¿Por qué adiós al Estado?

Sergio Gómez Montero / Isegoría
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Harto de la tiranía de mis manos 
se deslizó al suelo
Dispuesto al campo sembrado de sus esquirlas 
N. Abada: “Loza y cristalería”.

La tendencia comenzó a ser manifiesta con Miguel de la Madrid y desde allí se incrementó, de acuerdo con lo que, entre otros, Friedman y Fukuyama recomendaban: reducir a su mínima expresión, a cuestiones puramente administrativas (burocracia pura, pues) la presencia del Estado en el gobierno, sin que interviniera, para nada, en cuestiones económicas, dejándole al mercado y a los monetaristas el manejo de tales cuestiones tan delicadas, según ellos. A partir de ese momento (de principios de los 80 hasta 2018) el neoliberalismo tuvo un reinado brutal (fundado en la corrupción y en los fraudes de todo tipo), a grado tal que ese año electoral (2018) la población del país explotó y dijo ¡basta! a los excesos cometidos por los gobiernos prianistas de esa época (y en particular el sexenio de Enrique Peña Nieto), de castigo total para la mayoría de la población del país.

Como se sabe, la herencia de esos años fue una debacle total tanto desde el punto de vista material, como espiritual y moral: un país destrozado física y espiritualmente, al que ha sido muy difícil levantar en dos años de un gobierno que, con pandemia y todo, ha tratado de impulsar nuevas formas de organizar a una sociedad muy golpeada económicamente, disminuida en lo moral y con poco ánimo para emprender las tareas de recomposición social que urge impulsar y que ha impedido, entre otras muchas cosas, que la presencia política del caudillo (AMLO) sea sustituida por una imagen plural (partido, organización de masas) que permita refractar allí el impulso masivo  que se necesita para levantar al nuevo edificio o red social que el país requiere para comenzar a ser otro, mucho más sano y más fuerte que aquél que heredaron los nefastos gobiernos neoliberales que nos gobernaron durante más de treinta años y que hoy buscan volver, a toda costa, en las próximas elecciones de 2021 (o cuando se pueda y como se pueda) con la nefasta e infame alianza PRI, PAN, PRD y Vamos por México (o México Sí, como gusten).

Nada, pues, de lo que políticamente hoy se disputa es gratuito; todo tiene dedicatoria, provenga de donde provenga. Así, por ejemplo, el empeño del INE por reducir a su mínima expresión la presencia de AMLO es una tarea tendenciosa (reducirle a como dé lugar votos a Morena en las elecciones próximas) pero inútil, porque esa presencia está arraigada en la conciencia nacional y si es que eventualmente se lograra, por ejemplo, cancelar las mañaneras ello operaría en sentido contrario, pues sólo serviría para fortalecer, vía el sacrificio, la presencia del caudillo, inútilmente sacrificado por el supuesto árbitro (que nada tiene de imparcial) electoral.

Por otro lado, la reversión que se intenta –propugnar porque el Estado tenga de nuevo una presencia rectora, moral y económica, en el gobierno de la 4T–, dando pasos como el reintentar que los órganos supuestamente autónomos e independientes (vendidos siempre al mejor postor) de la administración pública se reincorporen a su cabeza de sector, de la cual nunca debieron desprenderse, es un paso ineludible para darle así fortaleza a una nueva administración pública que opere realmente en beneficio del conjunto de la población y no de sectores privilegiados (y corruptos) de ella (esos que tendenciosamente se disfrazan de “sociedad civil”).

Así pues, paso a pasito, pero la Cuarta Transformación, duélale a quien le duela, avanza a paso firme.

 

 

La hora de los chacales

Sergio Gómez Montero / Isegoría
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Así transcurre el mundo de los hombres
Nunca se sabe

Quién sirve a quién
G. Pereira: “Somari”.

Nada extraño sucede. Sí, todo es parte de una sociedad que desde tiempo atrás alimenta en su interior el gusano de la descomposición social y que, cuando explota, uno cree que no es posible porque era, equivocadamente, otra la idea que uno tenía de esa sociedad. El american way of life es un verdadero monstruo de rostros diversos, uno de los cuales se mostró ayer (6 de enero) con toda crudeza en Washington, en las calles aledañas al Capitolio, mostrando sombrío el rostro de los chacales que viven en el interior de esa sociedad descompuesta que es hoy la del Estados Unidos de nuestros días.

No debe ser pues sólo Donald Trump el que cause temor, sino la existencia de un amplio sector de la población de Estados Unidos, representado por las hordas que ayer se manifestaron frente al Capitolio, tratando de revertir los resultados de un proceso electoral, realizado según esto con todas las de la ley (las, hoy se sabe, precarias leyes electorales), que otorgó el triunfo a Joe Biden y en contra del cual, el anaranjado Trump se opone aún hoy, a pesar de las evidencias que existen sobre los resultados de ese proceso electoral, haciendo surgir así, amenazadoramente, la existencia de ese otro Estados Unidos, chacalesco, de carácter conservador y fascista, dispuesto a todo tipo de excesos físicos violentos con tal de alcanzar sus fines: por ejemplo, un golpe de Estado para evitar la validez del proceso electoral recién realizado.

