Gota a gota

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Del nacimiento apenas nos acordamos; la muerte apenas la intuimos.
Fortalecer el recuerdo y la intuición, jugar con los comienzos y los finales.
No hay comienzo. Yo era ya antes de ser concebido

A.   Šteger: “Poema”.

Sin duda, una de las tareas más complejas que ha tenido que llevar a cabo el régimen actual, ha sido darle concreción a la lucha en contra de la corrupción y la impunidad. En particular en lo que se refiere a ajustar cuentas a quienes fueron los corruptos de los años anteriores (los años del neoliberalismo), a menos que esa tarea se quiera comenzar con los corruptos mayores (los expresidentes de la república) y ya luego, con quienes fueron sus subordinados. Porque hasta hoy, lo que ha prevalecido en ese campo especialmente han sido los principios de la transición sedosa, de terciopelo, que hasta hoy han prevalecido y que se siguen aplicando hasta nuestros días, tratando de no incomodar a nadie.

Así, de dar risa, es lo que acaba de pasar con Ildefonso Guajardo, secretario de Economía con Enrique Peña y a quien se le acusa de enriquecimiento ilícito por la irrisoria cantidad de 9 millones de pesos, que virtualmente no representan nada de lo mucho que ese exfuncionario manejó mientras colaboró en el gobierno del expresidente. Acusación fácil de evadir y que ha dado pie a declaraciones (de él por un lado y de, Alito, presidente del PRI, por el otro) de acoso político, para evitar que tome próximamente posesión como diputado federal. ¿A qué, pues, entonces, está jugando la FGR, con este tipo de casos? ¿No se entiende que así, a quien ponen en picota en realidad es al régimen actual en su conjunto?

Hasta hoy, del cúmulo de funcionarios federales que caminaron las vías del neoliberalismo y todos los cuales, puede afirmarse, se ensuciaron las manos con el manejo ilícito de recursos públicos, son hasta básicamente tres los que están sufriendo acusaciones al respecto y sufren penas de diversa naturaleza: Rosario Robles, Emilio Lozoya y, ahora, Idelfonso Guajardo; los tres funcionarios de primer nivel cuyos ilícitos tienen una relativa significación, pero que no son nada, ante el cúmulo que representan todos aquellos recursos públicos que fueron saqueados a la nación impunemente durante los mencionados 38 años de neoliberalismo y que, sin consultas ni nada que se le parezca, sino tan sólo porque así lo establece la ley, debieran ser detenidos, juzgados y castigados por los delitos cometidos. Tan simple y tan sencillo como eso.

Seguir la vía que hoy se está siguiendo, suena más bien a ganas de dar carpetazo a asuntos que, me imagino suponen los responsables de la 4T, pueden manchar el proceso sedoso y terso que implica la transición que el régimen actual está empeñado en concretar.

          En efecto, no se trata de regresar al neoliberalismo, Se trata, sólo, de hacer cumplir la ley. Así de simple y de sencillo.

 

 

Herencias no deseadas

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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tengo ante los ojos una pared impenetrable
detrás de la cual sólo hay
otros 50 años de trabajo y espera
J. Bignozzi: “El sujeto de la izquierda”.

Quizá no sea tiempo ahora para hablar de las herencias, pero, por ejemplo, la violencia está allí, y se pasea galana por plazas y calles de las ciudades del país sin que nadie, hasta hoy, se atreva a ponerle freno real a sus atrevimientos y destemplanzas. Literalmente por todo el país ésa es una realidad que lastima y que, por obvia, nadie se atreve a ponerle nombre en concreto: “los cárteles”, “los forajidos”, los “malosos”, “los maleantes”, así les dicen, según la región de donde uno venga. En todo el país, hoy, la violencia vaga, insumisa, como si fuera una práctica tan común, antes, como ir a misa. Ella, hoy, puede llegar a la puerta de la calle donde vives para ajustarle las cuentas a un vecino que tú nunca supusiste anduviera en malos pasos o al chavo que se las “tronaba” pero nada más. Allí, a unos pasitos de tu casa, de la que ya no sales con confianza, porque, ¿y si te confunden?

Esa, la violencia criminal, que se ha convertido en vecinal en muchas ciudades del país, es hoy una realidad que se pasea oronda por múltiples lugares del territorio nacional y que caracteriza a éste como una zona de inseguridad marcada, en el cual el paseo tranquilo y cotidiano se ha convertido en una actividad cada vez menos practicada por los peligros que conlleva, en particular, aunque no sólo, para los jóvenes, para quienes la noche es un espacio destinado para la diversión y hoy, por lo común, es el ínterin en donde el disfrute sin límite del alcohol o las drogas se han convertido en las monedas de cambio en esas etapas de pleno desbarranque.

