¡Si no votas no te quejes! Ah caray ¿y por qué no?

Arturo Sandoval
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“Las elecciones, a veces, son la venganza del
ciudadano. La papeleta es un puñal de papel.”
David Lloyd George.

Votar es un derecho voluntario. No votar es un derecho voluntario o, quizás imposibilitado por una enfermedad, por miedo a la violencia o por pura güeva.

Si usted votó por Morena este 6 de junio pasado y de repente se queja de que no hay agua en Iztapalapa, habrá quien le diga: “Tú votaste por Morena, entonces no te quejes”. Lo mismo pasará si usted vota por el PRI, PAN, PRD o por cualquiera. Sobrarán quienes le restrieguen en la cara: “tú votaste por ellos, entonces no te quejes”.

Bueno, estimado lector, si decide no votar o anular su voto, no se salvará de la cantaleta del “no te quejes”. Lo curioso es que esas personas se quejan de algo a lo que ellas mismas tienen derecho: votar, no votar, anular su voto y en cualquiera de estos casos: el derecho muy justo de quejarse cuando se le dé la re… gana.

Lo que usted o cualquiera haga este día de elecciones, no lo exenta de pagar impuestos y de cumplir con todas sus obligaciones como ciudadano o empresa. Incluso cuando usted va a la tienda o al súper, paga impuestos como el IVA o el ISR que cada producto o servicio trae en el precio. Al igual que si carga gasolina, tiempo aire, paga luz, gas, casetas de carreteras, internet, licencias de todo tipo, un curita y decenas de etcéteras. Y si le cobran de más o son violados sus derechos, entonces quéjese hasta que le revienten las venas del cuello; ese es el derecho ganado por un país demócrata, en vías de mejorar esa democracia a través del respeto al derecho ajeno, so pena de provocar unos buenos madrazos.

Haga lo que usted haga, será sin sentimiento de culpa, sólo ejercerá un derecho dado constitucionalmente. En lo personal, a mí se me da la gana ir a votar, pero si a la mera hora no quiero, de cualquier forma me seguiré quejando de injusticias, de malos servicios públicos, de la corrupción, del América; nadie me quita ese derecho. Pero también reconoceré las buenas cosas de los gobiernos, como los excelente programas sociales que junto con otras acciones del gobierno, de empresas responsables y de los ciudadanos nos darán un probable crecimiento de la economía del 2021 de, quizás, más del 6%. Y me quejaré del despiadado neoliberalismo ¿y por qué no?

Nota

Nada tan desestimulante para ir a votar, fue verle la cara a Lorenzo Córdova convocando al voto en anuncios de televisión pagados por el pueblo. Bueno, ya, basta de quejas.

 

 

De pena ajena: Chin, chin, el que no se ría

Arturo Sandoval
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“Un antídoto contra la cruda electoral”.

La reclusión obligada por la pandemia durante casi año y medio, ha dado tiempo de ir al refrigerador y a la alacena varias veces al día. No importa si se encuentran a 25 o 30 metros de distancia de nuestra “oficina en casa”. Apostar que usted y sus mascotas no subieron de peso y de medidas en la cintura, es perder de la forma más ingenua. No importa si usted sigue con su rutina acostumbrada de ejercicios desde hace lustros; la maldita báscula tiene toda la razón por más que discutamos con ella.

¿Qué es usted vegano? Eso está muy bien, se puede controlar mejor el peso al comer de esa forma. Pero, por favor no la joda. Por más vegano que usted sea, no es posible controlar el peso, cuando usted se mete más kilos de comida vegana al día de lo que necesite su cuerpo.

Hemos encontrado en el encierro, mayor tiempo de comentar anécdotas graciosas, chuscas, de pena ajena, que al recordarlas nuevamente, al igual que las últimas 20 veces  en tres años las repetimos en momentos en familia o sólo de pareja y nos despanzurramos de las carcajadas:

Carita inocente

“Oye mi amor, recuerdas aquella niña de carita verdaderamente angelical, que su mamá, una señora muy guapa, llevaba al Gymboree”.

“Ah sí, muy parecida a la de la serie La Niñera. Nos hicimos amigas un buen tiempo.

Por vida de tu madre, cuéntame lo que decía su bebita de dos años cuando se sentaba.

