La amnesia de García Ramírez y Morales
Lechuga: El caso de González Calderoni

* Sergio García Ramírez e Ignacio Morales Lechuga pretenden dar lecciones de ética * El jurista y el policía fueron acusados de espiar a los principales líderes de oposición * Hoy se dan baños de pureza

Pablo Cabañas Díaz
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En su Segundo Informe el 1 de septiembre de 1978, el entonces presidente José López Portillo acuñó una sentencia: “Lo peor que le puede ocurrir a México es convertirse en un país de cínicos”. Han pasado 43 años y todo indica que, en efecto, somos una sociedad de cínicos. ¿Por qué?  Dos exprocuradores generales de México por años han guardado silencio ante importantes hechos que acontecieron en el país cuando ellos estaban al frente de la  extinta Procuraduría General de la República (PGR). Nunca hablaron de su sucesor y menos de su antecesor en ese importante cargo. Sergio García Ramírez e Ignacio Morales Lechuga, en estos días se han esmerado en dar lecciones de ética y buen gobierno al presidente Andrés Manuel López Obrador. Para decirlo de manera sutil, se han olvidado de las circunstancias tan complejas que vivieron al frente de la PGR. Baste señalar, que fueron testigos privilegiados del desempeño de Enrique Álvarez del Castillo, quien falleció en 2006. Nada hubo de reclamos y menos de cuestionamientos.

En 2021, García Ramírez se da baños de pureza,  firma desplegados y escribe artículos llamando al presidente López Obrador a detener su acoso a la prensa. De la gestión de García Ramírez, todavía quedan importantes hechos sin aclarar. Por ejemplo, en mayo de 1984, cuando era procurador le tocó el asesinato del columnista Manuel Buendía, quien se disponía a publicar importantes revelaciones de políticos, funcionarios y policías que protegían a las bandas de narcotraficantes.

Morales Lechuga fue procurador durante 20 meses en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, en ese tiempo ocurrió un enfrentamiento entre agentes policiacos y militares en Llano de la Víbora, en Tlalixcoyan, Veracruz, en noviembre de 1991. Para dar carpetazo al asunto, Morales Lechuga escribió hace unos meses en su cuenta  de Twitter que la recomendación 126/1991 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), emitida en diciembre del mismo año, aclaraba  todo ese asunto. Pero esa recomendación, sólo acreditó la hipótesis de que el enfrentamiento entre militares y soldados en el Llano de la Víbora fue producto de una “confusión”. El relato de los hechos realizado por la CNDH señala que hubo un operativo denominado “Halcón” para interceptar un vuelo con cargamento de droga y que llegaría a esta pista clandestina. Casualmente, en esa misma zona, horas antes, hubo un operativo encabezado por el teniente de infantería José Alfredo Coronel Vargas para interceptar un cargamento de droga. La CNDH recibió 14 videocasetes proporcionados por la PGR, la Secretaría de la Defensa y hasta de la embajada de Estados Unidos ¿estuvieron presentes agentes de la DEA?, para emitir su recomendación. 

La CNDH concluyó que el general Alfredo Morán Acevedo sí tenía noticias de que las personas que sostenían enfrentamientos con elementos del Ejército podían ser elementos de la Policía Judicial Federal (PJF). Esa fue la “verdad histórica” que quedó de aquel tremendo enfrentamiento que despertó dudas por todos lados. La PJF estaba en ese en ese momento bajo el  mando de Ignacio Morales Lechuga. 

