Recuerdos de Arnoldo y el feminismo

Marta Lamas / Memoria
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No es fácil hablar de un personaje clave de la historia de nuestro país, como lo fue Arnoldo Martínez Verdugo. Entre sus varias facetas, voy a destacar una, tal vez de las menos conocidas: su talante feminista. Arnoldo encarna en su persona algunas  de las vicisitudes de la relación del movimiento feminista con la izquierda comunista. Aunque inicialmente a los comunistas les resultó muy difícil reconocer la legitimidad de nuestra lucha, la apertura de Arnoldo, ganada a base de arduos debates y del apoyo incondicional de Marta Recasens, logró importantes alianzas que ocurrieron en diversos momentos.

Arnoldo fue una figura destacada que sorteó, con gran altura de miras, una importante contradicción de la época: el rechazo de la izquierda latinoamericana al incipiente movimiento feminista. Las condiciones específicas de nuestro continente hicieron que las formaciones de izquierda privilegiaran la lucha por un sistema económico, político y social que combatiera la pobreza, la explotación y el autoritarismo. En un imaginario político ocupado abrumadoramente por la dicotomía capitalismo/socialismo,  al  principio  las  demandas  por  los  derechos  sexuales y reproductivos de las mujeres fueron tildadas como “sectarias”, “pequeñoburguesas” o como asuntos secundarios, que desorientaban la lucha por cambiar el sistema.

A principios de los años setenta, las primeras voces del nuevo feminismo,  llamado “la segunda ola”, no generamos beneplácito dentro  del Partido Comunista.  Estas feministas expresamos reivindicaciones nuevas, que se nutrieron de los  movimientos político-culturales en los que, en años anteriores, se involucraron alrededor del mundo las y los jóvenes. A partir de la premisa “lo personal es político”, tocábamos temas hasta ese momento silenciados: con la consigna “mi cuerpo es mío”, hablamos de la sexualidad y sus consecuencias; en concreto demandábamos que un acto prohibido y estigmatizado como el aborto fuera un servicio sanitario. Muchas de quienes participamos en los primeros grupos que conformaron el inicio del movimiento feminista en la Ciudad de México éramos mujeres que nos  asumíamos de izquierda, e incluso algunas eran militantes del Partido Comunista  Mexicano (PCM) y del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Juntas constatamos con dolida sorpresa la estrecha concepción que la  izquierda  mexicana  tenía del feminismo: un movimiento sectario y pequeñoburgués. Según la mayoría  de los camaradas, las feministas éramos agentes del imperialismo yanqui por  promover la despenalización del aborto, pues la misión revolucionaria de las mujeres era la que expresaba el estribillo de una canción de José de Molina: “A parir, madres latinas, a parir más guerrilleros”.

La reivindicación por el derecho a interrumpir un embarazo de manera legal y sin riesgo ha sido uno de los ejes de lucha de las feministas en todo el mundo. En México, desde 1971 los distintos grupos feministas organizaron todo tipo de manifestaciones  públicas,  jornadas  de  discusión,  encuentros  con intelectuales, académicos y políticos. En 1976 los distintos grupos feministas que había en la Ciudad de México (1) nos articulamos y conformamos la Coalición de Mujeres Feministas. El derecho a decidir sobre el propio cuerpo vinculó a las distintas corrientes feministas que decidimos trabajar conjuntamente  por  tres  cuestiones:  1)  contra  la  violencia  hacia  las  mujeres,  2)  por la  “maternidad voluntaria” y 3)  a favor  del  respeto de la opción sexual (González, 2001). La “maternidad voluntaria” requería cuatro elementos indispensables para hacerla realidad: 1. Educación sexual, dirigida con especificidad a distintas edades y niveles sociales; 2. Anticonceptivos seguros y baratos; 3. Aborto libre y gratuito; 4. Rechazo a la esterilización  forzada (2).  El  aborto  era  un  tema  complicado  con  los  camaradas, pues, como ellos mismos reconocían, muchos eran “comunistas guadalupanos”.

