La gran contradicción de la Revolución cubana

Víctor Ramos
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1. La entrada de las fuerzas revolucionarias en La Habana el 1 de enero de 1959 significó el anhelado triunfo del pensamiento libertario latinoamericano que se transformaría en acciones reales, tan populares y populares, que generaron la reacción virulenta del gran capital para obstaculizarlas cuanto antes y corromper o destruir al nuevo régimen.

2. Al comprobar Wall Street lo genuino del movimiento, intensificó sus acciones destructivas, que lo único que consiguieron fue radicalizar y convertir al régimen castrista en un genuino movimiento revolucionario de trascendencia continental, que encontró el apoyo del bloque liderado por la Unión Soviética, el cual ya se encontraba en etapas avanzadas de descomposición.

3. A pesar de la expulsión de la Organización de los Estados Americanos, el bloqueo y el sabotaje criminal de la contrarrevolución animada por John F. Kennedy y subsecuentes secuaces, el primer territorio libre de América consiguió avances insospechados en materia de alfabetización (primer país en Latinoamérica en erradicarla); educación y  salud, en ambos rubros los niveles más altos del resto de los países latinos sojuzgados por el gran capital. En salud se alcanzaron niveles comparables con países europeos.

4. Por muchos años, no obstante la desaparición del bloque socialista, gracias al amplio apoyo del pueblo cubano, su elevada politización y organización combativa nulificaron las acciones de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) e hicieron desistir a Washington de sus intenciones de intervenir militarmente en forma directa.

5. El bloqueo inhumano no solo socavó la economía de la isla, sino que logró ir minando la naturaleza revolucionaria del régimen socialista, llevándolo sucesivamente a ser incapaz de mantener en la práctica los objetivos que lo habían caracterizado por décadas.

6. En 2021, la labor de la CIA, otros agentes y la insatisfacción creciente de la población de Cuba, plantean la contradicción de contradicciones, esquematizada en un dilema:

* Apoyar al caduco régimen representado por Miguel Díaz-Canel, sin entender las lecciones de la caída de Jaruzelski por el microbio Walesa en Polonia; del elitista Wandlitz berlinés, verdadero precursor de la caída del Muro; la ejecución sumaria de Ceaușescu; o el topo Gorbachov derrocado por el alcohólico Yeltsin.

O la antítesis, que más bien se parecería a una tragedia Macbeth de corte shakesperiano:

* Aceptar que los esbirros de Wall Street regresen a aniquilar los resabios de una grandiosa revolución y condenar a la población cubana a la dependencia que padece el resto del continente.

Este binomio de locura no puede ser el único, debe existir un tercer camino que regrese, al menos a un interludio de cordura, y que recupere algo para el bienestar del pueblo cubano.

 

 

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