Fernández de Cevallos, Muñoz Ledo y López Obrador

Pedro Echeverría V.
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1. Obviamente: Diego Fernández de Cevallos, el panista jefe de la derecha mexicana desde hace 30 años; Porfirio Muñoz Ledo, el ideólogo del PRI, representante de la posición política  de centro desde los años setenta, Andrés Manuel López Obrador, partidario de la socialdemocracia desde 1988, no son iguales. Cada uno de los tres tiene una ideología y un proyecto político que buscan aplicar desde hace décadas. Sus cientos de discursos y declaraciones los han usado para tener contentos a sus seguidores, pero sus ideologías o formas de ver el mundo –como sucede a todos– apenas pueden cumplirse en parte.

2. Siguiendo atrás al conservador o derechista Fernández de Cevallos, están los 50 dirigentes panistas distinguidos del partido, la parte más granada de los empresarios, así como los medios de información más connotados del país; así como seguramente la plana dominante de la alta clerecía. Con su autoridad en discursos y declaraciones regaña, refunfuña, embiste, se impone como un dictador que arrasa con todo. Me parece un pinche papá regañón que hace temblar a los hijos mediante gritos destemplados. Donde habla Cevallos se hace un silencio sepulcral porque saben que cualquier ruido le provoca disgusto. Recuerdo el “cállense” que gritó a los diputados cuando leía su discurso de la quema de boletas.

3. ¿Qué dice Diego? Una serie de frases cerradas que impone como si fueran la única verdad a sus oyentes como si fueran retrasados mentales. Para él, como para todos los panistas, la democracia no es igualdad sino respeto a los hombres del capital y sus empresas; por el contrario, los trabajadores tienen la obligación de cumplir con el patrón para no ser acusados de estar violando la ley y ser castigados. No hay discurso alguno donde no defienda a los empresarios y a los líderes derechistas, tampoco alguno en el que no justifique al sistema capitalista. Sus alumnos aventajados son los dirigentes del PAN nacional, los candidatos de ese partido, así como el expresidente Felipe Calderón y su esposa.

4. Por otra parte, Muñoz Ledo, destacado dirigente del PRI, es el par de Diego panista en la política, sólo que con un discurso no autoritario, centrista, aunque muchas veces muy fantasioso con el fin de presumir sus conocimientos y experiencias.  Ha ocupado más de 30 cargos políticos de gobierno y de dirección política en el PRI, PRD y Morena.  Nació en 1933 y es más viejo y colmilludo que Diego con 80 años.  Ser del centro político permite jugar manipulando a la derecha y la izquierda, como muy bien lo hizo Adolfo López Mateos  (1958-64) al no romper en 1962 con Cuba y al estar bien con Estados Unidos. A pesar de sus continuos giros, en el PRI, con Vicente Fox, en el PRD y en Morena, aún le quedan algunos admiradores del PRI. Hace algunos meses escribí un artículo sobre él.

5. López Obrador, con sus 67 años de edad, aún no ha dado bandazos políticos; en el PRI –su primera militancia– se mantuvo con mucha honestidad. Al ingresar al PRD junto a Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo, se convirtió en su presidente, poniendo la honestidad en primer lugar. Luego logró asumir la jefatura del gobierno del Distrito Federal y de allí realizó tres campañas presidenciales, sufriendo gran fraude en la primera y venciendo en la tercera para obtener la Presidencia de la República. Se le califica de socialdemócrata porque sigue la misma línea de la socialdemocracia (1889/1914) que ponía en primer lugar las elecciones y las reformas al sistema capitalista. Esta socialdemocracia ha triunfado electoralmente en unos seis países europeos nórdicos avanzados.

6. Dentro de la socialdemocracia europea habían corrientes, entre ellas la de Lenin, Rosa Luxemburgo y otras, que buscaban transformar el reformismo capitalista de la socialdemocracia en lucha revolucionaria, sobre todo en Rusia y en Alemania.  Esa socialdemocracia nunca estuvo de acuerdo con las revoluciones porque sólo defendía las pequeñas reformas pacíficas. Marx murió en 1883 y Engels estaba ya muy viejo para influir con sus ideas en la socialdemocracia. López Obrador nunca ha sido de izquierda, incluso lo ha dicho; la clasificación que le queda es la de los dirigentes alemanes Berstein y Kaustki; nunca la de los izquierdistas Marx, Lenin o Rosa. Por eso el miedo de la derecha a AMLO no es por su ideología, sino porque no pueden robar como antes, aunque hay muchos que lo siguen haciendo. (1/VI/21).

 

 

La guerra de casta de Yucatán: Rebelión    
contra el racismo blanco, despojador de tierras indias

Pedro Echeverría V.
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1. El investigador Germán Castro ha publicado: “Relámpago y perdón: La guerra de castas en Yucatán” en La Jornada.  En su muy interesante trabajo nos narra en 18 puntos las condiciones políticas que dieron  lugar a esa guerra entre clases, pero también la intervención de Justo Sierra O. Reilly como abogado. Este personaje –Sierra O. Reilly– cumplió una misión muy nefasta, pues  como señorito con título, al servicio del gobierno yucateco y de las clases poderosas, solicitó la acción directa en naciones poderosas ofreciendo el dominio y soberanía del país a la nación que tome a su cargo salvarla. Entregó comunicados en Washington, Madrid y Londres.

2. La realidad es que los indígenas de Yucatán y los de la región que hoy pertenece al territorio de Quintana Roo estaban siendo saqueados en tierras, milpas, solares y algunos bienes, por los blancos que se creían hijos directos y herederos de los conquistadores españoles. Por décadas los indios identificaron como “blancos” a los personajes que –mediante la violencia bruta– se quedaban con sus tierras. Los gobernantes de Yucatán, llámense Méndez o Barbachano, eran representates de los hombres más ricos y poderosos de Yucatán de Campeche que esos días también lograba su separación.  Esa escisión de Campeche de Yucatán tuvo relacionada con la guerra.

3. Me parecen interesantes las apuntaciones del investigador sobre la traición del indígena José Antonio Hay, sobre todo la demostración de las firmes convicciones de Cecilio Chí. Pero lo que siempre hay que subrayar fue la tembladera, el terrible miedo, que se desató entre los blancos de Mérida que “en cada casa tenían a su servicio al menos a 10 mayas”. Por ello las gestiones desesperadas de Justo Sierra ante las poderosas naciones del mundo para venir a salvar a Yucatán de los “indios salvajes”, fue aplaudida como obra de un héroe. Hoy inclusive –para mí condenable– que en el pequeño parque que está frente al mercado principal de Mérida  hay una placa que aplaude a los blancos de esa guerra.

4. Desde esa gran guerra o rebelión indígena de mediados del siglo XIX, Yucatán, Campeche (desde 1850)  y Quintana Roo (desde 1901, cuando el Ejército porfirista masacró a los últimos indígenas de la guerra de casta) esta región de tres estados fue pacificada y sometida. Todos los gobiernos, desde entonces, robaron, mataron, extendieron la corrupción, (y lo siguen haciendo) siendo el silencio sepulcral de la población el dominante.  ¿Cómo los priistas, los panistas y perredistas, como gobiernos y partidos, lograron pacificar a miserables campesinos, pescadores, petroleros, dejándolos sin protestar?  A mí la investigación de Germán Castro me “encantó”, me ayudó a entender, sobre todo a pensar más sobre su la historia. (6/VI/21).

 

 

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