El 16 de noviembre de 1991, la revista Proceso publicó un extenso reportaje sobre el Llano de la Víbora. Los testimonios recabados coincidieron en que siete judiciales fueron acribillados a mansalva. El reportaje de Homero Campa planteó muchas dudas que aún se mantienen: ¿Qué hacían elementos del Ejército en una pista clandestina? ¿Cómo llegó ahí una camioneta cargada con barriles de turbosina? ¿Quién, realmente, disparó primero? ¿Dónde quedó el video de aquel enfrentamiento? ¿Qué hacía el avión de la PGR que detectó la avioneta de los narcos y que, supuestamente, filmó los hechos? ¿Cómo pudieron escapar los narcotraficantes en medio de dos operativos que tenían para atraparlos? Años después, el periodista veracruzano Miguel Ángel López Velazco, publicó su libro Masacre en el Llano de la Víbora. Mejor conocido como Milo Vera, el columnista relató que durante muchos años comandos armados controlaron El Llano de la Víbora y que las pistas clandestinas estuvieron protegidas por elementos de la extinta PJF. En junio de 2011, Milo Vera fue asesinado en esta ola tremenda e impune de crímenes a periodistas en Veracruz. También olvidan García Ramírez y Morales Lechuga que  en su momento fueron acusados de haber espiado a los  principales líderes de la oposición.

Quien ilustra mejor la amnesia de los dos exprocuradores es el caso de Guillermo González Calderoni. Este policía tuvo un desarrollo ascendente en su carrera con García Ramírez, Álvarez del Castillo y Morales Lechuga. Uno de los logros que presumió, González Calderoni fue la captura de Gilberto Ontiveros, alias el Greñas, considerado como uno de los narcos más poderosos de la franja fronteriza norte. Siendo procurador García Ramírez, el Greñas vivía en Chihuahua en completa impunidad, hasta el extremo que el 9 de marzo de 1986, organizó en el pueblo de Buenaventura, una carrera entre un pura sangre de su propiedad y otro de un hacendado local Armando Ortiz. La apuesta fue un millón de dólares y fue derrotado.

Ontiveros estaba considerado como el zar del narcotráfico en la zona de la frontera norte. Era un personaje misterioso que, en su mansión de Ciudad Juárez, guardaba un Roll Royce y tenía un frontón, mientras en su jardín se paseaba una tigresa con el nombre de Viviana. Su lugarteniente, era Rafael Aguilar Guajardo, quien había sido comandante y coordinador regional en Ciudad Juárez de la Dirección Federal de Seguridad. Aguilar  Guajardo fue quien estableció los contactos para la carrera de caballos en Buenaventura.

González Calderoni detuvo al Greñas y con esta detención se encontraba tan ensoberbecido que no reparaba en medios para alcanzar sus fines. Fue entonces cuando se ganó el apodo de Memo Calentoni por su manera de interrogar a los detenidos. Uno de los asuntos más graves que le tocó fue el de los hermanos Quijano Santoyo. A fines de diciembre de 1989, Francisco Flavio Quijano Santoyo, alias el Avispón Verde, excomandante federal, estuvo a punto de ser detenido por varios de sus excompañeros cuando llegaba al café La Habana, propiedad de su padre Francisco Quijano García, localizado en las calles de Bucareli y Morelos. El expolicía, quien había sido instructor de tiro del FBI, se opuso a su detención y mató a dos agentes federales e hirió a dos más. González Calderoni, había creado el Grupo Tiburón, en el que figuraban como jefes Juan Carlos Ventura Moussong, hijo del comandante Florentino Ventura y Miguel Ángel Silva Caballero. Tras lo ocurrido en el café La Habana, los federales emprendieron una verdadera cacería de los miembros de la familia Quijano Santoyo. Sus hermanos Erick Dante, Héctor y Jaime Mauro fueron asesinados 15 días después. El 14 de enero de 1990, Francisco Quijano García, padre de El Avispón fue secuestrado y meses después su cadáver apareció dentro de la cisterna de una casa particular en San Juan de Aragón.

El periodista estadunidense Terence Poppa, en su libro El zar de la droga, lo describe así: “González Calderoni se distinguía de la mayoría de los comandantes federales mexicanos de ese entonces. Mientras que muchos de sus colegas eran de humilde extracción, se decía que él contaba con su propia fortuna. Aunque sólo tenía tres años de trabajar como policía federal antes de ser asignado a Ciudad Juárez, se había ganado la reputación de ser un domador de pueblos en las conflictivas comunidades fronterizas cercanas a la costa del Golfo.  Pudo encarcelar  al Greñas, junto con 12 de sus hombres, después de pasar por las mascotas del narcotraficante: una boa, un tigre y varios cocodrilos. Esa aprehensión lo llevó a alturas insospechadas.