En buena parte del mundo socialista la interrupción legal de un embarazo no deseado era un servicio sanitario. El primer decreto soviético que lo legalizó fue  expedido en 1920, con el argumento de que el aborto era una cuestión de salud pública. Sin embargo, en 1936 Stalin lo ilegalizó. Será  hasta después de la muerte de Stalin, en 1953, que el aborto vuelve a ser legal en la URSS  (Tribe,  2012).  Entre  1952 y 1972,  en  todos  los  países  europeos  del bloque socialista, con excepción  de Albania, se había despenalizado total o parcialmente. La despenalización del  aborto en esos países no se  basó  en  el empuje de grupos de mujeres organizadas, sino fue la decisión de  una  élite  burocrática  que  incluía  especialistas de diversas  disciplinas (Dudova, 2012). Además, en ese tiempo, en la Internacional Comunista y las instancias de la Unión Soviética de promoción del comunismo, que eran los polos ideológicos y políticos predominantes en los partidos comunistas de Latinoamérica, el tema del aborto no aparecía en sus plataformas y líneas de acción. Si bien las mujeres estaban presentes en sus documentos básicos y consignas, ello era desde una perspectiva de educación, trabajo y otros derechos sociales.

De esta forma, a pesar de que en la URSS y su zona de influencia el aborto  era un servicio de salud,  en  las  agendas  políticas  que  los  comunistas  exportaban  a sus camaradas de México el tema no estaba presente. El  resultado fue que en  esos años nos resultó especialmente arduo conseguir el reconocimiento de que esa demanda era parte de la agenda de la izquierda. Y esa situación fue más difícil de sobrellevar para las feministas que militaban dentro del PCM. No obstante era  común escuchar la queja acerca del “machismo-leninismo” de los camaradas, algunos dirigentes tuvieron la claridad política de ver el potencial político del feminismo y aceptarnos como aliadas. Uno de ellos fue, sin duda, Arnoldo Martínez Verdugo.

Una virtud de Arnoldo es que sabía escuchar. Y escuchó a varias feministas,  algunas del PCM,  y  otras del movimiento.  Mientras protestábamos por la inacción del gobierno y los legisladores que favorecía los riesgos de los abortos clandestinos, las feministas que militaban dentro del PCM impulsaron una discusión interna con  sus dirigentes y compañeros para que entendieran la protesta feminista y asumieran la demanda de despenalización. Estas militantes, además de lidiar con las burlas y descalificaciones de sus camaradas, lograron convencer a algunos  de  sus  dirigentes  para  unir  esfuerzos  con  los  grupos  feministas  y  fortalecer  acciones  en torno a objetivos comunes. Esta labor produjo una alianza innovadora y  estratégica  que  derivó  en  la  decisión, a finales de 1978, de construir un frente común con las feministas, y con otros grupos, en especial, los sindicatos  universitarios. El  compromiso  de  la  dirección  del  PCM,  en especial de Arnoldo y de Gilberto Rincón Gallardo, fue decisivo para echar a andar el proyecto.

Fue así que el Día Internacional de la Mujer, el jueves 8 de marzo de 1979,  en el Hotel  del Prado, compañeras de tres grupos feministas Movimiento de  Liberación de la Mujer, Lucha Feminista y Colectivo de Mujeres junto con militantes del Partido Comunista Mexicano, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y representantes de varios sindicatos, (3) dieron una conferencia de prensa convocando a una reunión en la UNAM para constituir un frente de lucha feminista. El día señalado, sábado 10 de marzo, a las 10:00 de la mañana, en el Auditorio Narciso Bassols, de la Facultad de Economía de la UNAM, comenzaron tres mesas de trabajo: a) Principios y objetivos del Frente;  b) Organización y, c)  Plataforma  de  reivindicaciones para obreras, trabajadoras del hogar, campesinas, obreras agrícolas, estudiantes, amas de casa y empleadas.

