El engaño

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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A veces, a la cátedra matutina que de lunes a viernes imparte el presidente López Obrador, asiste alguno de sus colaboradores para explicar asuntos de su incumbencia. Pero hace unos días el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, acudió a presentar su propuesta de reforma al Poder Judicial de la Federación. Según el ministro, un cambio de gran calado, que al generar un nuevo perfil de juez permita una auténtica carrera judicial, responda a la necesidad de un Poder Judicial fuerte, independiente y legitimado; y que aún sin cambios estructurales sancione la corrupción, el nepotismo y el acoso sexual. Como la Constitución no autoriza al Poder Judicial a presentar iniciativas, el presidente López Obrador la hizo suya y la  firmó para cumplir “las formalidades del proceso legislativo”. Scherer, consejero jurídico de la Presidencia, avaló públicamente ese procedimiento que lejos de cumplir una formalidad, elude una disposición constitucional. Porque la separación de poderes no admite eventualidades sino se resuelve en potestades constitucionales que deben ser rigurosamente respetadas. El presidente López no es abogado, pero sí lo son el ministro Zaldívar  y el consejero Scherer, quienes deben haber leído a Montesquieu: “no hay libertad si la potestad de juzgar no está separada de la potestad legislativa y de la potestad ejecutiva. Si estuviese unida a la potestad legislativa, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, debido a que el juez sería el legislador. Si se uniera a la potestad ejecutiva el juez podría tener la fuerza de un opresor”. Todo indica que los abogados Zaldívar y Scherer engañaron al presidente y usaron su mañanera para embaucar al pueblo e intentar un fraude a la Constitución.

 

 

 

Los incendiarios

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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La brutal violencia que con ostentosa impunidad desplegó hace unos días un grupo de encapuchados en la puerta principal de la Rectoría de la Universidad Nacional fue una grave provocación orquestada desde las sombras con intenciones evidentes de dañar la imagen y quebrantar el orden de nuestra  Casa de Estudios, así como de enturbiar las relaciones entre la UNAM y el Estado. La perversa utilización de la  causa de la emancipación de la mujer, la más urgente de nuestro tiempo, como pretexto y escudo de la barbarie desatada, desvela el rostro oculto de los incendiarios: agentes de la confusión social y del extravío juvenil precisamente  cuando la complejidad de las nuevas realidades vuelve obligatorio el buen juicio. La agresión a la UNAM, que en las últimas semanas ha sido insidiosa, se ha presentado en y por algunos medios como un efecto de una falaz descomposición institucional interna de una comunidad incapaz de autogobernarse, donde impera el abuso y no hay lugar para el respeto ni la fraternidad, y cuyas autoridades son permisivas y omisas. Por eso tiene la mayor importancia que luego del claro pronunciamiento del rector Enrique Graue, de manera puntual e inequívoca el presidente López Obrador haya expresado su respaldo a la autonomía que define el lugar preeminente de la UNAM en la sociedad y en el Estado, sus relaciones privilegiadas con el gobierno y el carácter democrático de su régimen interior basado en el conocimiento y la cultura por medio del diálogo sistemático y permanente. Y al advertir la mano negra del extremismo ambidextro, nos previno a todos de los riesgos de la división y la discordia.  

 

 

 

La equivocación

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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Nos dio el avión. El presidente López Obrador nos dio, ni más ni menos, el avión. Nos mandó a volar. El siervo de la nación en vez de obedecer el mandato popular, mandó a volar a los mexicanos. ¡A volar palomas! y que el diversionismo corresponda al tamaño de las omisiones, las vergüenzas y las pifias a disimular. Pajas en ojos ajenos cuando no ruedas de molino que el inexorable paso del tiempo va exhibiendo y llenando el buche popular con verdades a medias, mentiras completas, tergiversaciones, calumnias, riñas, amenazas… hasta llegar a los malos chistes pues el buen humor nomás no se le da. El del avión es un chiste fallido insuperable: disfrazado de comediante, López Obrador se atreve a burlarse de la institución que el pueblo depositó en su persona. El presidente de la república inmola su dignidad ostentándose como vendedor tramposo, de gran timador. A mí, como a muchos mexicanos, me duele. Otros quizá no lo tomen tan a pecho y nomás les disguste o incomode. Otros preferirán el desdén. Pero a nadie, o para ser exacto, a muy pocos les guste, pues nunca faltan ingenuos de buena o de mala fe. López Obrador sabe que la única salida de ese absurdo túnel es por donde se metió. Debe poner fin a tan lamentable espectáculo y aceptar su error para remendar el respeto social y las multitudes, que han clamado el honor de estar con Obrador, recuperen el aliento. AMLO llegó a la Presidencia mediante una demagogia sin límites que ahora alcanza un nuevo e imbatible récord: ninguna calumnia, mentada o infamia de sus adversarios, ni los más excesivos y mejor pagados elogios de su claque han lastimado tanto su investidura presidencial como el golpe que se propinó a sí mismo con su mala broma. Talleyrand otra vez nos visita: más que un crimen es una equivocación.

 

 

 

El gran legado

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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El cincuentenario del 68 dio lugar a un ruidoso festejo a la frágil memoria y al engañoso recuerdo del formidable movimiento estudiantil que formó parte del gran estremecimiento mundial de aquel año: una generación defraudada porque en vez de la paz democrática anunciada por la victoria de la humanidad sobre el nazifascismo, tenía ante sí la amenaza del terror nuclear y la inminencia de una catástrofe civilizatoria mientras la Guerra fría corrompía la vida internacional y nadie escapaba a sus terribles efectos. Habrá que continuar la indagación y la reflexión sobre aquella ola juvenil planetaria que además de estremecer al mundo, lo cambió y generó grandes transformaciones que aún no hemos digerido y otras que ni siquiera reconocemos. En cada país el movimiento tuvo sus propias consecuencias. En Estados Unidos, la lucha contra la guerra de Vietnam fue el impulso originario de un movimiento que se extendió por el mundo y que en la Unión Americana pronto se hermanó con la lucha por los derechos civiles de los negros y contra la discriminación racial. En México, la causa de la paz en Vietnam y la solidaridad con Cuba que habitaban las conciencias juveniles, se expresaron en la protesta contra la represión y en la defensa y promoción de las libertades democráticas. De las masas estudiantiles en movimiento surgió la fórmula para el avance de la democracia mexicana: el diálogo público para fortalecer el Estado, oxigenar la república e inscribir en la memoria colectiva la racionalidad política, la personalidad histórica y los perfiles culturales y sociales de México. Y como en estas categorías suele habitar la discrepancia, no hay de otra que discutir, confrontar, comparar, contextualizar, en suma, dialogar. El diálogo público, gran legado del 68, es la vía para alcanzar acuerdos que nos permitan avanzar.

 

 

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