La derecha busca paralizar a Morena

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Pese a la carga que representan, no nos podemos librar de los partidos políticos. Siempre van a ser necesarios en todo tipo de Estado de acuerdo al teórico Maurice Duverger, fallecido en 2014. Pero otra cosa es la campaña permanente de la derecha para desacreditar y minimizar de esa manera a los partidos de izquierda. Derecha en la que se encuentran también miembros internos, dirigentes que se quieren eternizar y gente que con sus actitudes contribuye a desacreditar la esencia de un partido. Tratar de restringir a los partidos de izquierda en México como lo hizo  el PRI al perseguir, encarcelar y asesinar militantes, soslayar y eludir a esas aglomeraciones –el Partido Comunista Mexicano fue constantemente acosado–, sería para la derecha “un medio admirable” de paralizar a la izquierda. De ahí la permanente agresión contra el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), de parte de la derecha y sus adherentes. Pese a nuevas posturas, casi 70 años después sigue vigente la teoría de Duverger en la que sostiene que los partidos de izquierda son más desarrollados que los de la derecha, porque a aquella le sirven y los necesita más. De ahí la intención permanente de la derecha de crear esa parálisis.

Morena, primer partido de masas con mejores principios: Schoelly

Alberto Pérez Schoelly, analista de izquierda perteneciente a Morena, reconoce que en el interior de ese partido hay prácticas disímbolas y situaciones de algunas personas que no son aprobadas. Pero que hay una lucha interna para erradicar esas conductas propias de otros partidos. El analista  señala que el suyo es un  partido de masas, el primero de izquierda que ha existido en México –donde predominaron en la izquierda los partidos de cuadros– y que sus principios ratifican la posición de lucha por un cambio con un  gobierno –reconocido y respetable según  la alusión que hace de AMLO–, que es de transición. La definición que da de la izquierda es tajante en sus principios a favor de las grandes mayorías y advierte sobre la batalla ideológica que debe de dar en el interior, para definir con mayor claridad a un verdadero partido se izquierda. Esto lo sostiene en un  largo análisis publicado en el número de febrero de la revista Zócalo: Morena en su laberinto. Pérez Schoelly hace un trabajo serio frente a lo que se está viendo, al abordar la trayectoria de los partidos de izquierda en el país y su aporte a la democracia. A diario y de manera insistente los medios escritos y en las redes –en fake news incluso–, se critica la vida interna de Morena. Las diferencias que existen en su interior ante la falta de una dirección que asuma que está gobernando, se califica de manera torpe y con mucha ignorancia. La teoría política sobre el comportamiento partidario ante la lucha por el poder, se convierte en caricatura de opiniones, más bien en insultos y frases torpes que en nada ayudan tampoco a los demás partidos y a la necesidad de elevar el debate para enfocar el destino de esos organismos. Ante la imperiosa necesidad de que existan los partidos en sociedades en las que sería irreal que la gente organizara por sí sola los estratos oficiales, los parlamentos, la vía judicial y todo lo que configura un Estado, los pueblos civilizados tratan de llevar la fiesta en paz. Y buscan crear estructuras provechosas en su papel, así algunas –como está pasando en Estados Unidos con sus partidos en especial el Republicano–, se convierten en un mal necesario. Durante décadas tuvimos al PRI, no hay que olvidarlo.

Los partidos son autocráticos pero necesarios: Maurice Duverger

Escrito en 1951, el libro Los partidos políticos, causó impacto en un mundo que tenía nociones muy precarias de la teoría de partidos. En realidad, el teórico, jurista y político francés, advierte que no es una teoría acabada, sino una propuesta de la misma. En México, se publicó en 1984 después de once ediciones con una traducción que Enrique González Pedrero y Julieta Campos le entregaron al Fondo de Cultura Económica. Dividido en dos libros, primero y segundo y una introducción sobre el origen de los partidos, el que fue representante parlamentario del Partido Socialista francés desde 1989 a 1994, plantea en primer término la estructura de los partidos, su armazón, los elementos de base, los  miembros de los partidos y sus dirección. Y en segundo, los sistemas de partidos, los números de partidos, dimensiones y alianzas y los partidos y regímenes políticos, en los que se analiza el multipartidismo, el partido único, los partidos y su relación con  los gobiernos, etcétera. La obra ha sido libro de texto, de consulta, leída por millones, pese a que han surgido muchas obras que convergen o debaten el aporte de Duverger. Y al avance de los sistemas electorales. Es clásica su postura de que la democracia en esencia no existe y una demostración son los partidos, oligárquicos pero necesarios,  instrumentos que se convierten en intermediarios entre las masas y el poder e imponen sus propias condiciones. Muchos de los puntos de vista del francés los vimos a diario y los hemos vivido y sufrido en el sistema político priista a través del hecho, en su momento, del partido único. La debacle de ese partido y de los que giraban a su alrededor tiene mucho que ver con la falta de eficacia que menciona el teórico; de ahí que si un partido como Morena logra la gran hazaña de lanzar al poder a un presidente con más de 30 millones de votos, ha cumplido en demasía la misión para la que fue creado. Basta que ahora lo analice a fondo y no se pierda en el camino.