Jajaja; decía con su vocecita: Hay mi güevos, ay mis güevos. Jajaja, y su mamá se ponía súper roja de vergüenza cuando todas volteábamos a verla a punto de la carcajada.

Desde luego, al llegar a casa la mamá de la bebita iba con ganas de patearle los ídem al marido.

Hágalo usted mismo

Un matrimonio con meses de casados, llega a su nueva casa. A la semana notan una fuga de agua abajo del fregadero. El marido, presto en minutos trae toda su herramienta incluida la llave Stilson porque tenían invitados en la noche. Se pone su viejo y sucio pantalón de mezclilla con una camiseta jodidona. A los 20 minutos, la esposa se aburre, le informa que va a la tienda y tardará una hora. Ella al regresar, entra sigilosamente a la casa, deja dos bolsas en el piso junto a la puerta de la cocina. Ve al hombre recostado en el suelo con medio cuerpo bajo el fregadero. La esposa se pone en cuclillas sin hacer ruido, mete su mano en la entre pierna del tipo, le hace toqueteos con cosquillitas y le dice: “A ver a ver ¿de quién son estos huevitos, de quién son? El tipo como rayo cierra los muslos, saca el cuerpo con cara de asustado: la señora se da cuenta que no es su marido, es el plomero solamente. Al mismo tiempo, el cónyuge desde la puerta de la cocina había observado toda la tragicomedia sin tiempo de evitarla. Desde luego, el señor de la casa no pudo reparar el tubo y trajo a un plomero. En la noche, se oían en toda la colonia las carcajadas de los anfitriones y sus invitados al platicar la anécdota.

Tanto del plomero como de los invitados, era imposible evitar la pena ajena.

Dos de “antes de hablar”

Unos cinco amigos veinteañeros, en una esquina de la colonia, ven pasar a dos hermosas mujeres. Una mamá de la otra de 18 años. El amigo que recién se unió al grupo, dice: “Miren, qué par, la mamá está más buena que la hija”. Tres de los otros amigos, con los ojos saltones, voltean a ver al que dice: “Son mi mamá y mi hermana estúpido animal”. No le dio ni tiempo de pedir perdón, subió a su auto el convocante a mirar y se fue.

Ese grupo de amigos hacían sus viernes sociales cada semana en un restaurante. El dueño del local era parte del grupo. Se une un nuevo integrante, bridan, ríen, se la viven bien. Ese nuevo miembro ve pasar a una guapa mujer y presume su buen gusto al comentar a los otros: “ya vieron está… ísima”. De inmediato se para de su silla el dueño del restaurante y le dice: “qué te pasa imbécil, es mi esposa”. El recién bautizado cómo imbécil, se levanta y se retira con la cola entre las patas.

En las dos ocasiones, sin la presencia de los ofendidos, los demás integrantes del grupo al recordar cada incidente, se revolcaron de la risa por horas; no sin sentir pena ajena por los ofensores.

Qué pena… nieto

Nuestro expresidente normalizó la pena ajena y la corrupción, para convertirlas, según él, en culturales, con sus decenas de capítulos patéticamente cómicos. Entre ellos uno en el extranjero:

Justin Trudeau, Barack Obama y Enrique Peña, dieron a los mexicanos una extraordinaria vergüenza. La pena ajena  repiqueteaba en nuestros cerebros con clichés de señoras pedorronas de los 80: “Me quieeeero moriiiir” “Tráaagame tieeeerra”. Para resumir las decenas de memes y geniales dibujos de los cartonistas de los diarios, sobresale éste del artista don Antonio Rodríguez:

https://www.cartooningforpeace.org/en/dessinateurs/antonio-rodriguez/ 

https://rodriguez-cartoons.blogspot.com/

Aquí hay más:

https://www.recreoviral.com/risa/trudeau-obama-ignoran-a-pena-lo-trolean/

Estimado lector, ya va siendo hora de que nos envíe sus anécdotas de pena ajena. Nosotros las publicaremos omitiendo los nombres reales de la prima del amigo o del amigo de mi prima. Envíela y ponga en asunto: “Anécdota de pena ajena”:   Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Nota

Probablemente quienes lean este texto ya estén vacunados contra el covid 19. Esto ayudará un poco como vacuna desintoxicante de política electoral… qué así sea.

 

 

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