Hubo delegaciones de Morelos,  Puebla,  Veracruz,  Colima, Jalisco, Sinaloa, Nuevo León, Oaxaca, Durango, estado de México y Baja California. Asistieron 36  organizaciones: grupos de colonas, comités de trabajadoras,  círculos de estudio,  asociaciones de profesionistas independientes, partidos, grupos feministas y de homosexuales, y, sobre todo, una gran participación sindical. El auditorio, a reventar, coreaba “Orientación  feminista  a  la  lucha  socialista”.  Sin  embargo,  la equivocada hasta la fecha política de la URSS respecto a la homosexualidad  provocó que la Unión Nacional de Mujeres, fundada en 1964 e integrada por compañeras cercanas al PCM, rechazara la inclusión en el Frente de los grupos de lesbianas y homosexuales, y finalmente decidiera no participar por considerar que la homosexualidad era “antinatural”.

La plataforma del Frente Nacional de Lucha por la Liberación  y  los  Derechos  de las Mujeres (Fnalidm) incluyó más de 50 demandas comunes a todas las  mujeres y 36 demandas específicas, en función del trabajo y la actividad asalariada (amas de casa, campesinas y obreras agrícolas, obreras y empleadas del hogar y estudiantes). Hubo reclamos de igualdad política y legal; sobre el derecho al trabajo  y a la plena  independencia económica;  por la extensión de la seguridad social a todas las mujeres; contra la discriminación sexista en la educación y por el  reconocimiento del trabajo doméstico con derechos laborales.

Obviamente, se reivindicó el derecho de las mujeres a controlar sus cuerpos  y al libre ejercicio de la sexualidad. Una demanda a la que se llegó por unanimidad  fue exigir que la maternidad fuera voluntaria y no impuesta. La despenalización del aborto se convirtió en uno de los principales ejes de acción del Fnalidm que, a lo largo de todo 1979, articularía la labor de cuadros sindicales y militantes de los partidos con las acciones de las activistas feministas.  Así,  el  31  de  marzo, apenas  dos semanas  después  de  creado,  el  Fnalidm  participó,  junto  a  la Coalición de  Mujeres Feministas, en el Día Internacional de Acción por el Aborto seguro y legal, con un mitin frente a la Cámara de Diputados, a las 10 de la mañana, y luego a las 12 en el Monumento a la Madre con un festival, con teatro y canciones.

El 1 de julio de 1979 se llevarían a cabo las primeras elecciones legislativas después de la aprobación de la reforma política, lo que permitió al PCM (y a otros partidos) contender legalmente y obtener por primera vez 18 diputados por representación proporcional, con una votación reconocida  de 5.10%. Hay que  recordar que en  aquella época, la omnipresencia del partido hegemónico impedía que la oposición ocupara cargos de representación, participara en el servicio  público o se sentara a lograr acuerdos transparentes; toleraban las actividades del PCM, eso era siempre y cuando no se rebasaran ciertos límites, de lo contrario se ejercía una brutal  represión. Los  comunistas  vivían en una permanente tensión, bajo la sospecha de ser víctimas de espionaje, enfrentando a cada momento intentos de soborno, cooptación o intimidación. En un contexto así, que reforzaba el apego a una doctrina, la discusión a muerte  sobre  una  idea  y  finalmente,  también, el sectarismo, Arnoldo apostó por lo contrario: por el debate, la flexibilidad. Su apertura supo aprovechar la reforma política de 1978, que no todas las dirigencias de los partidos y movimientos de izquierda entendieron su importancia. Para Arnoldo era fundamental obtener logros posibles, aunque no fueran ideales, a través del diálogo político. Por eso lo calificaban de “pragmático”.