 

 

 

Los que no amamos a Porfirio Muñoz Ledo

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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A lo mejor millones de mexicanos nunca tuvieron en su corazón a Porfirio Muñoz Ledo un priista evadido, ahora que se deslinda, “Morena se sale de mi corazón”. Es lamentable que un hombre notable como él queme sus últimas naves en una posición que solo es utilizada por opositores rabiosos. Un personaje que exoneró a Gustavo Díaz Ordaz, que ha atravesado la vida de cuatro partidos a dos de los cuales encabezó como presidente y se acercó peligrosamente al PAN en el sexenio de Vicente Fox de quien fue representante cultural  en Francia ¿se habrá detenido a hacer un análisis profundo sobre la situación de un país que fue hecho giras, por el gobierno del partido, el PRI, al que él perteneció por décadas y que incluso dirigió? Ahora echa mano de la Carta Magna para escudarse en la controversia de los migrantes. La Constitución mexicana, como todas las normas superiores del mundo,  prescribe el deber ser. Es el Estado a través de sus gobiernos como deben hacerlo realidad. ¿Pero qué pasa cuando la realidad se opone? La Constitución prescribe vivienda digna, salud y educación efectivas. De sus preceptos se desprende la equidad en la distribución de la riqueza, en el trato igualitario a ciudadanos, en la separación iglesias-Estado, etcétera. Y en la práctica nada de eso sucede. La riqueza afrentosa de unos pocos –seis de los más ricos del mundo según Forbes–, la existencia de 70 millones de mexicanos pobres según  la CEPAL, y esos mismos 70 millones sin seguridad social según lo ratifica la creación del Insabi para favorecer a ese sector, demuestra que pese a las normas constitucionales, la realidad supera los buenos términos jurídicos. Y esa realidad la fueron imponiendo la corrupción y el autoritarismo, sobre todo, en años en los que Porfirio Muñoz Ledo fue priista.

Sabotear o elogiar, verbos presentes en el discurso de Muñoz Ledo

Con sorpresa escucharon los presentes el discurso que dio Muñoz Ledo en Tijuana, Baja California, en junio del año anterior, con críticas a la política de AMLO ante las avalanchas que entraban al país y cuando se celebraba en la frontera el Acto de Unidad por la Dignidad de México. Era diferente a aquel viejo discurso de septiembre de 1969, cuando elogió con su maestría de pico fino, la gestión  diazordacista e hizo referencia a “los que llegaron a poner en peligro a la paz pública”, en el 68. Y el pasado junio lo hacía para acusar, como lo está haciendo en los últimos días, en el arrobo de haber recuperado su lugar en el escenario. Salido a la palestra en su papel de personaje en exhibición, siguió el camino en la Cámara de Diputados –donde era presidente de la Mesa Directiva–, hasta su retiro reciente.  Su edad –cumplirá 87 años en julio– su larga trayectoria de diletante que con  excepciones duró poco tiempo en sus puestos, le había concedido una última oportunidad en el gobierno actual, que despreció. Él quiere ser la estrella.

Un hombre que habla mucho y que no desprecia la variedad partidaria

Cuando se habló  de que Porfirio Muñoz Ledo le iba a poner la franja presidencial a Andrés Manuel López Obrador en su toma de posesión, afloraron por muchos lados los recuerdos de aquellos discursos incendiarios que dio el abogado en las tribunas diazordacistas. Muchos disculparon aquellos presuntos errores de juventud justificando el paso del tiempo, pero no era tan lejana  su cercanía con  el derechista Vicente Fox, del que fue agregado cultural en Francia, ni el cambio brusco que dio a favor de AMLO en 2006, porque vio que este tenía más posibilidades de ganar. El robo de la Presidencia de la República por Felipe Calderón, no le causó no obstante reacción alguna, al que fue representante de México en la ONU y llegó a presidir incluso el Consejo de Seguridad. Entre sus muchos puestos en su larga vida de presupuesto, ha escrito libros, entre ellos La ruptura que viene (2008) y Memoria de la palabra (2013), éste último para reseñar sus vivencias.  La salida de Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y otros destacados priistas, de  su partido, en lo que se llamó Corriente Democrática, fue calificada por algunos de salida necesaria ante la falta de opciones que se abrían para ellos, ya muy usados. Pero llegaron  a una izquierda que generosa les abrió la puerta a altas posiciones que no han parado de tener. Han salido ganando durante más de 30 años; pese a lo omiso que ha sido Cárdenas y a lo hablador que ha sido Muñoz. Sus opiniones al alza en estos días, cuando reniega de Morena, quizá añoran aquella euforia por el que lo lanzó a su larga carrera política, Gustavo Díaz, en términos como éste: “La herencia más preciada del régimen de gobierno del presidente Díaz Ordaz, es la consolidación del marco de nuestro desarrollo, por la afirmación de la soberanía  interna y externa del Estado, por la continuidad de la política social y por la extensión sin precedentes de la obra nacional de infraestructura”. Once meses antes había sido la matanza de Tlatelolco.

 

 

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