Coronavirus y Estado fallido

Luis Emiliano Gutiérrez Poucel
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Cuasi Estado, Estado fallido o Estado fracasado son términos relativamente nuevos de la ciencia política y económica, conceptos que indican una situación preocupante para un país. Los Estados fallidos poseen todas las características formales de un Estado soberano e independiente, pero carecen de la capacidad institucional, el poder organizacional, las capacidades económica y política para promover certidumbre jurídica, un Estado de derecho que proteja los derechos humanos y las libertades individuales, que brinde seguridad y un nivel mínimo de desarrollo económico. México se ha venido acercando a un cuasi-Estado desde el año pasado cuando tomó el poder el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ahora, con la llegada de la pandemia, conocida como coronavirus o covid-19, se ha generado miles de muertos y una gravísima crisis socioeconómica alrededor del mundo, lo que me hizo recordar a Octavio Paz cuando decía que en la civilización moderna vivíamos el “ocaso de la virtud: debilidad ante las pasiones fáciles y ocultación de la muerte”.

Los cuasi Estados son Estados sólo en nombre, pues son ineficientes e inestables, siendo sus gobiernos dirigidos por líderes mediocres, ineptos, mentirosos y conflictivos. Sus economías presentan un desastre socioeconómico creciente, caracterizado por el desmoronamiento progresivo de las instituciones del Estado, la ruptura de la ley y el orden y la descomposición de los servicios básicos como la salud, la educación, la seguridad y el control de los brotes epidemiológicos. Estos Estados en proceso de fracaso generalmente desembocan en caos, anarquía y conflicto social. En el caso de México el proceso de enfrentamiento se produce, de acuerdo a los apologistas de la 4T, entre el buen pueblo (más los denominados chairos que apoyan incondicionalmente a AMLO) y los malos empresarios (más los fifís y conservadores neoclásicos).

En el ámbito internacional, en décadas pasadas, se consideraba un Estado con mucho poder una amenaza para la estabilidad mundial. Sin embargo, ahora, un cuasi Estado sin poder es más peligroso para la estabilidad internacional. En efecto, un Estado fracasado es caldo de cultivo para la delincuencia organizada, el narcotráfico y el terrorismo. La desintegración de los Estados fracasados en África, Medio Oriente y América Latina, está creando grandes áreas que se suman al mundo del desorden, de las cuales salen oleadas masivas y crecientes de refugiados que generan inestabilidad en los países más desarrollados. De tal manera, países dentro del mundo del desorden como Siria, Irak, Libia y buena parte de África, se le suman ahora los países latinoamericanos de Venezuela, Honduras, El Salvador, Guatemala, y muy pronto México.

Llegó el coronavirus a un México desastrado, manejado por un régimen con ideas muertas y aplicando fórmulas del pasado con funcionarios inexpertos, ineptos e insensibles. Desde 2019 todos los análisis indican que México se está convirtiendo en un cuasi Estado, donde la economía disminuyó el primer año que Andrés Manuel López Obrador tomó las riendas del poder y que ahora, en el 2020, la economía se encuentra en caída libre. El estado de derecho se ha venido vulnerando al cerrar proyectos aprobados y con avances significativos mediante instrumentos ilegales como las consultas populares mejor conocidas como consultas patito. Así sucedió con el cierre del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que llevaba más del 30% de avance y la clausura de la cervecería Constellation Brands en Mexicali, que llevaba un grado de avance del 70%. El control gubernamental de la nación ha venido disminuyendo cediendo grandes áreas del territorio a la delincuencia organizada y a los cárteles de la droga. Las políticas económicas han producido una contracción del producto interno bruto. México ha sido el único Estado de los países con economías parecidas, que no ha implementado medidas contra cíclicas y de estímulo económico. No ha habido rebajas impositivas, ni ayuda con las deudas del sector productivo. El gobierno de AMLO, a pesar de las recomendaciones de los economistas –ya sea de izquierda o de derecha–, ha descartado las políticas de estímulo al crecimiento económico en favor de las medidas contrarias de austeridad. Estas políticas en tiempos de crisis están empujando a México cada vez más al desastre económico. El gobierno tiene que redirigir sus fondos de inversión de los tres proyectos consentidos de AMLO (el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto de Santa Lucía) al apoyo del consumo y al fortalecimiento del sector productivo.

En momentos de emergencia, el gobierno también tiene que recurrir al financiamiento deficitario y endeudarse. Lo importante es apoyar la demanda y fortalecer la oferta. Con base en las medidas de austeridad que está instrumentando el gobierno de la 4T, en el mejor de los casos, el PIB de México se contraerá 7% y, en el peor de los casos (lo que es más probable), se reducirá más del 10%. Este año la economía perderá alrededor de 3 millones de empleos solamente en el sector formal. El quiebre de empresas, la ruptura de las cadenas productivas y la pérdida de empleos, probablemente aumentará la pobreza extrema a 8.5 por ciento de la población nacional, casi 11 millones de personas.

Desgraciadamente estas ideas y recomendaciones probablemente sólo sean leídas por gente ya convencida de que las mejores fórmulas y políticas son las que funcionan, no las que han fracasado en el pasado y siguen fracasando en el presente. México se encuentra y se encontrará por los próximos 10 meses con una débil demanda por la pérdida de ingresos y de empleos, el quiebre de empresas, los bajos precios del petróleo, la disminución de las remesas y el colapso del turismo. En medio de este desastre económico, seguramente López Obrador encontrará a quien culpar.

 

 

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