La actividad criminal mantiene sus territorios inconmovibles: pago de protección, tráfico de personas (particularmente, aunque no sólo, niñas y adolescentes) y, preponderantemente, venta y tráfico de drogas, sicariato, como actividades más visibles. Aunque, sobre ello, podrían escribirse volúmenes y volúmenes de historias (como ya se han escrito) que llenarían, esas actividades, verdaderas bibliotecas milenarias que en nada pudieran enorgullecer al género humano. Por el contrario, si algo habría que borrar de la historia de ese género humano es precisamente todo lo que tiene que ver con el narcotráfico y la violencia que genera.

Igualmente triste y deleznables son los asesinatos de los defensores de los derechos civiles y periodistas que suceden desde tiempo atrás en el país (Morelos, Colima, Chiapas, Oaxaca, estado de México, Michoacán, Guerrero, Sinaloa, Chihuahua) y que hasta hoy se mantienen impunes sin que la Fiscalía General de la República ni la Comisión Nacional de los Derechos Humanos hayan logrado frenarlos ni castigarlos y que, por lo tanto, están allí sin castigo, sin que nadie asuma la responsabilidad de perseguir a todos los culpables y castigarlos.

Herencias, pues, que existen y que sin duda van a pesar de aquí a tres años, si es que antes no se hace algo radical para que esas tristes realidades se borren del país.

 

 

¿Por qué no los cambios?

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Tú nunca has sido tú. En esta etapa se buscan soluciones.
Evita la clausura. Evita la respiración. En gran copia, verás. Tú nunca has sido tú
D. Dorantes: “Persona que tiene el cuidado de despertar a otras”.

Bien lo escribe, recién, don Atilio Boron (Con nuestra América, 3-VII-2021): “Cuando gana la derecha, la izquierda admite el veredicto adverso de las urnas; cuando gana la izquierda, la derecha apela al chantaje, al fraude o al golpe militar o institucional, ratificando por enésima vez que la derecha no es ni será democrática”, ése, su carácter antidemocrático, característico de ella, es lo que explica precisamente su resistencia al cambio y, por el contrario, su aferrarse al pasado, en donde, ella cree, se encontraba todo lo bueno del mundo.

Es decir, por ejemplo, ¿por qué hoy, entre nosotros, a los periodistas y opinócratas conservadores les cuesta tanto admitir que las reglas del juego entre gobierno y medios tenían que cambiar una vez que el gobierno cambió? No, no se trata sólo de las relaciones económicas que había antes (el chayote, las canonjías, las prebendas), sino también –algo muy significativo– la búsqueda de la verdad entre ambos, lo que conlleva la réplica y el cuestionamiento del uno hacia el otro para ver así en dónde, precisamente, se encuentra la verdad. Ello para nada implica –como argumentan falsamente los conservadores– limitar la opinión o censurarla; implica sólo saber quién tiene la razón, de qué lado está la verdad. Así de simple y de sencillo.

¿Por qué entonces los gritos y aspavientos de quienes hoy son cuestionados por el gobierno, señalándoles que sus dichos no son precisos ni exactos, y que por lo tanto tienen que rectificar para que nadie se llame a engaño? Escribir con la verdad, sobre todo en los medios, es esencial, pues mal que bien, todavía, esos medios se encargan, mucho, en construir las creencias de una buena parte de la población y a ésta le debe de servir, en mucho, saber en dónde, con precisión, se encuentra la verdad. Reconocer, pues, esta nueva forma de relación entre gobierno y medios no es fácil para aquellos que, de raíz, dado su carácter antidemocrático y conservador por ende, se oponen a la verdad y son así dados a la manipulación y la mentira, pues es a través de ellas que sus patrones –el capitalismo con todas sus caretas– ven satisfechos sus intereses espurios, y por eso, de allí, su resistencia a admitir las nuevas reglas, ahora, que ya no opera lo que antes era la perversa relación entre medios y gobierno. Por eso hoy, cuando el chayote terminó y está terminando el reinado de la calumnia, la manipulación (es realmente el colmo lo que se hizo con los padres de familia de los niños con cáncer) y la difamación, los beneficiarios antidemócratas de ello ponen el grito en el cielo y claman, como magdalenas, por ataques a la prensa libre y la libertada de expresión, por quienes resisten, según ellos, el autoritarismo del gobierno y zarandajas por el estilo.

El juego con la verdad en la plaza pública, era, entre los pobladores de la Grecia clásica, aparte de un ejercicio retórico de altos vuelos, una diversión para el común de la población, quienes escuchaban con atención las sólidas argucias de los cínicos, quienes así buscaban influir determinantemente en la elaboración de las leyes de la ciudad. Así, lo que sucedía en el foro, que era el espacio en donde se desarrollaban tales diálogos cargados de sabiduría, eran verdaderas escuelas para quienes acudían a escucharlos porque de por medio iba siempre el bienestar de la ciudad, como Pericles logró concretarlo en su época.

Es decir, espero que algún día los ásperos diálogos de hoy entre algunos representantes de los medios y el gobierno de la 4T adquieran el carácter de lecciones que tenían los diálogos entre quienes discutían en el foro público ateniense.

 

 

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