Con estos antecedentes adquirió notoriedad y épica al detener a uno de los más peligrosos narcotraficantes del país, Miguel Ángel Félix Gallardo, a varios comandantes y al ex director de la Interpol, Jorge Miguel Aldana Ibarra. Perseguía a unos carteles y amparaba a otros. Así, ocupó diferentes plazas en Monterrey, Nuevo León; Ciudad Juárez, Chihuahua; Guadalajara, Jalisco; Tuxtla Gutiérrez, Chiapas y en Cancún, Quintana Roo, donde estableció contacto con los principales narcotraficantes de México, pero de manera especial con los hermanos José, Juan y Humberto García Abrego, jefes del Cártel del Golfo, aunque antes sirvió a Amado Carrillo Fuentes, cuando éste aún no se consolidaba como el Señor de los cielos.

Este tipo de relaciones le permitieron cobrar cientos, miles y millones de dólares por concepto de protección a los diferentes capos de las drogas en el país, aunque su primer trabajo importante lo llevaría a cabo el 24 de abril de 1987.Al respecto, Calderoni dijo que él sólo cumplió en la ejecución de un importante operativo para capturar a Pablo Acosta Villarreal, alias el Zorro de Ojinaga o el Pablote, pionero de lo que al paso del tiempo se transformaría en el Cártel de Juárez.

Sin embargo, trascendió que Amado Carrillo Fuentes, le había pagado tres millones de dólares para que asesinara al capo, de quien se dijo que había muerto durante un enfrentamiento al resistirse a su captura. La autopsia reveló que había sido muerto de un balazo en la cabeza, a manera de tiro de gracia. Con su muerte, Amado Carrillo ascendió en jerarquía dentro de la organización, pero aún le estorbaba su jefe Rafael Aguilar Guajardo, excomandante de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad y de la Policía Judicial Federal. Este fue asesinado el 12 de abril de 1993 y el 31 de enero de 1994, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, murió acribillado el comandante Aguilar Garza. En ambos crímenes se mencionó su participación, a pedimento de Amado Carrillo Fuentes, para “limpiarle” el camino.

No obstante las circunstancias extrañas en que murió el Zorro de Ojinaga, para los protectores de González Calderoni, fue un triunfo inobjetable. González  Calderoni el 5 de julio de 1989 detuvo al comandante Rafael Chao López, posteriormente al también comandante Frank Miller y luego al exdirector de la Interpol, Jorge Miguel Aldana Ibarra.

Pero su triunfo más sonado fue sin duda la detención de Miguel Ángel Félix Gallardo, el Padrino; capo de capos de la mafia, realizada el 18 de septiembre de 1989. Se dijo entonces que se había dado una más de las traiciones de González Calderoni. Félix Gallardo fue detenido el 18 de septiembre de 1989, por González Calderoni. A través de los años, entabló relaciones con Félix Gallardo e incluso, aunque González Calderoni lo negó siempre, llegaron a ser compadres. Ello, en su momento, le dio mayores libertades al capo para operar a gran escala y sin problemas.

Como ocurre en la captura de los grandes narcotraficantes, el gobierno estadunidense presionó al mexicano para que fuera capturado Félix Gallardo. La orden fue dada por Carlos Salinas de Gortari y la recibió Enrique Álvarez del Castillo y éste a su vez, quien sabía de las relaciones de González Calderoni, lo llamó y le ordenó que se valiera del compadrazgo para llegar hasta el capo, a la vez que le advirtió que se trataba de una orden presidencial, por lo que no podía fallar.

