Dos independencias de México

Cuauhtémoc Villamar
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El pasado 18 de septiembre, Héctor Aguilar Camín (HAC) publicó un artículo en el diario Milenio, Nuestras dos independencias, en el que se preocupa por la idea generalizada que favorece las imágenes de héroes de la Independencia como Hidalgo y Morelos, pero que resta valor a personajes como Iturbide. A este último lo menciona sólo de manera indirecta por es el tema central de su texto pues es el personaje que encabeza el fin del período de insurgencia, “la única, la que efectivamente separó a Nueva España del Imperio español” en 1821. Anexo el artículo de marras.

https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/nuestras-dos-independencias_2

El tema debe dejar de ser exclusivo para historiadores exquisitos. Es evidente que alguien tan avezado en los negocios como HAC sabe la importancia de la próxima celebración de la “Consumación de la Independencia” del 27 de septiembre de 1821. Acostumbrado a tener butaca preferencial en estas efemérides, en razón de los grandes contratos para escribir libros, filmar películas y series de televisión, dar conferencias,  todo con millonarios dividendos, HAC lanza su red conceptual para definir tal celebración. “La segunda independencia” debe ser el verdadero referente para dejar atrás la celebración de “la primera Independencia, la violenta, la de los curas derrotados”.

El historiador Rodrigo Moreno, académico de la UNAM, especialista de los aspectos militares de la Revolución de Independencia, sale al paso ante los argumentos de HAC, el empresario-historiador-propagandista del régimen neoliberal. Destaco a continuación y con mis palabras algunos elementos de la argumentación de Rodrigo Moreno Gutiérrez. [1]

El tema de la historia nacional, la historia patria

El estudio de las imágenes patrióticas como Hidalgo, Morelos o Iturbide, hechas a partir de las iconografías históricas acumuladas a lo largo de dos siglos no sirven para explicar la historia. Es necesario remitirse a la documentación, definir los contextos, explicar los procesos históricos. Si acaso, esas iconografías nos permiten ver lo que pensaban los escritores más o menos interesados en construir un mito, en transmitir una filiación o una repulsión ante ciertos personajes, pero poco ayuda a escribir historia. Es un hecho que la celebración del bicentenario hace diez años, en manos del panismo calderónico y de personajes como José Manuel Villalpando [2] y Cuauhtémoc Cárdenas, ahogó la oportunidad de hacer una reflexión crítica sobre el inicio de la Independencia en 1810. Por el contrario, se optó por una revisión conservadora de la Independencia que desconoce o incluso niega y se denuesta a la acción política de la población calificada de bárbara. [3]

Ante la posibilidad de retomar en el año 2021 una discusión histórica con motivo de la llamada Consumación de la Independencia se abre una oportunidad para analizar el proceso que generó un nuevo Estado nacional llamado México. La batalla cultural está nuevamente en las calles y debe ser pública, no limitada a los historiadores de la televisión. En pocos meses nos llenaremos de recuerdos sesgados e intencionados acerca del llamado Abrazo de Acatempan entre Iturbide y Guerrero (febrero de 1821), el Plan de Iguala (24 de febrero) que sellaba la alianza nacional entre las partes en contienda; los Tratados de Córdoba que corroboran la Independencia de México con la firma del enviado español. El ciclo se cierra simbólicamente con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México (27 de septiembre), y para delicia de los conservadores con la proclamación de Agustín de Iturbide como primer Emperador de México (18 de mayo de 1822).

Para HAC, es lamentable la idealización de los líderes de la primera etapa de la lucha por la Independencia. En esa opinión se suma a otros autores, como Armando Fuentes Aguirre, que han tratado de desmontar lo que ellos llaman la historia oficial y construir una historia conservadora a su modo. Toman piezas de la historia y muestran los horrores la guerra causada por la locura de las masas, “la anárquica muchedumbre”.

Que haya habido más violencia en la primera etapa y más diplomacia y bailes en la etapa trigarante no es la diferencia fundamental, nos dice Rodrigo Moreno, experto en temas militares. Es equivocado asumir que la insurgencia desató la violencia y se dedicó a matar y destruir, mientras que la trigarancia fue diplomacia pura. Esa ha sido la interpretación intencionada de los historiadores del calderonismo, quienes con acceso privilegiado a los medios masivos de comunicación, ensalzan a Iturbide el militar represor de la revolución y lo convierten en el pacificador de México. Es llamativo que estos intelectuales observan el tema de la violencia como un acto de la masa inculta, de la chusma, no de las élites sobre la población. La llamada guerra contra el narco de las últimas décadas nos han enseñado que la violencia tiene muchas raíces y frecuentemente es alentada por quien supuestamente la combaten.

La Independencia como proceso no tiene como inicio un “Grito” y como desenlace la “Consumación”. Esa es la historia patria que quedó plasmada en los murales pintados con la visión nacionalista del siglo veinte. La Independencia tiene que ver con la desintegración de un imperio, la monarquía española, la creación de estados nación, la emergencia de otro imperio, el inglés, instalado en el capitalismo imperialista del siglo XIX y XX.

¿Qué esperar del bicentenario?

El Plan de Iguala tuvo un espíritu conciliador que claramente se explica por los años previos de destrucción y estancamiento. En el momento actual, puede obtenerse experiencia de aquel momento para la solución de controversias y de violencia enquistada en diversas partes del territorio nacional. Para ello se requiere un análisis crítico de la historia que no degrade el papel de la “chusma” de aquella época o de la masa empobrecida y devaluada de hoy. Una lección central es el papel de la reconciliación nacional que analice el origen de la violencia y coloque en primer plano a la población que ha sufrido el terror en todas sus formas.

 

[1] La trigarancia. Fuerzas armadas en la consumación de la independencia. Nueva España, 1820-1821. México, Instituto de Investigaciones Histórica, UNAM, 2017.

http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trigarancia/fuerzas_armadas.html

[2] Para saber en manos de quién quedó el bicentenario, vean la trayectoria intelectual de Manuel Villalpando, afiliado al consorcio de Enrique Krauze.

https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Manuel_Villalpando_C%C3%A9sar

[3] Luis Hernández Navarro. Los usos y abusos del bicentenario. La Jornada, 3 de agosto de 2010. https://www.jornada.com.mx/2010/08/03/opinion/015a1pol

 

 

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