Trabajar y morir: La industria de la carne en EU

 

Yolanda Cristina Massieu Trigo

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Entre las múltiples respuestas erráticas del régimen de Donald Trump ante la pandemia del coronavirus está su renuencia a cerrar centros de trabajo. Un caso especialmente escandaloso es la industria de la carne. Han abundado las publicaciones de las deplorables condiciones de estos trabajadores (los hispanos son el 80% en la producción agropecuaria en el país vecino), en una producción en la que es imposible la sana distancia. A fines de marzo, en la planta JBS de Greeley, Colorado, el supervisor, al tiempo que avisaba a cada trabajador en la línea de procesamiento que otro de sus compañeros había dado positivo a covid-19, les señalaba un letrero en el que se ofrecía un bono de $600 dólares a quien continuara trabajando en esas condiciones. En las semanas siguientes al anuncio del supervisor, siete trabajadores de la planta JBS murieron de coronavirus, cinco de los cuales eran hispanos, muy probablemente mexicanos. Muchos están con ventiladores y cientos han sido diagnosticados como positivos. La planta cerró temporalmente a principios de abril después de las primeras dos muertes, pero reabrió el 24 de ese mes.

 

Pese a que directivos de la planta alegan que hay suficiente equipo de protección y medidas sanitarias para los trabajadores, y que no se les despide si se enferman, hay testimonios de éstos y de dirigentes del sindicato que los agrupa en sentido contrario. Es una planta de 3,000 obreras y obreros que trabajan hombro con hombro.

 

Kim Córdova, líder del Sindicato Internacional Unido de Trabajadores de Alimentos y Comercio, considera que desde la reapertura hay una carencia de pruebas y equipo de protección, y virtualmente ningún distanciamiento social, trabajar en la planta es de alto riesgo. No es el único caso, por todo el país hay denuncias similares referentes a la industria de la carne. Estas plantas tienen una política de asistencia estricta, de manera que los trabajadores se resisten a reportar enfermedades, la elección está entre ir a trabajar enfermos o enfrentar la devastación financiera. Ya desde antes de la pandemia, existía una política laboral que estigmatiza a quien falta por enfermedad. Si alguien avisa de enfermedad puede no ir a trabajar sin pago y conservar su empleo, y muchos obreros no pueden permitirse eso.

 

El trabajo de cortar y empacar la carne implica contacto muy estrecho entre los trabajadores, la sana distancia es imposible, y la matanza del ganado no permite ni siquiera el uso de mascarillas, porque éstas se manchan de sangre. Pareciera ser que en estas fábricas se toman medidas sólo cuando hay infectados. En las procesadoras de pollo de Tyson Food, en Arkansas, se empezó a entregar equipo de protección hasta mediados de abril, cuando tuvieron un caso confirmado. En esta planta los directivos afirman que trabajadores enfermos si pueden tener paga del 90% en un “periodo corto”.

 

A pesar de los crecientes casos de infectados y muertos, las órdenes de Trump son no parar la producción por no interrumpir el abasto de alimentos. El problema es que no hay condiciones de sanidad mínima en estas plantas y el número de muertos de esta industria por la pandemia es equiparable al de las muertes en Afganistán los últimos cinco años. Todo por un alimento que no es esencial: la carne, pero hay fuertes presiones de la industria, que muestra pérdidas, para no parar.

 

La vulnerabilidad de estos trabajadores se expresa en que la mayoría son inmigrantes, muchos indocumentados, y no pueden hacer frente a los gastos de hospitalización si enferman, en un país donde la salud pública es casi inexistente y todo está privatizado.

 

Este es quizá uno de los casos más dramáticos de las consecuencias de la reapertura precipitada que pretende Trump. Anthony Fauci, principal autoridad epidemiológica del vecino país, ha declarado públicamente que dicha apertura sin resolver elementos de base llevará a rebrotes, contagio y muerte. Desafortunadamente, los trabajadores de la industria de la carne parecen ser fuerza de trabajo desechable en este contexto.

 

 

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