de la muerte de John Lennon, la quema de sus discos de parte de los mochos religiosos de Estados Unidos cuando dijo que él era más famoso que Jesucristo.

Ray Bradbury ofrece una esperanza en su obra: La inteligencia se impone

Fahrenheit 451 (Editorial Minotauro. Ballantine Books, 1953), fue escrito en 1953 después de un largo proceso que en revistas y medios tuvo el gran autor de ciencia ficción estadunidense Ray Bradbury. Nacido en 1920 y fallecido en 2012, llenó toda una época con sus obras que rebasaron incluso la ficción en artículos, novelas y cuentos realistas. Miembro de una familia pobre no pudo ir a la universidad; era autodidacta y pese a lo cual llegó a los niveles máximos de la escritura. Otra de sus obras famosas es Crónicas marcianas escrita en 1950; tanto esta como Fahrenheit han sido llevadas a la pantalla y convertidas en otras expresiones del arte, incluso en juegos digitales para niños. Pensador democrático, Bradbury sostuvo que su obra Crónicas marcianas aunque utiliza el titulo extraterrestre, más bien se dirige a exhibir el temor de la gente por la guerra nuclear a mediados del siglo pasado. Fahrenheit es la historia de la quema de libros en un país que quería destruir la inteligencia. Se usaba para ello a bomberos especializados, de los cuales el jefe y personaje central Gay Montag, se rebela y con otros empieza a socavar aquella acción que al principio no ha comprendido, a través de una serie de acontecimiento y la lectura de alguno de los libros que iba a quemar. Y así, va dejando que el conocimiento invada su mente y sus puntos de vista cambian. La novela expresa la esperanza de que al final la iluminación de la mente se imponga en aquel país oscuro y distópico, porque plantea lo malvado. El lugar es destruido y solo quedan Montag y los que pensaban como él. Cerramos la pequeña mención de este destacado escritor, para darle como despedida lo que él pidió que se pusiera como epitafio en su tumba: “Autor de Fahrenheit 451”.

 

 

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