Evo: “Sólo habrá paz cuando haya justicia social”

 

José Luis Ortiz Santillán

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Luego de haberse consumado el golpe de Estado en Bolivia, el presidente Evo Morales ha llegado a México. El presidente, cuyo período debería terminar en enero de 2020, lo había advertido desde el viernes pasado, se estaba gestando un golpe cívico-militar en su contra después de las elecciones presidenciales que había ganado y cuestionado la oposición, luego que la Organización de los Estados Americanos, sin presentar los resultados de su auditoría electoral, señalara la conveniencia de anular las elecciones y convocar a nuevas.

Evo Morales había dicho que, “Después de escuchar a la Central Obrera Boliviana, al Pacto de Unidad y distintos sectores del campo y la ciudad, hemos decidido solicitar a la Asamblea Legislativa, dentro del principio constitucional de coordinación, renovar la totalidad del Tribunal Superior Electoral para convocar a nuevas elecciones nacionales.” Sin embargo, la oposición no quería nuevas elecciones, sino terminar con su gobierno y evitar su participación.

 

Los enemigos de la democracia y del presidente Morales en Bolivia, habían conjuntado todos los elementos para poner en marcha su maquiavélico plan, provocando un paro parcial de las fuerzas de la policía y luego, procediendo a secuestrar a los familiares de las personas cercanas a él, para obligarlas a renunciar bajo la amenaza de quemar sus propiedades. Pero lo peor, lo ha revelado abiertamente el presidente Evo Morales en México, las fuerzas de seguridad del Ejército le habían informado que había un oficial que, a cambio de 50 mil dólares, tenía la misión de detenerlo, o quizá, incluso, de asesinarlo.

 

De esta forma, la joven democracia latinoamericana recibía una estocada, después de décadas de dictaduras militares sangrientas y de un corto período de gobiernos democráticos electos en las urnas. Los golpes de Estado institucionales, parlamentarios y judiciales, que terminaros con los gobiernos del presidente José Manuel Zelaya (2009) en Honduras; de Fernando Lugo (2012) en Paraguay; de Dilma Rousseff (2016) en Brasil; todos han demostrado que la derecha fascista, la oligarquía financiera y los intereses imperialistas de Estados Unidos, están lejos de ceder frente al ímpetu democratizador de las masas.

 

Aun cuando se cuestione y niegue, se ha materializado un golpe de Estado cívico-político y policiaco contra el presidente constitucional de Bolivia. Se trata de un golpe a la democracia latinoamericana, acuñado en medio del odio racial y el desprecio a la mayoría de los indígenas bolivianos que constituyen más del 63% de la población. Evo advirtió del golpe de Estado que estaba en marcha: “Denuncio ante el mundo y pueblo boliviano que un oficial de la policía anunció públicamente que tiene instrucción de ejecutar una orden de aprehensión ilegal en contra de mi persona; asimismo, grupos violentos asaltaron mi domicilio. Los golpistas destruyen el Estado de derecho”, precisó.

 

Pese a los dichos de Luis Almagro en la OEA, la tragedia boliviana tiene las mismas raíces que la masacre de Pando en 2008, las fuerzas reaccionarias y racistas de la región llamada “Media Luna”: Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, las cuales siempre confrontaron al presidente Evo Morales, desconocieron sus poderes y promovieron la secesión de esos departamentos, con la intensión de partir en dos a Bolivia. De ahí surgió el líder del movimiento cívico, Luis Fernando Camacho, que, repartiendo biblias ha alimentado el odio y el racismo contra los seguidores del presidente Morales y del Movimiento al Socialismo (MAS), sembrando el terror entre los miembros del gabinete del presidente, gobernadores, alcaldes, diputados y senadores, que bajo la presión de ver arder sus casas y perder a sus familias, decidieron renunciar a sus cargos para allanar el camino al poder de los fascistas, de Carlos Mesa y Camacho, con su nuevo instrumento, la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, con el mismo origen.

 

El presidente Morales narró los hechos que lo condujeron a renunciar. Sin duda, la información de inteligencia recibida y su conversación con la vicepresidenta electa de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, marcaron su salida para evitar una guerra civil; quien informara en su cuenta de twitter: “En Bolivia, manifestaciones violentas sin ningún tipo de limitación por parte de las fuerzas policiales, incendian viviendas y secuestran personas mientras las Fuerzas Armadas le “sugieren” al presidente indígena y popular Evo Morales que renuncie.”

 

El presidente dejó claro que durante su gobierno hizo de Bolivia un país próspero y dignificó la vida de millones de bolivianos pobres, la mayoría de ellos indígenas; 13 años que no equiparan los 15 años en el gobierno de la canciller Alemana, Angela Merkel, cuya continuidad no se cuestiona; señalando: “Hemos estado en el gobierno 13 años, nueve meses y 18 días gracias a la unidad y voluntad del pueblo Nos acusan de dictadura los que perdieron ante nosotros en tantas elecciones. Hoy Bolivia es una Patria libre, una Bolivia con inclusión, dignidad, soberanía y fortaleza económica.”

 

Evo precisó: “Quiero que sepa el pueblo boliviano, no tengo por qué escapar, que prueben si estoy robando algo. Si dicen que no hemos trabajado, vean las miles de obras construidas gracias al crecimiento económico. Los humildes, los pobres que amamos la Patria vamos a continuar con esta lucha.” Lo cual ratificó en su despedida el vicepresidente, el doctor Álvaro García Linera, dejando claro las razones de su renuncia: “Renuncio para que Mesa y Camacho no sigan persiguiendo, secuestrando y maltratando a mis ministros, dirigentes sindicales y a sus familiares y para que no sigan perjudicando a comerciantes, gremiales, profesionales independientes y transportistas que tienen el derecho a trabajar.” Pero al final, para salvar a su pueblo y su vida, aceptó la oferta de asilo de México, dejando en Bolivia un vacío de poder con la renuncia de las presidentas de la Cámara de Diputados y de Senadores, así como de la primera vicepresidenta del senado, el cual fue llenado por la segunda vicepresidenta opositora del Benin, Jeanine Áñez, quien se proclamó sin quorum y con la presencia de Camacho y sus seguidores, presidenta de Bolivia.

 

Evo dejó una lección para los gobiernos de izquierda latinoamericanos. Ningún gobierno puede estar a salvo, los días oscuros de los golpes del Estado, en sus diversas formas, están al asecho, sin importar las nobles ideales que muevan a quienes gobiernan; nuevos manuales para derrocar gobiernos democráticos, que no han surgido de la Escuela de las Américas en Panamá, sino de las agencias estadunidenses que operan en México dentro de la Iniciativa Mérida, están en circulación y se preparan las huestes para el asalto a la democracia.

 

 

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