El conservadurismo hispanófilo del PAN y Vox

Pablo Cabañas Díaz
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La suscripción de un acuerdo entre Julen Rementería, coordinador de la bancada del PAN en el Senado de la República con Santiago Abascal, líder de la organización ultraderechista española Vox, propició que de nuevo aparecieran las expresiones franquistas sobre la unión espiritual de España con sus antiguas colonias ahora llamadas “Iberoesfera”. Como en los años treinta y cuarenta del siglo XX, los espacios del conservadurismo hispanófilo de nueva cuenta son parte del discurso panista. Para el hispanismo, la religión y el idioma español son determinantes en la definición de “lo mejicano”, (con J y no con X), desde esta visión se afirma que la conquista y la colonia fueron acontecimientos dolorosos pero necesarios para incorporarnos al camino “civilizatorio”.

El primer dirigente del PAN, Manuel Gómez Morín fue miembro fundador del Instituto de Cultura Hispánica, espacio en donde confluían los intelectuales más reaccionarios de la época como José Vasconcelos Calderón y Jesús Guiza y Acevedo. Ese centro tenía una relación muy estrecha y sólida con el Consejo de la Hispanidad, instancia que dependía del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El hispanismo de Gómez Morín se encuentra en múltiples partes de sus escritos, pero se muestra de manera más clara en su obra España fiel.

El escritor Alfonso Junco uno de los principales propagandistas de la doctrina de la hispanidad en el siglo XX, publicó en 1933, en España un conjunto de ensayos recogidos con el título de Motivos mejicanos, libro en el que denunciaba la “ola de fango” que había erosionado la moralidad de los “mejicanos”. En el libro Sangre de Hispania, publicado en 1940, Alfonso Junco sugería que la “España Madre” y la “Nueva España” debían volver a “hermanarse en su estirpe”.

En los años 40 del siglo pasado, se utilizó al hispanismo para condenar al gobierno de Lázaro Cárdenas por haber abierto las puertas al exilio republicano. Los grupos conservadores buscaban unir los destinos de México a los de la España franquista. Esa visión, llega hasta nuestros días a través de un proyecto discriminatorio basado en las ideas raciales y económicas de superioridad. Es la llamada “cultura criolla” que ve al mestizo y al indígena como inferiores.  Desde esa perspectiva hispanófila la de las llamadas “personas decentes”se lucha contra los valores “comunistas” para supuestamente preservar la libertad religiosa, la propiedad privada y los valores tradicionales. Cuando la derecha mexicana abrazó la causa de la llamada España Nacional, el hispanismo tenía la convicción de que España generó, en su proceso de formación como imperio, una serie de “formas de vida y de cultura propias, que la diferenciaban claramente de otros pueblos del orbe”.

La “raza”, para el hispanismo, no es cuestión de sangre; cultura,  historia,  tradiciones, religión, o lenguaje, para ellos hay una  parte imprescindible que nombraban “la patria espiritual”, que busca mantener su presencia en todos los territorios en donde España tuvo un régimen colonial, desde el norte de África hasta la Patagonia.

            El hispanismo descansa sobre varios principios, entre los que destacan: la religión católica, una sociedad jerarquizada y estática, el orgullo de la estirpe y el lenguaje. Esto explica, por ejemplo, la necesidad de Vox de querer eliminar la mención expresa que el Código Penal español hace a los “motivos racistas y antisemitas” en la definición de los delitos de odio. Todavía hoy los efectos ideológicos del franquismo van más allá del franquismo mismo. Lo que se denominó como “franquismo sociológico” consiste en un deseo hacia el autoritarismo. Tal vez nadie ejemplificó mejor esta actitud como el propio Francisco Franco que en una famosa respuesta a un periodista extranjero le expresó: “Haga usted como yo, no se meta en política”.

La herencia de esta mentalidad franquista, en sus múltiples variantes y grados, es profunda, compleja y no siempre evidente. Si bien puede no aparecer de manera explícita en partidos y organizaciones políticas, ha permeado sectores enteros de la sociedad. Podría señalarse, por ejemplo, como esta política del miedo está todavía presente en ciertas actitudes de los españoles hacia la participación política o, por ejemplo, en su generalizada ignorancia o indiferencia hacia las implicaciones de la historia colonial e imperial de su  país.

El discurso de Vox consiste en una visión de la historia claramente reaccionaria. El hashtag #EspañaViva usado por Vox condensa estas nociones. Como toda nueva formación política, Vox ha utilizado intensamente las redes sociales para amplificar su mensaje. Una táctica interesante fue el hashtag #SiguemeYteSigoVox, que tenía como objetivo compactar su base de seguidores y simpatizantes y de tal modo multiplicar su presencia en redes. Buena parte de su atractivo ha venido a partir de su interacción con seguidores mediante diferentes canales: YouTube para la creación de contenido; Twitter y Facebook para diseminarlo; y WhatsApp para penetrar micro-comunidades familiares, grupos de amigos, de trabajo. La cuenta de Instagram de Vox tiene 311 mil seguidores. Vox no es ni una suerte de aberración política, ni una fuerza que ha llegado para amenazar la supuesta democracia liberal española desde una instancia exterior. Vox y el PAN van a encontrar el innegable carácter pluralista y diverso de sus sociedades, así como el impacto del feminismo, la defensa de los derechos humanos y el siempre pendiente deseo de una democracia política, económica y real.

 

 

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