Recetas porfirianas, AMLO y la Lanza del Destino

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Medidas de “disciplina autoritaria” aplicadas en el pasado en nuestro país son protagonistas de un triunfal retorno, no tanto como amenaza para la oligocracia y su democracia de fachada como por atención a la emergencia epidemiológica que ha generado, una vez más, la cínica y cíclica histeria financiera. 

 

Cosas de envoltura quizás, el exhorto “Quédate en tu casa” es la versión amable del amago de vena porfiriana de hace más de un siglo: es “encierro o… ¡entierro!”. Punto.

 

En otras circunstancias la esquizofrenia cibernética ya estaría anunciando la “venezolización” de México y convocando a la despatrialización demográfica (un éxodo o capítulo de “balseros millennials” en honor de barbas castristas, muy a la cubana).

 

Pero en estos momentos el “destierro” voluntario no es alternativa para nadie, habida cuenta la propagación del bicho a escala global, así como por el despido casi masivo de pilotos y azafatas y la consecuente inmovilización de aeronaves.

 

Pero para millones que viven al día sólo queda mostrarse desobedientes, incluso desafiantes y esperar acaso la ayuda del heroico y fallidamente subrogado sistema de salud. Y elevar instancias, para lo cual se cuenta no sólo con los amuletos presidenciales que tanto horrorizaron a golpistas (de pecho) y a feligreses de otras religiones, sino con un amplio catálogo de intercesores en casos de pestes y epidemias: desde San Roque (el peregrino de la Tercera Orden de San Francisco, protector de peregrinos, médicos y enfermeras, igual de perros), pasando por San Matías, San Quirino, San Edmundo Mártir, hasta pedir el auxilio de Santa Teresa de Jesús, patrona de los escritores, sí, pero agente también para combatir plagas de piojos y chinches.

 

Por su lado, financieros, casabolseros y banqueros hace mucho que le dieron la espalda a San Carlos Borromeo (su santo patrón, según el santoral), aunque no dejan de pedirle a San Mateo (patrón de recaudadores de impuestos y contables) a ver si logran conmover al personal de las catedrales hacendarías locales para que, nuevamente, se diseñe un plan agresivo de rescate, tipo Estados Unidos y otros, que los incluya, en una suerte de “Fobaproa 2” con cargo al presente y futuro de los ciudadanos.

 

Como se sabe en asuntos de finanzas, en el país los siempre solidarios ahorradores locales y extranjeros han optado por apegarse a su evangelio (el lucro a cualquier costo, mediante la especulación), y aquí el “destierro” no ha sido otra cosa que la cínica estampida (unos 4 mil millones de dólares en lo que va del año) de un ciclo que se ha repetido permanentemente al menor estornudo.

 

En tanto, en medio del caos las llamadas “calificadoras de riesgo” extienden notas negativas, con todo el hedor de extorsión, contra las deudas soberanas del país, de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad, en un vil intento de hacer “manita de puerco” para sugerir la contratación de más deuda y continuar con la entrega del sector energético a inversionistas, casabolseros, financieros y todos esos que están en plena fiebre irracional y acumulativa.

 

Como en muchas otras cosas, esto sólo confirma las posturas de antiguos pensadores: las bolsas de valores y otros templos de  altas y bajas finanzas siguen siendo “un pobre sustituto del Santo Grial” (la ilusión de la autorregulación, reconfirmada decenas de veces por sucesivos estallidos espumosos, con o sin virus).

 

En esa forma, nadie entiende cómo se podrían inyectar recursos a lo bestia para paliar los agujeros provocados por la recompra de activos y fomentar la abierta especulación (¿por qué no hacerlo para la investigación y desarrollo de la vacuna contra el virus?) En varias partes del mundo se aplican recetas conocidas que sólo han servido para acentuar la acumulación de la riqueza en unos pocos, los integrantes del célebre “1 por ciento”.

 

Nuestro país, se afirma, no está en esa ruta. Y según una arbitraria interpretación de la Cuarta Transformación y su estrategia para enfrentar la emergencia, lo que se pretende es una especie de “Lanza del Destino” de la que, primero, se cree que hará fluir los elementos necesarios para edificar una nueva iglesia, como se dice que sucedió después de que el soldado Longinos atravesó el costado de Cristo, y, segundo, de lo que se trata es de hacer sentir el poder del poder (público), sometiendo todo intento de resistencia, utilizando para ello toda la pedacería de fideicomisos, fondos y otros, pero sin recurrir a nuevos créditos, medicina clásica en las últimas décadas para continuar alimentando al “Ogro Salvaje”.

