El Comando Sur con rostro de mujer

Rafael González Morales / Contexto Latinoamericano
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La generala de tres estrellas del Ejército estadunidense, Laura Richardson, ha sido nominada por Joe Biden para desempeñarse como jefa del Comando Sur y también será promovida a generala de cuatro estrellas. Sería la primera mujer en ocupar esa responsabilidad y la tercera fémina en la historia de Estados Unidos en ostentar ese grado militar. Solo tendría que ser aprobada en el proceso de confirmación senatorial.

Richardson tiene 35 años de servicio en el Ejército y su formación es como piloto de combate. Durante su carrera, también le han sido asignadas tareas como ayudante militar de un vicepresidente estadunidense y enlace para temas legislativos entre el Congreso y el Pentágono. Desde mediados del 2019 y hasta la actualidad, se ha desempeñado como comandanta del Ejército dentro del Comando Norte de Estados Unidos que tiene como misión fundamental “defender y proteger el territorio continental”.

Desde ese cargo, ha tenido que dirigir a las fuerzas militares que participan en el enfrentamiento a la covid-19 en esa nación tanto en aseguramientos logísticos como en el proceso de vacunación. También ha sido la principal responsable de liderar las operaciones militares desplegadas por el Ejército en la frontera sur como parte de las políticas migratorias promovidas por Donald Trump. Dentro de sus responsabilidades han estado la organización y adopción de medidas de contingencia y recuperación ante el impacto de desastres naturales que han azotado a esa nación, en especial, los huracanes.

Por lo tanto, las últimas misiones acometidas por la generala Richardson coinciden con tres áreas consideradas estratégicas por el gobierno de Biden y que tienen una expresión regional: el enfrentamiento a la pandemia, la migración ilegal y las consecuencias del cambio climático. El Comando Sur es una institución clave en el manejo de estas temáticas que, a su vez, son calificadas como amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos.

Dada la creciente complejidad de estos desafíos en las circunstancias actuales, esta estructura armada estará en el epicentro de la estrategia estadunidense hacia América Latina y el Caribe. El contexto hemisférico sugiere que prevalecerá la continuidad del proceso de militarización de la política exterior de Washington y con esta administración se visualizarán tanto los componentes “duros” del poderío militar como sus expresiones más “suaves y seductoras” alineadas con la retórica y la práctica del “poder inteligente” en su versión en tiempos de covid-19.

Estas últimas, podrían manifestarse de múltiples formas: con el despliegue de efectivos militares montando hospitales de campañas de conjunto con autoridades locales en determinadas áreas de nuestra región; personal médico del Ejército asistiendo directamente a las personas como parte de periplos del buque hospital USS Confort o en acciones de capacitación y entrenamiento en “asistencia humanitaria” a los cuerpos armados del área.

Sin lugar a dudas, una mujer liderando estas misiones en el Comando Sur es funcional a una visión más atractiva e inteligente de proyectar el poderío militar en América Latina y el Caribe en un momento en que el liderazgo del Pentágono está revisando su Postura Estratégica que implica un replanteamiento conceptual, organizativo y operativo del rol de los Comandos militares de Estados Unidos a nivel global.

Richardson nació en 1963 en el estado de Colorado en una familia de clase media. Su padre era médico y motivó a su hija en la práctica del deporte desde muy temprana edad. Por esta razón, Laura a los cuatro años comenzó a tomar clases de natación y llegó a convertirse en campeona desde las categorías infantiles hasta el nivel universitario. Paralelamente, con tan solo 15 años dio sus primeros pasos en cursos de aviación en el Aeropuerto Metropolitano de Rocky Mountain. A los 17 años, obtuvo su licencia de piloto.

De acuerdo a una entrevista que concedió en el 2007, su abuelo paterno fue la figura más influyente en su decisión de ingresar a las fuerzas armadas. En 1986, comienza su carrera militar en la división de aviación del Ejército y piloteó los helicópteros UH-60 Black Hawk. A los 25 años, inició su misión en Corea del Sur al frente de una compañía de pilotos. En esa estancia en el exterior que se extendió desde diciembre de 1987 hasta septiembre de 1991, conoce a su actual esposo James Richardson, quien era piloto y en estos momentos es también general de tres estrellas del Ejército.

Durante la década de los 90, fue promovida a varios cargos y ascendida hasta el grado de mayor. Entre 1999 y 2001, se desempeñó como ayudante militar del entonces vicepresidente Albert Gore, quien fue posteriormente el candidato presidencial demócrata en las controversiales elecciones del 2000. Durante la campaña, Richardson acompañó en sus viajes a Gore al ser la máxima responsable de la logística de su transportación aérea.

En esta etapa, la militar experimentó dos eventos de significación: fue testigo desde su posición de la intensa vida política de Washington a un alto nivel y vivió unos comicios que culminaron con el fraude electoral de Florida despojando así de la victoria al candidato que ella debía asistir y proteger.

Después de esta incidencia en el escenario político, entre 2002 y 2004 fue designada como comandanta del batallón de asalto aéreo del 101 regimiento de la aviación y cumplió misiones combativas en Iraq ostentando el grado de teniente coronel. Posteriormente fue promovida como planeadora de campañas militares en la oficina del vice jefe de operaciones del Ejército en Washington, DC. En junio del 2007, cursó estudios de Maestría en Estrategia Nacional y fue ascendida a coronel. A finales del 2009 y durante aproximadamente dos años, se desempeñó como jefa de la división de enlace del Senado con la Secretaría del Ejército durante el primer mandato de la administración Obama. En esta ocasión, se involucró nuevamente en la política pero no desde una posición de simple espectadora sino que era un actor más dentro del complejo proceso legislativo. Al terminar esta asignación, fue ascendida a generala y en el 2013 cumple misión en Afganistán.

Al regresar a Estados Unidos, ejerce a partir del 2014 como jefa de los enlaces legislativos de la oficina del secretario del Ejército con el grado de mayor generala. Durante la etapa de Obama, estuvo prácticamente más de cinco años trabajando en temas esencialmente políticos. En el 2017, es ascendida a generala de tres estrellas y fue nombrada como subcomandanta del Comando de las Fuerzas del Ejército que es el más grande de Estados Unidos al agrupar más de 770 mil efectivos. En el 2018, se convirtió en la primera mujer en dirigir esa estructura militar. En julio del 2019, fue nombrada comandanta del Ejército en el Comando del Norte convirtiéndose en la primera fémina en ostentar ese cargo. Desde esta responsabilidad, Richardson se ha involucrado activamente en tareas vinculadas a la pandemia coordinando con el Departamento de Salud y Servicios Humanos y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, así como en la temática migratoria a partir de la militarización incrementada de la frontera sur.

Teniendo en cuenta el escenario político actual tanto en Estados Unidos como a escala regional, la designación de la generala Richardson no se reduce simplemente a la planificada y habitual rotación de los mandos estadunidenses por los Comandos unificados. Esta decisión está marcada por un enfoque estratégico sobre cómo debe emplearse con mayor efectividad el instrumento militar en América Latina y el Caribe en el contexto de una pandemia con impactos devastadores para la región. En esencia, nuevos retos y desafíos se nos plantearán para enfrentar el proyecto de dominación que siempre ha tenido Washington a partir de su concepción monroísta de que somos su “patio trasero”.

 

 

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