La rebeldía espiritual y la Encíclica de “Francisco”

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Los estudiosos de los antiguos textos evangélicos aseguran que los dirigentes de las comunidades eran dueños de un espíritu rebelde: denunciaron la avaricia y los excesos de las clases comerciales, de los usureros y las acciones violentas contra los “despojados” de sus tierras, así como el lujo de reyes y sus cortes sostenidos por el trabajo de los esclavos. Todos los gastos, pues, con cargo al empobrecimiento de los “desposeídos” y en beneficio de codiciosos y corruptos.

 

El domingo 11 el papa Francisco difundió su Encíclica Social Fratelli tutti (Todos hermanos), en la que lo mismo arremetió contra el “dogma de fe neoliberal” que contra el “insano populismo”, deformación ésta de la que grupos cerrados son promotores por sus propensiones a “exacerbar las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población” y a buscar perpetuarse en el poder.

 

En el documento, el látigo papal restalló por igual contra los bandos, aunque los escasos medios informativos que le dieron difusión en nuestro país destacaron la parte correspondiente al neoliberalismo, en un espeso silencio que delató afiliaciones.

 

¿Son las reminiscencias de los viejos profetas rebeldes del Libro de los reyes? ¿Son los remanentes de los viejos pero vigentes “espectros” que no sólo se pasean por Europa sino por todo el mundo? ¿Marxismo sin opio? ¿Restos de espartaquismo? ¿Trotkismo? ¿O de plano un “chairo”? Pues no.

 

         Hasta los supuestos partidarios de la doctrina social cristiana se han de haber ajustado las antiparras (conservadoras) cuando el representante de millones de católicos en el mundo dio a conocer un documento que, ciertamente, está muy inclinado a realzar la figura de los “poetas sociales” (Bergoglio, dixit), esos que “trabajan, proponen, promueven y liberan a su modo” y con quienes “es posible un desarrollo humano integral, que implica superar esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos”. Y es que el Papa no pudo haber sido más claro: “Me permito repetir que la crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo”, dijo.

 

“Es más, parece que las verdaderas estrategias que se desarrollaron posteriormente en el mundo se orientaron a más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre encuentran la manera de salir indemnes”, agregó.

 

Previamente, el líder religioso sostuvo que “El mercado solo no resuelve todo, aunque nos quieren hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”.

 

Dos latigazos papales más, dignos de mención: “La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos” (México es testigo: con la pandemia, la deuda aumentó más de Un billón 510 mil millones de pesos, gracias a las acciones de los llamados “espíritus animales”, alcanzando ya los 12 billones 175 mil 600 millones de pesos), y…

 

El fin de la historia (Fukuyama, dixit) no fue tal y las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles. La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además, rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”.

 

En fin, que los vetustos espíritus rebeldes se asombrarían de que, pasados los siglos y con excepción de algunas etapas de la historia dignas de ser narradas, uno de los suyos plantó cara a un dogma pernicioso y devastador, en un documento por el que se pasearon (y no gratuitamente ni por casualidad), los “fantasmas” de Martin Luther King, Mahatma Gandhi y Desmond Tutu, además de, claro, San Francisco de Asís.

 

 

Sin ideas y desarticulados los opositores a la 4T


Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Sonámbula y desarticulada, la oposición al gobierno de la llamada Cuarta Transformación está exhibiendo además que carece de ideas. A poco más de dos años, el golpe provocado por la pérdida de los espacios de poder público se ha revelado cuando menos anestesiante. Grave.

El desplegado de los más de 600 “abajo-firmantes” ha sido la más depurada muestra de ese vacío que, en un contrasentido, en realidad se exhibe como un documento “anti-intelectual”, aunque se difundió como autoría de  “intelectuales”.

Redactado por algo semejante a almas histéricas y sufrientes, víctimas de “fantasmas”, resulta que “la libertad de expresión está bajo asedio” y con ello, “la democracia está amenazada” (lo que a la luz de los hechos es un homenaje involuntario a la escuela surrealista de André Bretón, más realista que este episodio, y un escándalo para tuiteros, facebookeros, youtubers, instagrameros, así como a los emergentes tik-tokeros y toda laya de supuestos influencers que, por lo visto, apenas se dieron por enterados).

Del “asedio a la libertad de expresión” sólo se pude decir que, a menos que sea parte de una broma esquizofrénica, las nuevas tecnologías han permitido que cualquier clase de bichos (comediantes en calidad de “analistas” políticos o comentaristas informativos, etcétera), se trepen a la carroza de esa garantía constitucional rayando en la chacota pueril y el insulto (son más amenazantes los algoritmos de los gigantes tecnológicos, como probó el caso de Cambridge Analityca y Facebook, que “las mañaneras”).

Y en cuanto a “la democracia” invocada en el anti-intelectual desplegado, es imposible no mencionar que ésta sólo ha servido como una fachada encubridora para colocar gerentes al servicio del poder económico antes que a gobernantes (la concentración de la riqueza no es precisamente un rasgo muy democrático, sino un signo muy tosco, grosero, de ficciones meritocráticas del homo economicus neoliberal).

En todo esto se ha llegado al grado de confundir el verbo “pendejear” con una idea o argumento para el debate, algo incluso despreciable para esos “Premios Ig Nobel” donde, según reportes de prensa, recientemente se galardonó a varios “científicos” que descubrieron la inutilidad de los cuchillos elaborados con mierda humana congelada (“no cortan”, fue la conclusión tras el endurecimiento fecal e investigaciones empíricas).

Pues bien, igual ha sido la inutilidad opositora frente a la 4T porque, además, ¿qué alternativa ofrece frente a las acciones de ésta, si no es el recetario de las últimas cuatro décadas que ha llevado al país a convertirse en un signo de sobrevivencia y violencia, tanto por los millones de pobres como por los cientos de miles de cadáveres?

¿Qué hay de “innovador”, además de la permisividad para el saqueo y la depredación que pomposamente denominan “Estado de derecho”? ¿Cuál es la propuesta para resolver la miseria y la desigualdad que generó la teología económica escudada en la “democracia”, esa que, imaginan, está amagada pero que impulsó monopolios, oligopolios, otorgó concesiones de bienes nacionales para toda la vida e hizo del país un enorme casino para la especulación financiera, paraíso para la evasión fiscal también?

Víctima de ella misma y de su desesperada falta de ideas, la oposición al presidente Andrés Manuel López Obrador ni siquiera ha intentado el sano ejercicio de la autocrítica de su insano pasado reciente. Sigue zombi (por lo demás, ya se sabe que con estos “no-muertos, no-vivos”, es imposible debatir nada).

El problema de los dogmas es justamente ese: las entendederas quedan atrofiadas, no se explora más allá y no permiten articular nada, sólo algún oportunismo para colgarse de banderas ajenas (como disfrazarse sin recato de supuesto paladín de las causas feministas, ambientalistas, etcétera).

 

 

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