Economía reaccionaria en la 4T

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Apenas iniciado el año 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que “no vamos a aplicar ninguna reforma fiscal porque eso obedece a la antigua política neoliberal”, y que cuando se hablaba de eso, enseguida venía el ramalazo de aumento de impuestos. 

 

Supuestamente, el mensaje tuvo como destinatarias a las “víctimas de cajón” que, además de entregar el 35 por ciento de sus percepciones salariales (ISR), deben pagar el 16 por ciento de IVA, es decir, quedarse con menos de la mitad (el 49 por ciento) de su salario para hacer frente a otros gastos (salud, transporte y educación, principalmente) y otros “chunches” que suelen ser inevitables.

 

Sin embargo, el malicioso silencio del “1 por ciento” de la población que concentra la riqueza es un indicador de que el anuncio presidencial no pudo haber causado más alegría a sus felices miembros, esto porque el andamiaje tributario que ha permitido la desigualdad extrema, con sus más de 54 millones de pobres, queda así intocado (que siga la enfebrecida carrera de la “acumulación por la acumulación”, pues).

 

Y más, porque mentes “anti-conservadoras” han estado difundiendo, como parte de un debate apenas silenciado frente a un fenómeno de grandes dimensiones, recetas que van contra cánones neoliberales que justo fomentan la acumulación por la acumulación, originando grotescas desigualdades sociales.

 

Así, por ejemplo, el economista Thomas Piketty, en su reciente libro Capital e ideología, ha propuesto establecer un impuesto anual altamente progresivo que permita financiar la entrega de capital a jóvenes y adultos y dar forma a una especie de propiedad temporal y de circulación permanente de los patrimonios.

 

El conservadurismo y sus voluntades reaccionarias, que lo mismo militan en la derecha que en la izquierda, han considerado que lo propuesto por el investigador francés  alcanza dimensiones confiscatorias.

 

Pero para Piketty, convertido ya casi en una pesadilla contra los reaccionarios partidarios del status quo esas medidas, que incluyen a financieros y especuladores de toda laya, significan “una superación real del capitalismo” vigente, ese donde las evasiones de impuestos son legales, el instinto depredador se alza con su premio a la “meritocracia” y la usura y la especulación se colocan el traje de almas benevolentes y filantrópicas.

 

El problema ha sido y sigue siendo la grosera distribución de la riqueza, no la falta de ella. Y sin modificar sustancialmente el edificio hacendario que ha permitido en buena medida esa situación, no puede decirse, como supusieron los “padres fundantes” del libre mercado, que la economía política sea una rama “de la ciencia del legislador o del estadista” que se propone “suministrar al pueblo un abundante ingreso y subsistencia” y, además, “proveer al Estado o República de las rentas suficientes para los servicios públicos”.

 

El gobierno “Procura realizar, pues, ambos fines, o sea enriquecer al soberano y al pueblo”, según Adam Smith. (Investigación sobre la naturaleza y causa de las riquezas de las naciones, FCE, Libro Cuarto, “De los sistemas de economía política”, introducción, p. 377).

 

Pero eso es teoría, porque lo que ya se anunció es que no habrá tal suministro de ingresos ni de subsistencia abundantes para millones y, en el colmo, tampoco se proveerá a la república de rentas para hacer frente a compromisos diversos, incluidos los multimillonarios pagos anuales por el servicio de la deuda.

 

La reconducción presupuestaria y la apertura de sucursales bancarias para pobres no puede desestimarse, pero no es suficiente para reconducir la economía, menos para extender certificados de defunciones neoliberales,  tal como se ha hecho.

 

 

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