Mares y océanos: Dos siglos de olvido

* La dirigencia del México independiente perdió su conciencia marítima

Genaro Rodríguez Navarrete
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Se le atribuye a Sir Walter Raleigh la máxima: “Quien manda en el mar, manda en el comercio; quien manda en el comercio dispone de las riquezas del mundo y domina, en consecuencia, al mundo entero”.

Desafortunadamente, hay países que pese a tener una posición privilegiada en el orbe, no han reparado en el valor de dicha sentencia.

Tal es el caso de México, que ha ignorado históricamente, de modo inexcusable, su ubicación estratégica entre dos océanos.

El país azteca carece de una política y de una presencia marítima activa.

Por más de dos siglos, salvo raras excepciones, ha desdeñado la importancia de los mares.

Esta es una de las premisas clave que se exploran en el libro La talasopolítica mexicana, coordinado por Mónica Velasco Molina y Leopoldo González Aguayo, editado en dos tomos por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Se trata de una obra colectiva, con novedosos aportes, que deja al descubierto el proceder de México ante sus mares y océanos, en un amplio marco histórico que va desde tiempos prehispánicos hasta nuestros días.

Por talasopolítica se entiende a “la política sobre los mares”. En la perspectiva de Luis Dallanegra, es una rama de la geopolítica enfocada al estudio del mar, “las decisiones que se toman respecto de él, sus recursos, su ámbito como medio de comunicación, (y) como espacio vital”.

Velasco Molina y González Aguayo concluyen que en el México actual, “no existe interés oficial y tampoco privado” por los mares y océanos.

Situación contrastante con la época prehispánica y los 300 años de dominio español, en que se desplegó “una intensa relación con los espacios acuáticos y oceánicos”.

Auge de ciudades portuarias, pujante intercambio comercial, faros para orientar la navegación, son ejemplos del desarrollo de actividades relacionadas con la mar en el México antiguo. Así lo demuestran también los vestigios hallados en Teotihuacán y Tenochtitlán. Más aún, la cartografía compartida por Moctezuma a Hernán Cortés, lo confirma.

Durante la etapa colonial, la construcción de barcos y astilleros fue estratégica para comunicar a la Nueva España con el Viejo Mundo. De igual modo, la edificación de fuertes para proteger las posesiones españolas del asedio de franceses, holandeses e ingleses. Lo mismo la disposición de navíos para explorar el Pacífico y conectar con las Filipinas.

¿En qué momento y por qué se pierde esta tradición marítima? En La talasopolítica mexicana se explica que este ha sido el resultado de varias circunstancias, como la falta de conciencia sobre la significación del espacio marítimo entre los naturales de la Nueva España; las Reformas Borbónicas; la destrucción de la infraestructura en el contexto del movimiento de Independencia; y la inestabilidad política y económica prevaleciente en el siglo XIX.

Fue patente que los independentistas, liberales o conservadores, encargados de diseñar un nuevo país, carecieron de sensibilidad marina.

Los casos de Maximiliano de Habsburgo y Porfirio Díaz fueron excepciones a la regla. En efecto, durante la época del imperio de Maximiliano I, el único gobernante marino que ha tenido México, se delineó un proyecto que pretendía colocar los cimientos de una industria marítima robusta.

Parte de los planes se retomaron en el porfiriato, al contemplarse la habilitación de puertos de altura y cabotaje, la compra de buques de guerra y guardacostas, a fin de fortalecer la seguridad de los litorales y la formación de marinos.

Sin embargo, con el derrocamiento de la dictadura y el inicio de la Revolución de 1910, no hubo continuidad en los esfuerzos.

Y en el periodo posrevolucionario, apenas despuntaron algunos destellos en los sexenios de Ruiz Cortines (con la bandera de la “marcha al mar”) y López Mateos.

Pero es un hecho que “la dirigencia del México independiente perdió su conciencia marítima”, suscriben los académicos.

Ahora mismo, y como consecuencia de esa herencia, no hay programas específicos para el desarrollo de una marina mercante y de guerra, desde un punto de vista geopolítico y estratégico.

En medio de una crisis sanitaria, económica y de seguridad, el sector carece de financiamiento, infraestructura portuaria y flota propia. El entorno es poco propicio para detonar cadenas productivas o incentivar la capacitación y adiestramiento de recursos humanos.

Los autores de La talasopolítica mexicana esperan provocar un extenso debate sobre la problemática de los mares, con la intención de elaborar una política de gran calado.

La publicación de la obra que aquí se presenta fue patrocinada por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA), de la UNAM, en el marco del proyecto de investigación titulado: “El poder geoestratégico y la seguridad de México a través de los mares y océanos. Un olvido de más de doscientos años”.

En el primer tomo se registran contribuciones de Mariana Favila, Linda Rosa Manzanilla, Carlos Conover, Aban Flores, Emiliano Ricardo Melgar, Rafal Bartlomiej, Jorge Victoria, Guadalupe Pinzón, Vera Valdés y José Eusebio Salgado.

El segundo volumen contiene análisis y reflexiones de María Cristina Rosas, José Alberto Rodríguez, Hugo Javier Buenrostro, María Fernanda Paz, Arturo Ortiz, Gabriela Munguía, Osvaldo Becerril, Sara Quiroz y del marino Joaquín Dorantes.

Leopoldo Augusto González Aguayo y Mónica Velasco Molina. Coordinadores.

La talasopolítica mexicana 1.

UNAM, México, agosto de 2019.

Leopoldo Augusto González Aguayo y Mónica Velasco Molina. Coordinadores.

La talasopolítica mexicana 2.

UNAM, México, agosto de 2020.

 

 

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