“Porque el pueblo no se ha encaprichado”

Miguel Ángel Ferrer / Economía y política
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En el ejercicio de su profesión el periodista muy pronto aprende que los periódicos no son ni deben ser espacios para tratar asuntos personales. Esta es la regla y a su mandato debe uno atenerse. Pero hay ocasiones en que el periodista se siente moralmente obligado a violar la norma. Así me pasa a mí ahora ante la desaparición física de Julio Camelo Martínez, el amigo noble y generoso que fue para mí como un hermano a lo largo de más de treinta años.

La triste noticia me fue comunicada por Teresa Torres, su infaltable secretaria, colaboradora y amiga fiel de más de tres décadas. Y lo hizo, seguramente, del mejor modo posible: transmitiéndome la nota luctuosa salida del corazón de María del Carmen Cervantes, Pamela, la noble compañera de toda la vida de Julio Camelo:

“Participo con profundo dolor la partida de Julio Camelo Martínez, mi amoroso compañero de más de cincuenta años. Julio: estoy segura que nuestra querida familia, amigos, conocidos, compañeros de estudio y de trabajo recordarán siempre la esencia de tu ser: amoroso, amigo leal, humano, dispuesto a ayudar siempre a los demás, divertido, bromista, gran lector y gran conversador, gentil, discreto y congruente, tanto en tu vida personal como en la profesional. Las personas estamos formadas de claroscuros y en tu vida son preferenciales los primeros”.

Los adjetivos empleados por Pamela no pudieron ser más justos. Pero compartiéndolos todos, me quedo con esta pincelada: “dispuesto a ayudar siempre a los demás”. No hay en el mundo persona que se haya acercado a Julio a pedir su auxilio y que éste le fuera negado. Si estaba en sus manos, ayudaba de buena gana y nunca, como dicen los jóvenes, bateaba a nadie.

Eran proverbiales, como dice Pamela, su buen humor y su gracioso ingenio. En una ocasión, allá por 1992, Julio Camelo nos invitó a desayunar a Beatriz Pagés, directora de la revista Siempre, y a mí, que ahí publicaba un artículo semanalmente.

Estando sentados a la mesa en el Veranda, apareció Antonio Haas, también colaborador de Siempre. Al ver a Beatriz, se acercó a saludar. Sin saber si Julio y Antonio se conocían, pregunté a ambos: ¿Se conocen? y agregué: Antonio Haas, notable periodista, y Julio Camelo, el mejor político de México.

Don Antonio, también ocurrente e ingenioso, apuntó: ¿Y si es usted el mejor político de México, por qué no es presidente de la república?, a lo que de botepronto y con mucha gracia, Julio respondió: “Porque el pueblo, don Antonio, no se ha encaprichado”. Y los cuatro reímos.

 

 

Pandemia y cambio de paradigmas

Miguel Ángel Ferrer / Economía y política
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Indudablemente la pandemia de covid-19 ha puesto en crisis a varios pilares del sistema económico mexicano. Uno de éstos es el turismo. Por ahora y durante mucho tiempo no será fácil ni deseable ni aconsejable realizar viajes de paseo fuera de la propia localidad. 

Autobuses, aviones, hoteles, restaurantes, bares, cruceros y centros de espectáculos son el perfecto caldo de cultivo del coronavirus. Si produce miedo salir al mercado, foco de encuentro de unas cuantas personas, sólo hay que imaginarse el terror que producirá una reunión de muchas decenas de miles de personas en un estadio deportivo, una plaza de toros o una sala de conciertos.

También ha entrado en crisis la migración laboral internacional. Países expulsores y receptores mutarán sus ideas y sentimientos en la materia. La migración, como el turismo, son, objetivamente, los vehículos centrales en la expansión de gérmenes y brotes epidémicos.