El Fnalidm valoró el contar con diputados comunistas aliados, y las feministas les presentamos una nueva versión del proyecto de ley para despenalizar el aborto  voluntario, similar al que ya habíamos llevado a la Cámara de Diputados en 1977.  Amalia García, que asistía a las reuniones feministas, fue la encargada  de  explorar  con Arnoldo  Martínez Verdugo y Gilberto Rincón Gallardo la posibilidad de que la fracción comunista aceptara proponer una iniciativa. Hubo intensas sesiones de trabajo en pequeños grupos, y el 27 de octubre, en el Hotel Versalles, se dio un debate como parte de la discusión para la elaboración del proyecto de ley. Después de agotado-ras discusiones, el 13 de noviembre se llevó el nuevo proyecto sobre Maternidad Voluntaria a la Cámara de Diputados. En el recinto, los diputados estaban sesionando sobre la autonomía universitaria, y mientras en la calle una multitud coreaba “SUNTU, SUNTU”, el diputado Gilberto Rincón Gallardo salió a recibir el proyecto y pronunció un breve discurso, donde señaló que defender el derecho al aborto era defender una libertad democrática. Posteriormente, los comunistas modificaron el proyecto, bajando el límite a tres meses de embarazo (las 12 semanas de hoy) pero conservaron el nombre feminista del Proyecto de Ley sobre Maternidad Voluntaria. El 29 de diciembre el Grupo  Parlamentario  Comunista  lo presentó ante el pleno,  y  desató  un  escándalo  mayúsculo  por  parte  de priistas y panistas; internamente también hubo varias reacciones negativas de militantes  comunistas. Los diputados que firmaban eran, en el orden que aparecen en el documento: Arnoldo Martínez Verdugo, Roberto Jaramillo, Gerardo Unzueta, Antonio Becerra Gaitán, Valentín Campa Salazar, Fernando Peraza Medina,  Manuel  Stephens  García,  Sabino Hernández Téllez, Gilberto Rincón Gallardo,  Alejandro Gascón Mercado, Carlos Sánchez Cárdenas, Santiago Fierro Fierro, Manuel Arturo Salcido, Juventino Sánchez Jiménez, Pablo Gómez, Evaristo Pérez Arreola, Othón Salazar y Ramón Danzós Palomino. En una línea aparte dice: “Apoya la iniciativa América Abaroa” (4)

La alianza entre los diputados comunistas y un sector del movimiento  feminista para modificar la ley acerca del aborto provocó  una  reacción  brutalmente  agresiva de la derecha. La jerarquía de la Iglesia católica, que durante varias décadas mantuvo un modus vivendi con  el  Estado no pronunciarse públicamente  sobre asuntos políticos para buscar un entendimiento directo en las sombras  desató un feroz ataque a través de la organización fascista MURO y de activistas que luego integraron el Comité Nacional Pro-Vida. Tres carteles invadieron los espacios públicos del Distrito Federal y las principales ciudades del  país:  el  primero  tenía fotografías de los diputados comunistas con el lema: “Éstos son los que quieren legalizar el infanticidio”; otro se ilustraba con fotografías de un crimen de  guerra y un feto, y agregaba la frase: “En los países que ya tienen dominados, los  comunistas asesinan legalmente así; y este asesinato pretenden legalizar en los países que buscan dominar”; el tercero, a todo color, mostraba una fotografía sanguinolenta de un feto destrozado con la leyenda: “Aborto: un crimen más del Partido Comunista”. Además de esos  carteles, que desvirtuaban por completo la  iniciativa de “Maternidad Voluntaria” y polarizaban a la sociedad en torno al tema,  hubo pintas y se distribuyeron volantes con francas incitaciones al linchamiento y la violencia. En Jalisco desde una avioneta lanzaron volantes que decían: “El aborto es un asesinato, pero matar comunistas no es pecado” y las consecuencias fueron  trágicas: Javier Velásquez Cabrera, secretario general del PCM en el poblado de Tequila, Jalisco, fue asesinado por grupos derechistas. En el Distrito Federal y en otros estados, las feministas y los compañeros que las acompañaban en pintas y pega de carteles fueron salvajemente agredidos. En Morelos, miembros de la Juventud Pro-Vida le abrieron la cabeza a Alberto Castañeda, militante del PCM, y en Michoacán fueron perseguidas y apedreadas tres compañeras  (Lamas, 1981b). Cundió una sensación de miedo y frustración que desembocó en un desaliento y una desmovilización generalizados. El PCM valoró los costos negativos de haber asumido el proyecto feminista y la iniciativa de ley “Maternidad Voluntaria”  fue “congelada” en la Cámara de Diputados.

