Esto tiene que parar

José Blanco / La Jornada
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En Rage (Rabia), el último de sus 21 libros sobre el poder, Bob Woodward escribe: para Jared Kushner, yerno de Trump, Donald no está casado con la verdad. Pero Kushner, y sobre todo Trump, hallan en la exageración/distorsión abiertas una potente arma "normal" para agitar a la opinión pública. Interrogado sobre la propensión de su suegro a mentir abultando mil veces sus logros, Kushner responde: “La controversia eleva el mensaje”. Es claro, no significa “elevar” el nivel, sino abultar lo dicho.

En el desplegado “En defensa de la libertad de expresión”, suscrito por 650 ciudadanos, hay aristas de ese tipo de alegaciones “normales”. “La libertad de expresión está bajo asedio en México. Con ello, está amenazada la democracia”, dicen. Nadie está bajo asedio, a nadie se le manda callar, todos dicen lo que piensan, su propio desplegado es un testimonio más de ese hecho. En contraste, el presidente dijo en su Segundo Informe de Gobierno: “Desde Francisco I. Madero ningún presidente había sido tan atacado como yo”. Lo había dicho cuando el desplegado anterior, con menos firmas. Lo ha dicho muchas veces y de formas distintas. No es un mero decir, AMLO tiene una revisión histórica de su afirmación. El presidente se siente agraviado, pero según los firmantes debiera oír y no responder. Es, asimismo, el presidente más popular en muchas décadas: la mayor parte de los ciudadanos lo apoyan y sus políticas públicas están centradas en los más y los más pobres: no puede afirmarse que “la democracia esté amenazada”, ni que su forma de dirigirse a la oposición “agravia a la sociedad”; son los firmantes quienes se sienten agraviados, no la sociedad. Son afirmaciones abultadas.

De otra parte, el efecto buscado por los firmantes fue alcanzado: han “elevado” la controversia. Hace tres semanas, en este espacio, escribí que uno de nuestros “clásicos” identificó el efecto del rebote: lo que resiste apoya; aunque en los últimos tiempos se ha desvelado con claridad: ese flujo vale para los dos lados. El grado de la virulencia de los enemigos y adversarios de la 4T, de la oposición en general, deriva del oxígeno que les suministra el presidente al ocuparse de ellos tan asidua y punzantemente. Lo que hace el presidente es, también, “elevar” la controversia.

“Esto tiene que parar”, dicen los firmantes. Me temo que no va a ocurrir. Muchos de los firmantes –firma todo un arcoíris ideológico– estarán celebrando que la controversia siga y se “eleve”: desean fervientemente despedir a AMLO con la revocación de mandato o, al menos, que los morenos no continúen después de 2024. Les es indispensable continuar apaleando al presidente. Seguramente AMLO tampoco frenará. El principio número uno de los presidentes surgidos de las filas del pueblo, en todo tiempo y lugar, es la identificación clara de quiénes son los enemigos del pueblo, quiénes son los neoliberales, qué hicieron, qué no hicieron, qué hacen hoy mismo: a muchos de los firmantes el pueblo les es ajeno. La postura de identificar y señalar al conjunto “enemigo del pueblo” proviene de la brutal extrema desigualdad y pobreza, cebada en México en más de la mitad de la población. La “igualdad de los ciudadanos frente a la ley” es en todo tiempo y lugar una ficción jurídica y, en países como México, es también una falacia. El cariz de las ópticas ideológicas es muy diferente: así, esto no puede parar.

Muchos de los firmantes fueron oídos y atendidos profusamente durante largas décadas. Innegablemente. Es de ellos que han salido hacia las ondas hercianas calificativos e insultos de un color que nunca se ha permitido el presidente. Les resulta insufrible la transformación en marcha. ¿Es eso la democracia? Que su opción política de país haya sido derrotada, es intolerable. ¿Es eso democrático?

Es evidente, cada cual tiene su idea propia de la democracia; en la era neoliberal hubo una deformada y falsificada democracia electoral. Felipe el Oscuro, con la complicidad del Alto Vacío, se robó la Presidencia. Peña Nieto la compró a billetazos, con dinero de origen corrupto. ¿Qué democracia electoral es ésa? Con la 4T el fraude electoral en todas sus formas es ya un delito grave, crecen las formas de democracia participativa y una democracia de derechos sociales está en la Constitución y en los programas sociales públicos. La 4T persigue a los corruptos. Salinas hizo una reforma legal para que la corrupción dejara de ser delito grave; con esa reforma liberadora vivieron los neoliberales hasta el gobierno de Peña Nieto. Son gobiernos distintos.

Los firmantes hablan también del odio. Circula en la sociedad y los firmantes lo atribuyen al presidente. Circula en las redes sociales. Es verdad que ahí, personas con la educación que tuvieron asequible han insultado de modos altamente reprobables a algunos de los firmantes. Pero también ahí abundan las granjas de bots que llenan de oprobios al presidente. Todo eso es parte de nuestra realidad social y, seguro, no es AMLO quien la crea.

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https://www.jornada.com.mx/2020/09/22/opinion/017a2pol

 

 

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