El México nuevo no termina de nacer
y el viejo se resiste todavía a bien morir

Ricardo Bravo Anguiano
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¡Qué problema tan grande! Me imagino que pudiera ser como el dolor de parto. De lo que conozco, en el campo, la semilla que se siembra “tiene que morir”, para dar vida a una nueva planta. Hay muerte y vida al mismo tiempo. En este proceso de embarazo, de “transformación”, que los mexicanos estamos viviendo, “lo viejo” debe morir: la corrupción, la impunidad, el contubernio entre autoridades y empresarios, entre gobierno y delincuencia, etcétera, para dar paso a “lo nuevo”: una sociedad que pretende el desarrollo socioeconómico, con valores humanos y justicia social. Para el nacimiento de un ser humano se necesitan nueve meses de gestación, ¿para el de una nueva sociedad, cuánto tiempo se requiere?

Es entendible que, en este momento, solo hay dos opciones: “los que están por el cambio” y “los que se oponen a él”. Los que apoyan la Cuarta Transformación (4T) y los que obstaculizan su avance; así es la “polarización” en que vivimos. No hay medias tintas. Conforme a la “dialéctica social”, solo hay que escoger, entre: los que están con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los que están contra él. Así nos ha confrontado la realidad histórica que nos heredaron los gobiernos anteriores. No es nada raro lo que está ocurriendo, cada vez que se emprenden grandes transformaciones, es natural que haya inconformes que protesten y se manifiesten, máxime cuando se les afectan sus negocios mal habidos. Están en todo su derecho.

Si por cuestiones prácticas de análisis dividiéramos a la sociedad mexicana en tres grupos sociales, encontraríamos que: uno, reducido, quizá con un 10% de la población es propietaria de alrededor del 60% de la riqueza nacional; un 40%, gente de clase media, tiene un 30%; y, el restante 50% de ciudadanos que forman la clase pobre, posee solo el 10% restante del producto nacional. Son desigualdades abismales que se fueron forjando intencionalmente, de manera conjunta y descarada por gobernantes y empresarios corruptos a través de las últimas décadas.

Una parte importante de los adversarios de la 4T, son ese 10% de la población, que en su mayoría hicieron fortuna al amparo del Estado –o por herencias que recibieron o que disfrazaron–, y que se oponen a las transformaciones que están ocurriendo. Patean desesperadamente el huevo que ellos mismos germinaron, para que no nazca el “México nuevo”, y defienden a toda costa los privilegios que disfrutaron del tráfico de influencias en el pasado.

A ese grupo opositor a AMLO, se les ha unido parte del 40% de la “clase media”, que recibió servicios médicos, se educó, y prosperó con los programas sociales de los gobiernos de la Revolución mexicana, y que ahora exige mayores beneficios; y, por lo tanto, se opone a que el gobierno atienda primero a los pobres del campo y de la ciudad. ¡Qué insensibles y envidiosos!

Al presidente lo acusan de que dividió y polarizó a la sociedad; pero, cuando él llegó al poder, ya estaba en esa situación. Lo que hace en cada conferencia mañanera es recordarnos, cómo estaban las cosas en el pasado, para poder apreciar lo que ahora él está haciendo, “por el bien de todos”, hasta por los ricos. Recuerdo haber escuchado a algunos empresarios opositores, que previo a las elecciones presidenciales del 2018 decían, que si AMLO ganaba se irían del país, porque veían un panorama terrible: devaluación, salida de capitales, inflación, violencia, saqueo de tiendas y supermercados por falta de alimentos, etcétera. ¡No ocurrió nada de eso! ¿Dónde están ahora para ayudarles a llevar las maletas al aeropuerto, para que se vallan? Decían también, que estarían dispuestos a aportar dinero con alguien más, para mandarlo matar, en caso de que ganara. Lo cierto es que –hasta ahora–, no se han atrevido a hacerlo. 

¡No son tontos, son convenencieros! Necesitan presumir su riqueza entre familiares y amigos, de grupos sociales inferiores, para poder disfrutarla y para que los admiren; y, ¿dónde lo van a hacer, que no sea aquí mismo? En otro país rico, ni siquiera notarían su presencia porque no les importaría su vida. Así es que, no se irán de aquí; y, están en todo su derecho porque México es de todos; nadie los está corriendo. Solo se esperaría que entiendan el momento histórico de transformación que se está viviendo y se adapten –si quieren–, a las nuevas circunstancias en las que, seguirán disfrutando sus fortunas. Nadie se las quitará, como los han asustado y engañado, diciéndoles que pronto estaremos en la pobreza como Venezuela o Cuba. Así que, no hagamos más doloroso “el parto del huevo social”, que por naturaleza así lo es. La dialéctica de la vida nos enseña, que: lo viejo tiene que morir, para que pueda nacer, lo nuevo.

En cada una de las tres transformaciones anteriores (Independencia, Reforma y Revolución) hubo guerra. Mucha gente luchó por sus ideales y hasta dio su vida para que las siguientes generaciones vivieran mejor. Ahora, nosotros, que de una u otra manera somos beneficiarios de los cambios por los que aquella gente luchó, estamos destinados, a hacer las transformaciones sociales, económicas y políticas de nuestro tiempo, sin violencia y sin hacer un solo disparo. Tú, ¿qué estás dispuesto a aportar, para lograrlo?

 

 

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