 Sin embargo, Arnoldo alentó que se siguiera el trabajo con las feministas.  Su talante renovador lo llevó a apoyar, a principios de los ochenta, el proyecto  político-cultural absolutamente provocador de una nueva versión de la revista El Machete. Roger Bartra relata que aceptó ser el director cuando Martínez Verdugo le aseguró que podría funcionar de manera independiente y no como un órgano del  partido (Bartra, 2016). A lo largo de 15 meses El Machete publicó textos poco ortodoxos e irreverentes, y siempre incluyó alguna nota o artículo feminista. En el  primer número salió una entrevista a Monsiváis titulada “Feminismo y homosexualidad”, que causó reacciones de feministas. (5)

Ya entonces  estaba  en  marcha  el  proceso  de  “transición  a  la democracia” y para Arnoldo la democratización dejó de ser un simple medio para poder contar con mejores condiciones de participar políticamente y se convirtió en un objetivo para verdaderamente lograr su proyecto de nación. Esto implicaba fomentar el diálogo y las relaciones con otros grupos. Los valores de la democracia tuvieron un papel explícito en su agenda, en especial a partir del nacimiento del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) en 1981. En este proyecto, donde se fusionaron diversas fuerzas y movimientos, participaron varias feministas. Martínez Verdugo vislumbraba la ruptura del régimen priista, ante la que los socialistas debían alzar la voz y presentar una alternativa. Y no sería aventurado afirmar que, ante la crisis del bloque soviético, tomó una decisión  crucial: continuar por la vía  de la competencia electoral, en concurrencia con movimientos sociales, para  arribar  pacíficamente al poder y desde ahí remediar la grave deuda de igualdad y justicia.  Ese fue el sentido de su participación como candidato presidencial en 1982.  Todavía me emociona recordar su mitin electoral en un Zócalo abarrotado, donde  mis amigos comunistas no daban crédito de la afluencia y decían: “Esto es un  Zócalo rojo”.

Marta Recasens, su compañera de vida, jugó un papel clave en mantener aceitados los canales de comunicación que Arnoldo sostuvo con las feministas. Con  motivo de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia por el Frente Democrático Nacional, feministas de diversa postura se entusiasmaron y  participaron  en  un  movimiento  de  apoyo  que  se  caracterizó  por  su  pluralidad  política. No es de extrañar, entonces, que en noviembre de 1990, en el Primer Congreso Nacional del PRD, se propusiera –y se ganara– la reglamentación de una cuota de mujeres del 20%. Arnoldo era un hombre ilustrado, muy atento a lo que pasaba en otras partes del mundo y eso jugó a favor. En un artículo publicado en marzo de 1991, tres ilustres militantes (Amalia García, Ifigenia Martínez y Nuria Fernández) cuentan cómo se dio la disputa al interior del partido. García señala que:

Claro, muchos compañeros estaban a favor. Por ejemplo, aquellos con los que  habíamos iniciado la discusión hace mucho, Arnoldo Martínez Verdugo y Pablo Gómez; en contra, de manera destacada, estuvo Ifigenia Martínez. Sin embargo, Porfirio Muñoz Ledo estuvo a favor. Finalmente fue él quien hizo la propuesta del 20%, habló con Ifigenia y la convenció con el argumento de que es lo que se ha ganado en otros lados: en el Partido Socialista Obrero Español es el 35%, en el francés me parece que es el 45%, en el alemán es 45% y así sucesivamente (1991:262).

También su apoyo fue clave en otros temas puntuales, porque estaba dispuesto a jugarse su capital político en cuestiones que no eran fácilmente digeridas por los demás camaradas, restringidos por sus propios dogmatismos.

Son muchos los recuerdos que tengo de la bonhomía de Arnoldo. Su sonrisa divertida viéndonos cantar a Las Leonas en el Festival de Oposición, su cuidadosa atención a las palabras de Carlos Monsiváis, su gentileza con la empleada que barría un  salón  de  actos. Su calidad humana se manifestaba en pequeños detalles. Lejos de ser una figura comunista típica de su época, Arnoldo fue uno de los contados personajes visionarios que escuchó y asumió las propuestas del feminismo. Además logró, con inteligencia y arrojo, aceptar las fallas del socialismo real y, sin dejar de insistir en una utopía social y económica, luchó todos los días por una aspiración política inimaginable en aquella época: una democracia radical y feminista.

