“En China manda el Estado a través del PC,
eso no cambió con las reformas pro-mercado”

* Entrevista a Jorge Molinero, economista y sociólogo de la UBA

Enrique de la Calle / Agencia Paco Urondo
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Agencia Paco Urondo dialogó con el economista y sociólogo (UBA) Jorge Molinero, quien es autor del libro Tiempos chinos, referido a la historia y presente del gigante asiático. “La mayoría de los sectores estratégicos están en manos de las empresas estatales, porque sigue el Partido Comunista al frente de la conducción económica y política del país. Partido que se declara marxista-leninista hasta el día de hoy. China sigue con su socialismo con características propias. Eso no cambió”, describió.

Hacia fines de los setenta, China comenzó una serie de reformas “pro-mercado”, con el protagonismo de Deng Xiaoping como líder político de ese proceso. Esas reformas tuvieron un éxito fenomenal: China acumula cuatro décadas con una tasa de crecimiento fenomenal y una reducción impresionante del desempleo y la pobreza. ¿Cómo funciona el socialismo con “características chinas”?

—Según su definición, ellos consideran que tienen una forma de gobierno que ya lleva 4 mil años. Hay que entender eso: para ellos, cada gobierno es continuidad de una historia muy larga. Tienen una mirada en una perspectiva muy extensa. Es un concepto muy difícil de entender para Occidente. Ahora, yendo a tu pregunta. En los años 20, se crea el Partido Comunista Chino, que básicamente copia el formato de la Unión Soviética. Al chino se tradujeron textos de Marx, Engels, Lenin y Stalin que fueron supervisados por el estalinismo en Rusia. Entonces, entran a la discusión sobre el socialismo con un sesgo muy fuerte, filtrado por la visión estalinista. Ya con la revolución de Mao (en 1949), China adhiere a las posiciones clásicas de la Unión Soviética porque querían salir de 150 años de hecatombe, que fueron años muy duros de humillación, retraso económico, etcétera.

Más allá de esa influencia soviética, Mao ya propone una mirada más acorde a la estructura social china, ¿no?

—Mao dice todo bien con el proletariado pero eso vale para sociedades más urbanas. El 90% de la población china era campesina y pobre. Cuando se da la revolución esa era la estructura social del país, más allá de una pequeña burguesía en las grandes urbes. Más allá de eso, desde 1949 hasta que murió en 1976, Mao replicó el modelo soviético de desarrollo del socialismo. Fue Deng Xiaoping el que empieza con los cambios y a tomar distancia del camino iniciado por la Unión Soviética. Deng propone introducir las relaciones de mercado pero no el capitalismo, porque según él el capitalismo implica la conducción política de la burguesía sobre el aparato del Estado. Nosotros vamos a ser todo eso, dice Deng, pero vamos a mantener al frente de la conducción política al Partido Comunista Chino.

¿Se recupera algo de la Nueva Política Económica (NEP), de Lenin, como intento de introducir formas capitalistas en el socialismo?

—De la NEP conocían muy poco, por lo que dije sobre las obras que leyeron sobre Rusia, con un corte muy sesgado. Para ellos, Trotski no existió, por ejemplo. Conocieron una parte de la historia de la Unión Soviética. Hay que comprender el contexto de las reformas de Xiaoping. Lo que estaba en cuestión no era el socialismo en China, era el socialismo en general. De allí la necesidad de pensar en reformas y en la introducción de relaciones de mercado. En la Unión Soviética también estaba claro que había que hacer cambios en el mismo sentido. Pero se hicieron en forma de shock, con la introducción de un capitalismo salvaje que terminó como terminó.

Más allá de que el tema de hacer una política de shock estuvo presente también en China, ganó el camino gradualista, que fue claramente exitoso. ¿Cómo explica ese triunfo del gradualismo en un contexto de crítica tan amplia al socialismo realmente existente?

