El efecto multiplicador del gasto social

Ricardo Bravo Anguiano
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Durante abril y mayo de 2020 han arreciado las críticas mordaces contra el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y, en especial contra su Cuarta Transformación. Los críticos principales son: periodistas, escritores, analistas y comentaristas de radio y televisión, que estaban acostumbrados a recibir “chayote” como ellos dicen, de las autoridades anteriores; y que, al acabárseles despotrican desesperados contra lo que hace o deja de hacer su “objetivo de ataque”. Se sabe que existe una campaña agresiva bien organizada, por personajes desconocidos que ahora los financian, para emitir noticias falsas tirando la piedra y escondiendo la mano, tratando de desestabilizar al gobierno, buscando a toda costa que fracase en su intento por “sacar a los pobres del hambre y la injusticia en la que los gobiernos anteriores los dejaron”.

A esos críticos se les han unido últimamente algunos gobernadores de oposición, líderes empresariales y, hasta expresidentes de la república, todos inconformes, añorando los tiempos pasados del “neoliberalismo” (1982 a 2018), cuando el gobierno estaba al servicio de empresarios rapaces y ambiciosos que robaron de manera descarada los bienes nacionales, a costa de la pobreza de más de la mitad de la población. No tienen brizna de vergüenza; y tal parece, que no se han dado cuenta de que el pueblo ya despertó socialmente y, que el país cambió desde el 2 de julio de 2018.

Aparte de las críticas sobre lo que hace o deja de hacer sobre la pandemia del coronavirus; respecto al crecimiento o, mejor dicho, al decrecimiento de la economía para éste y los próximos años, al presidente le ha llovido sobre mojado. Cada personaje nacional y hasta instituciones financieras internacionalescompite sin elementos verídicos, con mostrar las cifras más catastróficas de lo que nos espera. En este último tema, algunos críticos se han referido de manera implícita, al “desperdicio de recursos que hace el gobierno al financiar los programas sociales, en vez de invertirlos en actividades productivas, como apoyar a los empresarios para salir de la crisis económica y generar los empleos que el país necesita”.

           Lo que no saben o, mejor dicho, no quieren saber, es que esos recursos en manos de la gente pobre no es un “desperdicio”; ya que tienen como la inversión, un “efecto multiplicador” en su comunidad y en la sociedad entera. Con seguridad, el dinero que reciben no lo guardan debajo del colchón ni lo dejan en el banco. Lo que hacen es comprar de inmediato, en la tienda, mercado o centro comercial cercano a su domicilio rural o urbano, productos de primera necesidad, como: tortillas, frijoles, leche, huevo, carne, pan, medicamentos, etcétera; o, algunos enseres domésticos para la cocina y casa, como licuadora, radio, televisión, comedor, cama, etcétera.

          Lo importante es que, en consecuencia, estimulan la demanda nacional de diferentes maneras, para que los comerciantes soliciten a los productores el abastecimiento de esas mercancías; con lo que el comercio, la industria, los servicios y el sistema bancario se reactivan y se benefician. De manera particular, el sector agropecuario, los pequeños comerciantes y los trabajadores de empleo informal, como los ocupados en mercados sobre ruedas y tianguis, son los grupos sociales que “no se quedan en casa” como lo recomiendan las autoridades sanitarias, porque están asegurando que todos tengamos alimentos para comer el día de mañana o el tiempo que dure la pandemia.

         Los que creen que el gobierno no está haciendo algo para aminorar los efectos de la crisis económica y social que viene, se equivocan. Deben saber que la reactivación de la economía nacional no se hará; más bien, ya se está haciendo, solo que ahora es “de abajo hacia arriba” ayudando primero a los pobres; y, no como se hacía antes, cuando se apoyaba al empresario rico y soberbio, dejando de pagar impuestos y perdonando deudas públicas, como se hizo con el Fobaproa, pensando que “la mano invisible” de que habló su ídolo Adam Smith hace más de doscientos años, llevaría beneficios hasta “los de abajo”, cosa que aún no ha sucedido.

AMLO tiene la razón con lo que está haciendo; aunque, no les guste a sus críticos “neoliberales conservadores”, que quisieran que las cosas siguieran como estaban, cuando predominaba la corrupción y la impunidad institucionalizadas donde ellos nadaban a sus anchas.

En cuanto termine el encierro en que ahora estamos, la gente empezará a demandar de manera natural y voluntaria, los bienes y servicios que extrañaron, con lo que se reactivará la actividad económica y social. Con ambas crisis –sanitaria y económica, saldremos fortalecidos como en otras ocasiones, ya que aprenderemos a valorarnos a nosotros mismos, a nuestros semejantes y a la naturaleza en que vivimos y, “con nuevos sueños crearemos un México para todos”.

 

 

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