AMLO sí tiene quien le escriba, pero no los quiere leer

Ramsés Ancira / Historias para armar la historia
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Frente a Palacio Nacional, entre la pirámide de cartón con la que se evoca la caída de Tenochtitlán, y el balcón donde se dará el Grito de Independencia la noche del 15 de septiembre, hay varias casas de campaña. En un cartel se informa que un grupo de personas ingresó a una casa del Centro Histórico y violó a una mujer. En otro, se cuenta la historia de un niño que pretendía cruzar la frontera con Estados Unidos cuando fue alcanzado por la espalda por el disparo de un soldado mexicano. En la parte trasera del Palacio Nacional, sobre la calle de Moneda, está la oficina de atención ciudadana de la Presidencia de la República. A nadie se le ha ocurrido preguntarles a las personas en plantón en qué pueden ayudarlas.

También hay un largo plástico gris, donde se guarecen de la lluvia personas que piden el desafuero del gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón y de los responsables de seguridad pública en esa entidad, pues aseguran que son fabricantes de culpables. A  uno de ellos lo acusan de haberse robado un vehículo, a pesar de que, aseguran, este hombre no sabe montar en bicicleta, mucho menos manejar un automóvil.

Días más o días menos, estos carteles y lonas con diversas denuncias, han permanecido semanas, sin que el presidente López Obrador pueda leerlos, siquiera desde el balcón presidencial.

La historia de Omar Ulises, contada en una enorme manta, dice que el 27 de marzo, en Sonoyta, Sonora, un grupo de 40 personas intentaba cruzar ilegalmente la frontera. No fueron interceptados por la Patrulla Fronteriza. Fueron soldados mexicanos los que les dispararon desde territorio mexicano.

El joven mexicano fue internado en un hospital. Mientras tanto los soldados declararon que el joven estaba en posesión de armas, cargadores y cartuchos. Lo curioso es que no encontraron huellas de pólvora. El juez Aníbal Castro Borbón, espécimen ejemplar de lo que el presidente López Obrador ha llamado el “podrido Poder Judicial”, dijo, para mantener al joven en prisión, que a lo mejor, como llovió, por eso no encontraban la pólvora.

Los 19 soldados al mando del teniente de Infantería Julio César Noriega López, adujeron que les habían disparado, pero no presentaron cartuchos quemados, ni ninguna otra prueba de la supuesta agresión.

El coronel… perdón, Andrés Manuel, comandante supremo de las fuerzas armadas, sí tiene quien le escriba, pero no quiere leer nada que tenga que ver con algunos soldados de la Secretaría de la Defensa Nacional que sí son como los de antes: prepotentes e impunes.

Como un tal general Espitia, acusado de diversas violaciones y tortura sexual de jóvenes, en el marco del operativo conjunto en Ciudad Juárez, Chihuahua, en plena administración de Felipe Calderón. Este es un caso aparte del denunciado por Óscar Kabata, quien sigue siendo acosado en su propio domicilio por soldados que le hacen pintas en su casa; además de pintar los lentes de las cámaras de video, para que no los capten en el acoso.

Estos otros jóvenes, también han desplegado mantas en el Zócalo, las cuales tampoco ha leído el presidente. Y suponemos de las cuales tampoco le informan sus auxiliares de Comunicación Social.

Hace casi cuatro meses, cuando denunciamos al presidente López Obrador las razones de los integrantes del plantón, que se prolongó por más de 130 días a las puertas de la Secretaría de la Defensa Nacional, dijo que le pediría al general secretario, Cresencio Sandoval, que informara al respecto. Permanece mudo.

¿A quien se refería el almirante Ojeda, cuando declaró dos veces? Una, que los traidores al presidente estaban dentro del mismo gabinete y la otra, que, por la corrupción del Poder Judicial, no se podía trabajar con la debida eficiencia.  

Bitácora suplementaria

Viernes 20 de agosto, 8 de la mañana. Alguna vez la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero declaró que se sentía discriminada en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador. El pasado 20 de agosto, al rendir el informe mensual de seguridad nacional, hablaron la secretaria de Seguridad Pública Rosa Isela Rodríguez, el titular de la Secretaría de Marina, José Rafael Ojeda Durán, quien no iba vestido como almirante, sino en traje de campaña; un representante de la @SEDENAmx, e incluso la representante de Protección Civil, para hablar de los riesgos del huracán Grisell.

La titular de @SEGOB_mx permaneció sentada y muda en el extremo derecho, frente a los reporteros. Más tarde el colega periodista Arnoldo Cuéllar habló de que los asesinatos de periodistas y activistas de derechos humanos continúan impunes. Entonces López Obrador respondió que buscaría, con el subsecretario Alejandro Encinas, la forma de suplir el trabajo absurdamente malo de la Fiscalía Especial para Delitos contra la Libertad de Expresión, la cual, por ejemplo,   pretende  resolver el asesinato de Miroslava Breach comprando testigos y torturándolos   (https://bit.ly/2VJxyc7).

También el Mecanismo de Protección a Defensores de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación ha sido un completo fracaso, además de que este último es sospechoso de estar infiltrado por personal que actuó en los sexenios de Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

De pronto nos percatamos de que la exministra y secretaria Olga Sánchez Cordero se había ido. ¿Descortesía? ¿Falta de interés? ¿Se sintió florero? En todo caso, muy extraño. Aunque ya no tengan que decir, los invitados a la mañanera se quedan hasta el final. Incluso, un día antes, el representante de Unicef se quedó más de una hora después de que había dado su opinión experta sobre el regreso de niños y adolescentes a clases. Más aún, se quedó platicando con el presidente después de que los reporteros habíamos empezado a retirarnos del recinto. ¿Hay una lectura política de la discreta y súbita desaparición de Sánchez Cordero o que pasó?

Bitácora personal

Hay periodismo de entretenimiento, de cultura o de deportes. Hay periodistas que cubren actos, otros que escriben columnas, o artículos de opinión y hay otros que se dedican al periodismo de investigación.

A estos últimos también tendría que leer Andrés Manuel, para que no termine su sexenio con tres periodistas asesinados al mes, y un defensor de derechos ambientalistas, en promedio, también cada 30 días.

No se trata de periodistas conservadores, o de aquellos que por sistema deforman la información y la presentan incompleta, como cuando hacen un gran escándalo por una carta de la Secretaría de Educación Pública para los padres que quieran que sus hijos regresen a las aulas; pero se les olvida el grave problema nacional que está vigente: el monstruoso incremento de adolescentes embarazadas, víctimas de incesto, suicidas y asesinadas mientras han tenido que dejar la escuela por la pandemia.

Un sujeto al que torturaron y le fabricaron el delito de sedición, les llamó sepulcros blanqueados, le decían Jesús “N”, y nació en Nazaret.

 

 

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