Sin ruido ni furia

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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Los cuentos de abril podrían ser la cuenta de nuestra decadencia si les dejamos el discurso a los idiotas. No hablemos del tiempo testimoniado por el paso mezquino de los días sino del porvenir anunciado por mayo en cuyo día primero nos toca recapitular las luchas de los trabajadores, de las mujeres y los hombres que día a día le dan vida y aliento a este atribulado país y al mundo todo. En los que sustentan el presente e inventan el futuro, trabajadores manuales e intelectuales, trabajadores del campo y  la ciudad, de la industria, el comercio y los servicios, de la ciencia y la cultura, de todos los que viven de su trabajo y no explotan el trabajo ajeno (trabajadores de todas las clases como postulaba aquella República nacida y asesinada en  otro abril), en esta  República nuestra que quiere seguir siéndolo, no hay, no debe haber lugar para el desaliento ni para la discordia. En un manifiesto publicado precisamente el 1º de mayo, el Congreso del Trabajo reafirma la voluntad congénita del movimiento obrero de vincular los intereses clasistas de los trabajadores con la defensa de la nación, lo que hoy se traduce en conjugar la lucha contra la pandemia viral con la ingente necesidad de afrontar sus graves consecuencias sobre la economía. Entre ambas exigencias no hay una dicotomía insalvable. En nuestra vía constitucional está el método que nos ha permitido superar las contradicciones del proceso económico: el tripartismo. Es en este sentido y con la convicción de que se requieren acuerdos entre el movimiento obrero,  el empresariado y el gobierno,  que el Congreso del Trabajo propone una reunión tripartita en busca de un Acuerdo de Unidad Nacional para salvaguardar la salud y el empleo. Y que el diálogo y la inteligencia acallen el ruido y la furia.

 

 

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