Trump y Biden, sin grandes diferencias
en los temas militares y de la seguridad

Roberto García Hernández / Prensa Latina
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En medio de la contienda por la Casa Blanca entre el presidente estadunidense, Donald Trump, y el candidato demócrata, Joe Biden, poco se habla hoy de las posiciones de ambos contendientes sobre asuntos de seguridad y defensa.

A pesar de las diferencias entre ambas figuras en este asunto y del discurso del gobernante, que muchos expertos califican de ampuloso y agresivo, hay líneas de acción en que coinciden los dos.

Se trata de aquellos de los que depende el carácter hegemónico de Estados Unidos como superpotencia y sus intentos de imponer dictados a nivel global.

Una victoria de Biden en noviembre ofrecería la tentación de tratar de restaurar la imagen de Estados Unidos posterior a la Guerra fría “como un hegemón virtuoso”, destaca Ben Rhodes, exasesor de seguridad nacional del presidente Barack Obama (2009-2017).

En un artículo en el número correspondiente a septiembre-octubre de la revista Foreign Affairs, Rhodes asegura que sería un error volver a los fracasos de la política estadunidense después del 11 de septiembre, porque el enfoque de Trump hacia el mundo fue un desastre absoluto y Biden heredaría un país que abdicó de su papel de liderazgo y perdió su derecho a la autoridad moral.

En cuanto a las armas nucleares, ambos coinciden en que las fuerzas armadas estadunidenses deben tener un poderío atómico que disuada a sus principales adversarios de cualquier acción unilateral.

Durante un hipotético segundo mandato, Trump seguiría sus planes de continuar con pasos acelerados la modernización de los cohetes balísticos intercontinentales, así como los bombarderos y submarinos con capacidades para lanzar misiles balísticos con cargas atómicas. Algo similar piensa Biden.

En el plano de los acuerdos internacionales, Trump retiró al país del Plan de Acción Integral Conjunto de 2015 con Irán, entre otros instrumentos de alcance multilateral.

Biden mantiene la misma posición de Trump de evitar a toda costa que la nación persa adquiera un arma nuclear, pero al mismo tiempo ofrecería una vía diplomática, seguiría con las sanciones y trabajaría con Israel para que este pueda defenderse “contra el gobierno de Teherán y sus representantes”.

Por otra parte, Estados Unidos y Rusia analizan actualmente las opciones de extender el Nuevo Start, el último acuerdo de desarme y control de armas nucleares que mantienen ambas potencias.

El convenio, firmado en 2010 y que expira en febrero de 2021, limita el número de armas estratégicas de las dos partes a mil 550 cabezas nucleares y 700 sistemas balísticos en aire, tierra o mar.

Sobre el presupuesto para el Pentágono para los próximos cinco años, Trump ratificó que solicitará un gasto plano y consistente después de 2021, y su contrincante tiene opciones similares, aunque con algunas reducciones en este acápite, según informó recientemente al diario The Stars and Stripes.

Trump propuso para 2018 una cifra récord para los gastos de defensa de 700 mil millones de dólares, 716 mil millones en 2019 y 733 mil millones para 2020.

Ambos candidatos, aunque cada cual a su manera, coinciden en criticar las llamadas “guerras interminables” y prometen traer tropas estadunidenses a casa desde Afganistán e Iraq, aspecto en el que Trump intenta apurarse en las últimas semanas con vista a los comicios de noviembre.

Sin embargo, voceros del llamado establishment dan muestras de preocupación sobre el comportamiento de Trump en cuanto a la defensa del país, al igual que en otros aspectos de su polémica administración.

En ese sentido, alrededor de 490 exoficiales republicanos del área de seguridad nacional expresaron públicamente su apoyo en los últimos meses al aspirante demócrata a la Casa Blanca.

De cualquier manera, aunque resultan evidentes algunas diferencias en los mencionados asuntos entre Trump y Biden, mucho menores que en otros aspectos de política doméstica, ambos coinciden en la “necesidad” de mantener a toda costa el poderío hegemónico de Washington a nivel global.

No importa si para lograr ese fin, haya que violar las normas del derecho internacional o el mandato otorgado por quienes eligen al jefe de la Casa Blanca, que a su vez es el comandante en jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos. La historia lo demuestra.

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