Mas lo preocupante no es sólo eso, sino que esa tendencia chacalesca y fascista mencionada es la que hoy alimenta, en el país, en México, las tendencias que se oponen a AMLO y la 4T, cuyo conservadurismo se emparenta directamente y cuyas tácticas y estrategia mucho tienen que ver con los fines que persigue la tendencia estadunidense mencionada, cuya finalidad es defender hasta sus últimas consecuencias al capitalismo salvaje que alimenta al neoliberalismo y que, regionalmente, se opone a que los pueblos de América Latina determinen, por sí mismos, su quehacer y su destino, como ya lo señalaba, desde el siglo pasado, el preclaro Mariátegui, quien no sólo propugnaba por la soberanía y autonomía de los pueblos de nuestra América (incluyendo México, claro), sino también por la urgencia de desprenderse de la tutela maléfica que venía del norte (Estados Unidos) y que nos tenía, y tiene, atados a un capitalismo ramplón y brutalmente voraz, como es el que ayer se manifestó precisamente en el país vecino del norte. Liberarse de esa tendencia es urgente, desde tiempo atrás, para los países de nuestra región, pues sólo así, estratégicamente, podremos llegar a ser verdaderamente libres y autónomos.

No en balde, pues, por eso es necesario volver a derrotar en todos sentidos, entre nosotros, en México, a quienes hoy defienden a toda costa el regreso a las épocas de las “benéficas inversiones neoliberales”.

Sí, libertad a todos para expresarse, para que así la verdad surja sin disfraces ni caretas: Trump defensor y propagador del nazismo estadunidense.

 

 

La difícil tarea de creer

Sergio Gómez Montero / Isegoría
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Esto nunca se acaba
A ti que en la bruma de la fe como un tonto
Ves el paraíso a costa de que tu vida se desmorone
F. Keita: “Poesía”.

Es difícil, sí, en cuestiones de política, creer, porque, en política, palabra que no se trasforma en acción es engaño o promesa falsa, como discurso de campaña repetido una y otra vez y nunca cumplido. Es cierto, la política comienza en la calle, en la plaza pública en donde la palabra se fortalece, porque es allí en donde se alimenta de realidad, para que, más allá del discurso y la ley, se transforme en obra o acción, y por allí comienzan los problemas, pues el acercarse a la realidad para así construir, el discurso no es lo mismo para todos: hay quienes se acercan a ella –a la política vuelta acción– desde el hartazgo (el 10% de la población en México) en contra del 90% que lo hace desde diferentes grados de carencia, y a menos que la visión de algunos oportunistas del 90% sea vendida a los que todo lo tienen en demasía, somos muchos, en exceso, los que carecemos de lo indispensable, y de allí entonces el por qué cuando la política se transforma en gobierno debe, por obvio, favorecer siempre a uno de los dos grandes sectores de la población: o a quienes todo lo tienen y siempre quieren más o a quienes apenas rebasan los índices de la pobreza. En este país no hay de otra, lamentablemente.

Hasta 2018, entre nosotros el gobierno privilegió al sector minoritario de la población y lo enriqueció en exceso, polarizando así el ingreso de una manera explosiva. Hoy, cuando después de ese año se comienzan a dar ligeros, muy ligeros cambios en el gobierno del país, para tratar de favorecer más directamente a los sectores más desfavorecidos de la población, con base en la consigna antigua de “Primero los pobres”, se conmovieron diversas estructuras sociales, lo cual, aunado a la crisis sanitaria de este año, han ocasionado el descrédito de muchos hacia el gobierno, pues notan que sus privilegios de antes –producto de una corrupción rastacuera y servil– se desvanecen y disminuyen, rompiendo así sus sueños de grandeza, que los mantenían en el limbo social, sin darse cuenta que también vivían en el infierno. Esa pequeña burguesía urbana, ilustrada a veces, es la que no entiende qué está pasando y se deja arrastrar por los gritos histéricos, a sotto voce algunos, otros a grito pelado, que, a trasmano, emite la burguesía nacional, que se resiste a aprobar las acciones de gobierno que se impulsan hoy, a menos que se vean directamente favorecidas con ellas.

Ese, pues, es el problema de la transición: resistirse o caer en el engaño de quienes claman de maneras múltiples y desde diferentes foros en defensa de sus intereses espurios, tratando de sabotear de continuo las acciones que buscan favorecer, insisto, a quienes menos tienen. Ese será el dilema continuo, pues, del año próximo, por lo menos hasta el primer domingo de junio cuando se conozcan los resultados de la elección y se sepa si, en efecto, la 4T va a seguir adelante a todo tren o si se verá frenada por los sectores conservadores de la sociedad.

En política, el 2021 será, sin duda, un año lleno de sorpresas para todos. Mientras, terminemos en paz este y que el próximo lo pasemos llenos de tranquilidad y felicidad, es el deseo de uno de los viejos de la tribu.

 

 

Pin It