Y lo mismo puede afirmarse del comercio internacional. Habrá que comerciar sólo mercancías y bienes necesarios. La pandemia ha significado un duro golpe al consumismo. Sobre todo al más desaforado, exótico e irracional.

Todo esto implicará un retorno al localismo, es decir, a la producción y comercio locales y cercanos. Como la producción en casa y en talleres pequeños. Esto ya es palpable con el fenómeno conocido, sobre todo en el sector de los servicios, como home-office.

Menos desplazamientos laborales, menos turismo, menos consumismo, menos migración y menos comercio internacional harán necesaria una gigantesca reconversión económica planetaria.

Y ésta, desde luego, tendrá que ser orientada por el Estado y no por los intereses económicos privados. ¿Más médicos, enfermeras y hospitales o más hoteles de gran lujo? ¿Más producción y comercio locales o más importaciones? ¿Más agua potable o más fraccionamientos de lujo? ¿Más dependencia económica del extranjero o mayor autarquía productiva? ¿Más vacunas o más epidemias y enfermedades?

¿Más dependencia de patentes extranjeras o más investigación científica y tecnológica nacionales? ¿Más megalópolis insufribles o más urbes y poblaciones pequeñas, acogedoras y humanas? ¿Más gigantescos centros comerciales o más comercio barrial? La elección no es tan difícil.

El panorama todavía no es claro. Pero ya hay indicios que apuntan a la necesidad y posibilidad de un radical cambio de paradigmas económicos, sociales y culturales, algunos de ellos ya en marcha.

 

 

AMLO: Confianza social en la gestión de la pandemia

Miguel Ángel Ferrer / Economía y política
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Es muy grande, sin duda, la preocupación social que ha generado en México la pandemia en curso. Pero es evidente que esa preocupación social empata con los actos de la población para prevenir los contagios. Ambos fenómenos (preocupación y acción) han ido creciendo, paralelamente, al paso de los días y las semanas.

El temor al contagio ha llevado a la población a seguir, con buena disposición, las indicaciones de las autoridades sanitarias: permanencia en casa, más y mejor higiene, uso de cubrebocas, distanciamiento físico y mayor racionalidad en las salidas de casa.

Estos hechos son reveladores de que es muy alta y obviamente mayoritaria la confianza de la sociedad en la gestión gubernamental de la pandemia. Y esto es así pese a las abrumadoras campañas mediáticas contra el obradorismo por cuenta de la derecha empresarial y pripanista desplazada del poder: noticias falsas, exageraciones, opiniones malévolas y chismes que buscan crear, en actitud perversa, contraproducentemente y hasta suicida, un clima de terror social que tienda a minar el respaldo popular del obradorismo 

Esa confianza social en la gestión obradorista tiene una sólida base objetiva y subjetiva. Esta última se manifiesta en la evidente serenidad y aplomo del presidente López Obrador en estos tiempos tan difíciles.

También abona a ese factor subjetivo la conciencia de que la crisis sanitaria está siendo manejada con criterios estrictamente científicos y por especialistas altamente calificados. Y también acrecienta esa base subjetiva la política de comunicación del obradorismo en la delicada materia: oportunidad, transparencia, claridad, mesura y continuidad.

Por cuanto a los factores objetivos es claro que el panorama no es catastrófico, aunque así quiera presentarlo la derecha. México ha hecho, pero de manera más oportuna, lo que han realizado los países que ya han conseguido atemperar contagios y fallecimientos, como, por ejemplo, China, Corea del Sur, Cuba y Venezuela.

Este panorama alentador es igualmente fruto de que, a diferencia de los gobiernos de Estados Unidos, Italia y España, López Obrador logró vencer las duras y vociferantes resistencias de los empresarios a la suspensión de las actividades productivas no esenciales.

México aún deberá enfrentar la parte más difícil de la pandemia. Pero los datos duros revelan que el camino seguido hasta ahora por el obradorismo conseguirá reducir al mínimo posible el número de contagios y fallecimientos.

 

 

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