 

Con todo y lo trágico de los acontecimientos, es cierto que a la vista se presenta la oportunidad para transformar. Ya se verá si la apuesta es realmente por el “máximo bienestar” o si se prolongan las décadas de la doctrina de los “beneficios máximos”, esto porque se han hecho excepciones (el caso de la devolución de tiempos oficiales a las televisoras, por ejemplo) y, como sugeriría el olfato sabueso de Holmes, cualquier excepción refuta transformaciones.

 

 

 

 

 

La rara habilidad de hacerlos montar en cólera

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Primavera desquiciada luego de una etapa invernal poco menos que histérica, los presuntos profetas del “último día” cruzan apuestas sobre el destino que le espera a nuestro país, a ciudadanos y gobernantes que, aseguran, será poco menos que fatal, algo así como una pesadilla a 45 grados con partículas suspendidas a discreción en el ambiente, todo con sol a plomo sobre los heroicos cráneos  y los sufridos pulmones de millones.

 

Con ese supuesto olfato dantesco que se ha dejado ver en todos los vecindarios cibernéticos y medios convencionales en las últimas fechas, hasta los decires más prudentes se han contaminado de los peores presagios.

 

En tiempos de las “fake news”, “pos-verdad” y “hechos alternativos”, toda adivinación, todo augurio, cualquier presentimiento o conjetura intenta ser presentada con el rigor, la veracidad y la objetividad, además de oportunidad, que debe contener cada noticia, cada hecho difundido.

 

Los deseos y las malquerencias no han ocultado la lluvia de profecías, pronósticos, vaticinios, predicciones, suposiciones y hasta revelaciones,  todas envueltas en repentinos especialismos epidemiológicos, matemáticos,  amén de económicos y políticos.

 

       Los vecindarios, denominados técnicamente “redes sociales”, en forma inesperada se han inundado de especialistas o seguidores de Pasteur donde los principal no es ninguna propuesta encaminada a desplazar o modernizar, por ejemplo, la famosa “clasificación Baltimore” (por el Nobel David Baltimore, y su catálogo de virus), sino la oferta de un amplio inventario de escenarios funestos, como para escoger en cuál querría recibir cada cual la respectiva acta de defunción. ¡Júbilo espontáneo entre los mortales (ricos y pobres), el fin de mundo ha llegado! De súbito, se informa que hemos estado sentados sobre un barril lleno de parásitos y otros bichos peligrosos, con independencia de financieros, casabolseros, extorsionadoras de riesgo y otros.

 

Pero estos agoreros, igual que el Cosario Beige (de Renato Leduc), han pretendido viajar en fantasmagórico balandro equipados con las “alpargatas impermeables” de rigor y los trajes especiales, tanto para no contagiarse del Covid-19 como para ocultar sus propias plagas (financieras, sobre todo, con la infaltable cuota de corrupción).

 

Todo ello, claro, sin dejar de enarbolar “la bandera del pendejo” (envueltos en  el supuesto ropaje de la decencia y la moralidad) que, según el bardo veracruzano, “es la mejor bandera para navegar” en ciertos casos, pero no soporta la menor provocación metereológica.

 

Así han estado las cosas desde la mismísima proclama de la Cuarta Transformación, toda una bravata por parte de aquellos que se han especializado en sacar de quicio a sus adversarios, en encolerizarlos a cada momento obligándolos a refutar cada acto, cada palabra, cada gesto, cada imagen, cada línea; haga o deshaga, haga o deje de hacer, todo es motivo de los más horrendos paisajes… a futuro, omitiendo el pasado reciente.

 

Para un breve estudio sobre cómo reanimar o encender cadáveres y espíritus antes sometidos y domesticados, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido siempre la rara habilidad para que sus adversarios y malquerientes monten en cólera y mienten madres, lanzando improperios como programas de gobierno.

 

Al mandatario se le pueden atribuir todos los pecados, igual a sus contrarios; a ambos se les puede considerar de cualquier manera; todo tienen, menos ser aburridos.

 

Y eso es de agradecerse en estos tiempos de almas perturbadas, donde los bichos han obligado a permanecer en cuarentena a millones y a otros tantos a desafiar, por necesidad más que por necedad, los más oscuros presagios por parte de modernas casandras vestidas de analistas, comentócratas, especialistas, encuestadoras, columnistas, tuiteros, facebuqueros, etcétera.

 

Nutrida fauna de humoristas, que incluye el casi bíblico pasaje de: “y revivió de entre los muertos” (con todo y esquela con cargo a la afligida familia), son sin duda necesarios en momentos de forzado “arraigo domiciliario”, como los actuales. Es el principio y todo apunta a que viene lo mejor.

 

 

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