Paradójicamente, tan sólo una semana antes de su captura, Félix Gallardo había compartido el pan y la sal con la plana mayor de la Policía Judicial en  un  restaurante de la Zona Rosa. Con más de un centenar de hombres, el 6 de abril de 1989, salió a Guadalajara, Jalisco, concretamente al fraccionamiento Los Arcos, llamado irónicamente por los lugareños como Los Narcos. Acordonó el lugar. Rodeó la residencia de Félix Gallardo y tomaron la casa por asalto. Ante el exceso en las acciones, Félix Gallardo reclamó airado al comandante quien le dijo: “Compadre, me va a perdonar, pero se trata de órdenes del presidente. Hay presión de los gringos y no hay de otra. Así es de que me lo voy a jalar”. Impotente y dolido por la traición, Félix Gallardo aceptó su derrota y sólo pidió que no tocaran a su esposa. Para ello entregó 8 millones de dólares a su compadrito, quien no tuvo empacho en guardárselos y si bien no tocó a su comadre, si le permitió a su gente que ejecutara la viciada práctica del botín de guerra, apoderándose de todo lo de valor que encontraron en el domicilio.

Las exigencias habían sido cumplidas y como premio, se le designó director general de Operaciones Antinarcóticos. Fue a partir de ese puesto cuando entabló relaciones con funcionarios y elementos de la DEA, colaborando para detener a mexicanos y entregárselos vía fast track a las autoridades estadunidenses.

El 5 de julio de 1989 detuvo al comandante Rafael Chao López, posteriormente al también comandante Frank Miller quien operaba en Guerrero en el sexenio de José Francisco Ruiz Massieu la presencia del narcotráfico se intensificó y se convirtió en el primer productor de amapola del país, dos comandantes de la Policía Judicial Federal encargados específicamente de combatir el narcotráfico fueron detenidos por su misma corporación. Uno de ellos, Frank Miller, fue señalado en los testimonios del juicio que se tuvo lugar en Houston, Texas, para confiscarle a Mario Ruiz Massieu 9 millones de dólares. Miller afirmó que presenció cuando Mario Ruiz Massieu entregaba las ganancias de la droga, “en beneficio de José Francisco Ruiz Massieu”. Miller llegó a Acapulco como primer comandante de la Policía Judicial Federal. Meses después, González Calderoni, detuvo al exdirector de la Interpol, Jorge Miguel Aldana Ibarra.

Otra de las detenciones ilegales en la que no hubo el pedimento oficial a la Secretaría de Relaciones Exteriores ni a la Procuraduría General de la República, fue la de Oscar Lewys Ray. Este hombre, según el FBI, era uno de los 10 delincuentes más buscados en el mundo, acusado de conspiración, homicidio, asalto y uno de los miembros más sanguinarios del grupo racista Ku Kux Klan.

Su último “triunfo”, en julio de 1992, fue la captura del narco Juan Manuel Pineda Trinidad, uno de los siete barones de la droga más buscados en América, sin embargo su buena estrella comenzaba a eclipsarse. Los cambios registrados en la PGR y la llegada como procurador de Jorge Carpizo MacGregor, lo hicieron temer a González Calderoni por su estadía dentro de la dependencia, por lo que el 15 de octubre de 1992 solicitó licencia como comandante de la PFJ y se fue a Estados Unidos. Sus presentimientos tenían fundamento. El 12 de febrero de 1993 la PGR dio a conocer que se había girado orden de aprehensión en contra de Guillermo González Calderoni por el delito de falsedad en declaraciones de situación patrimonial y se dijo que la fortuna del ya entonces excomandante, ascendía a no menos de 400 millones de dólares, cifra que, obviamente, no hubiera podido reunir con su salario de policía, además de que poseía varios inmuebles y una empresa transportadora con una importante flotilla de tractocamiones. El 7 de febrero de 2003, un balazo atravesó la ventanilla del Mercedes Benz, de González Calderoni. Tenía mucho que decir al igual que muchos que hoy se quieren dar baños de pureza.

 

 

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