—Eso es muy propio de la cultura milenaria china. La palabra “armonía” es muy fuerte en China. Deng entendió que había que hacer cambios para volver a tener esa armonía con el pueblo. Ese pueblo aceptó y quiso mucho a Mao porque fue el primer líder que le devolvió la dignidad después de 150 años de humillaciones imperialistas. Pero también entendió que había que hacer cambios graduales porque muchos cambios de Mao llevaron a grandes trastornos, como el “gran salto adelante” o “la revolución cultural”. Con puro voluntarismo, Mao quiso sacar a China del atraso pero terminaron en situaciones durísimas. Por ejemplo, con el “gran salto adelante” murieron 25 millones de personas. La gente se moría de hambre en la calle. Eso quedó muy marcado. De allí la necesidad de cambios graduales. “Vamos a cruzar el río por las piedras”, dice Deng y logra convencer también a los sectores más maoístas del Partido Comunista. En ningún lado estaba escrito pasar de una economía medieval a una socialista, sin pasar por el capitalismo. Entonces, dice Deng, en esta etapa necesitamos relaciones capitalistas para más adelante alcanzar el socialismo pleno.

En los 70 se da el acuerdo entre Mao y Nixon, que sigue después, y por el cual China rompe con la Unión Soviética. ¿Cuál fue el rol de Estados Unidos en las reformas pro-mercado chino?

—Estados Unidos es un país nuevo, de 250 años, como nosotros. Entraron a jugar con China que tiene más de 4 mil años. Estados Unidos creyó que Deng Xiaoping iba a ser quien terminara con el comunismo. Hace 40 años que esperan en vano. Porque las empresas estatales siguen, porque la mayoría de los sectores estratégicos están en manos de esas empresas, porque sigue el Partido Comunista al frente de la conducción económica y política del país. Partido que se declara marxista-leninista hasta el día de hoy. China sigue con su socialismo con características propias.

Lo llevo a la actualidad. ¿Las empresas privadas que hay funcionan como en cualquier país occidental?

—Sí, sí. El 70% de la actividad económica está en manos del sector privado. Que funciona como en cualquier parte del mundo. Cuando empezaron con las reformas, empezaron a permitir empresas privadas en sectores no estratégicos de la economía. Textiles o calzado, por ejemplo. Y sectores muy vinculados con las exportaciones. Después, mantienen entre 15 y 20 mil empresas públicas en los sectores más sensibles de la economía: infraestructuras básicas, defensa y áreas estratégicas (los bancos, por ejemplo).

Usted hablaba sobre la importancia de la conducción política del proceso para pensar en socialismo o capitalismo. ¿Cómo es la relación entre el PC y ese sector empresarial que creció mucho y hoy es tan poderoso?

—El PC Chino tiene 90 millones de miembros. Entrar en el partido no es fácil. Ellos buscan hacer del Partido Comunista una especie de meritocracia para acceder al poder político. El PC controla a las empresas estatales. También controla al Ejército, que responde al partido, no al Estado chino. Es un órgano del partido aunque también lo sea del Estado en los hechos. Puede parecer una diferencia sutil pero no lo es. Es cierto que hay empresarios que se hicieron muy fuertes, por ejemplo, en el sector de las nuevas tecnologías de la comunicación o en el comercio electrónico. Está Huawei o Alibaba, que son gigantes. El dueño de Alibaba es Jack Ma, que es muy poderoso. Quiso hace un tiempo entrar en el mundo de las finanzas, además de criticar al gobierno chino. El tema terminó con una multa de 2 500 millones de dólares por prácticas monopólicas, que Ma pagó inmediatamente. El mensaje fue claro para todos los empresarios: el que manda es el Estado. El poder lo tiene la sociedad a través del Partido Comunista. El gobierno chino no va a permitir que la nueva burguesía le marque las políticas. En China manda el Estado a través del Partido Comunista, eso no cambió con todo el proceso de reformas que se dio desde los 70.

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