Balances extremosos

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Ordenar los cadáveres para poder enterrarlos
página cuatro del catálogo de daños
V. Orozco: “Bitácora de daños”.

Luego de dos años, claro, el recuento de hechos se vuelve necesario, imponiéndose por sobre todas las cosas la catástrofe que no termina de pasar y que, con vacuna y todo, dice Hugo López-Gatell nos golpeará con fuerza en lo inmediato, de la misma manera que lo está pronosticando la Organización Mundial de la Salud (con una mención especial para México). Es decir, como se afirma en el libro Palabras para da pandemia: cem lados de uma crisi, publicado recién por el Centro de Estudios Sociales de Portugal, nuestra realidad catastrófica de hoy abre un panorama radicalmente distinto al que habíamos venido viviendo, que nos obliga a prepararnos para afrontar las nuevas realidades que se nos avecinan en todos sentidos.

¿Por qué dos años y por qué mejor no hacer el balance de los últimos cien años de la nación, para enterarnos a fondo de cuáles son las raíces verdaderas del país desmadrado que hoy somos? ¿Qué es lo que durante los últimos años han hecho los dueños del poder en este país para dejar a éste tan destruido y derruido? En ese sentido, dos años son nada para tratar de revertir los daños causados por 98 años atrás. Ese es el panorama que hay que analizar y no los dos años últimos de México con la pandemia encima. No se vale, si la tarea apenas comienza.

Eso, en principio, habría que señalarles a los críticos del momento de la Cuarta Transformación: su falta de perspectiva histórica; para ellos lo único que existe son los dos últimos años del país y no toda la carga histórica que hay detrás, que sin duda no va a necesitar de otros 98 años para revertirla. Sin duda, los próximos cuatro años mucho se podrá hacer; pero, sin duda, darle la vuelta a la realidad de México requiere una inversión de muchos años más y de medidas sociales mucho más radicales que las de hoy (díganlo si no las bodas de los González en Malinalco o el asesinato de un restaurantero de Polanco para birlarle cinco botellas de licor con un valor de un millón de pesos), pues una de las cosas que quedan claras con dos años de gobierno de la 4T es que en su estrategia no se contempla ni una planeación rigurosa de tareas de la administración pública ni tampoco un rompimiento brusco con los quehaceres que llevan a cabo los sectores productivos organizados del país: ni empresarios ni sindicatos. De allí entonces que la crítica hacia la 4T proviene, hoy, tanto de la derecha como de la izquierda porque para los primeros, lo hecho hasta hoy supuestamente afecta a sus intereses económicos, en tanto que para los segundos, hasta hoy en nada se ha modificado la estructura social del país.

¿Cuál es el paisaje después de la catástrofe –si entendemos catástrofe en su sentido original: fin de un estado de cosas–, qué nos espera después de la pandemia-sindemia, nuestra capacidad de resiliencia qué nos llevará a levantar en el futuro inmediato? Muchas son las interrogantes que ahora, después de dos años de gobierno, hay que contestar, tanto en el diálogo político, como, sin duda, en lo que es más importante: en nuestra vida diaria para que, lo que allí cayó, se levante de nuevo con más fortaleza, con el gobierno si es que estamos con él, como lo están más del 65% de los habitantes de este país; o con la oposición, si es que esos son sus deseos.

Nos estamos viendo, pues, en la lucha política de todos los días.

 

 

El peso de los discursos electorales

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Salimos del estado del venado muerto, el ojo atravesado por astillas de mediodía

(…) cruzado por la complicada respiración del cielo

M. D. Fraile: “Ahorcados de tinta”.

 

Cerca ya del final de este año, con la pandemia a todo lo que da, aunque vislumbrando el final del túnel con la vacuna a días de distancia, la situación política del país permanece sin muchos movimientos hasta hoy: todos, los actores visibles de ella, mantienen sin grandes variaciones los objetivos que desde tiempo atrás se plantearon, basados en las creencias que desde antes sostienen y que son las que, también desde tiempo atrás, han estructurado al país de una manera tan desigual y tan injusta. ¿Qué tanto nada cambia y todo permanece?

 

Mientras los poderes fácticos, en el país, sigan siendo los mismos es evidente que la situación se mantendrá relativamente estable dado que hay autos Lamborghini que pueden chocar en las calles de la Ciudad de México y quedar abandonados, que hombres que son asesinados para robarles cinco botellas de licor cuyo valor era mayor al millón de pesos, lo cual, sin duda, habla de los niveles de injusticia que se mantienen en el país, en donde la polarización de la riqueza –con todo y ataque a la corrupción y austeridad– se mantiene inalterada, pues sigue habiendo muy pocos que cada vez tienen más riqueza, frente a muchos (nosotros, sí, cada vez más) que apenas y con suerte tenemos para comer. ¿Qué ha cambiado, pues, entonces? Porque los ejemplos del auto y de los vinos se puede mencionar varias veces en diversos escenarios del país para ilustrarnos sobre la persistencia de la polarización de la riqueza, que a su vez se proyecta en la persistencia de los discursos ideológicos que son hoy predominantes a nivel político. ¿Qué hay en la actualidad en el panorama político del país?

 

Todo, finalmente, en política se reduce a dos visiones del mundo relativamente polarizadas. Por un lado, la visión dominante hoy (Morena y adláteres, incluyendo al Verde a pesar de San Luis Potosí), que sustentada aún en la figura de AMLO espera seguir manteniendo en el veintiuno aparte de una mayoría más aplastante que la actual en la Cámara de Diputados, conseguir varias gubernaturas más y las alcaldías más importantes del país, sin modificar para nada el discurso ideológico en el que se apoyan: aquel que surge desde los arcos de cantera y los patios y oficinas de Palacio Nacional: anticorrupción y austeridad (aunque cada día sean más vacuas e inútiles) a rajatabla.

 

Por el otro lado están, alineados en un solo frente, quienes anhelan hoy el retorno de los viejos tiempos, sin modificar para nada los mecanismos que precisamente hace dos años provocaron su caída estrepitosa del poder. Para ellos, el retorno a los esquemas neoliberales (por más desgastados que éstos hoy se encuentren) sería su objetivo de batalla, considerando que él garantizaría un voto estratégico: el de la pequeña burguesía que, creen (con razón relativa), es el que finalmente arrastra al voto de los pobres, que es el voto mayoritario.

 

Pero cuidado que allí viene el coco: este segundo bloque no espera el golpe que le van a dar una vez que, poco a poco, comiencen a surgir el cúmulo de tropelías y sandeces, y también los actores que estuvieron detrás de eso, de lo que hicieron Salvador Cienfuegos y Genaro García Luna. Esa mierda, en serio, los va a cubrir a todos, los va a inundar.

 

Con calma, hay que esperar los juegos tácticos de las elecciones próximas. Los poderes fácticos siempre han mandado.

 

 

 

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