 

Referencias

Bartra Roger, 2016, “El Machete, paradojas y azares” en El Machete. Revista de cultura política, edición facsimilar, México, Fondo de Cultura Económica.

Dudova Radka, 2012,“Regulation of Abortion as State-Socialist Go-vernmentality: The Case of Czechoslovakia” en Politics and Gen-der, número 8, marzo, pp. 123-144

García Amalia, Ifigenia Martínez y Nuria Fernández, 1991, “Las cuotas de las mujeres en el PRD: tres opiniones”, en Debate Feminista, número 3, marzo, México, pp. 260- 274.

González María Cristina,  2001,  Autonomía  y  alianzas.  El  movimiento  feminista  en la ciudad de México 1976-1986.  México: PUEG de la UNAM.

Lagarde Marcela, 1980, “El Machete, muy machote”, en El Machete,  México,  junio,  número  2,  pp. 5- 6.

Lamas Marta, 1980, “Marta Lamas defiende a Monsiváis” en El Machete. Revista  mensual  de  cultura  política,  México, julio,  número 3,  pp. 5-6.___ 1981a  “Feminismo y organizaciones políticas de izquierda en México”, en revista Fem. Número 17, febrero-marzo,  pp.  35-44.___  1981b ““Aborto: campaña, agresiones  y  manifestaciones”, en revista Fem, número 16, septiembre-enero, pp. 105-106.

Martínez Verdugo, Arnoldo, 2016, “Editorial” en El Machete. Revista de cultura política, edición facsimilar, México, Fondo de Cultura Económica.

Monsiváis, Carlos, 1980, “Feminismo y homosexualidad”, en El Machete, México, pp. 15-24.

PCM 1979. Proyecto de Ley sobre Maternidad Voluntaria en CEMOS, Fondo PCM, Caja 120, Clave 114, expediente 17.

Rincón Gallardo, Gilberto, 1980, “El aborto en la Cámara”. Entrevista de Susana Rodríguez”, El Machete, número 4, agosto 1980.

Tribe  Laurence  H.,  2012,  El  aborto:  Guerra  de  absolutos,  México,  FCE e INACIPE.

Notas

(1) Los seis grupos eran: Movimiento de Liberación de la Mujer  (MLM), Movimiento  Nacional  de  Mujeres  (MNM);  Movimiento  Feminista  Mexicano  (MFM),  Colectivo  de Mujeres, Colectivo La Revuelta y Grupo Lucha Feminista. Una inteligente y documentada interpretación se encuentra en González, 2001.

(2) No hay que olvidar que hubo una política gubernamental de esterilización a mujeres indígenas y campesinas, con casos documentados de mujeres que, al llegar al centro de salud a parir un cuarto o quinto embarazo, las esterilizaban sin pedirles su consentimiento, dando por sentado que ya tenían “demasiadas” criaturas.

(3) Entre las organizaciones promotoras de la iniciativa destacaban la Federación de Sindicatos de Trabajadores Universitarios (FSTU), el Sindicato Nacional de Trabajadores de Salubridad y Asistencia (Sección IV), la Secretaría de Trabajo Femenil del Comité Ejecutivo Democrático (SNTSA), el Sindicato Independiente de Trabajadores de la  Universidad  Autónoma  Metropolitana  (SITUAM),  el  Sindicato  de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) y el Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores del Colegio de Bachilleres (SINTCB).

(4) Véase el Proyecto de Ley sobre Maternidad Voluntaria en CEMOS, Fondo PCM, Caja 120, Clave 114, expediente 17.

(5) Marcela Lagarde protestó en una carta que se había elegido a un hombre para hablar del movimiento feminista. Al tercer número yo mandé una carta discrepando de Lagarde, pues la entrevista era sobre política sexual y no sobre el movimiento, además de que me parecía improcedente atacar a Monsiváis, gran aliado nuestro. Véanse Lagarde 1980 y Lamas 1980.

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