El grupismo es veneno para la democracia

* La principal aportación del comunismo no fue pacificar, sino por darle un carácter democrático al Estado * Lázaro Cárdenas era un hombre sensible y renovador, pero impulsó reformas bajo el control gubernamental, con organizaciones sometidas a la explotación y el crecimiento capitalista * Desde los primeros años del PCM también surgió un importante movimiento de mujeres comunistas: Marcos Leonel Posadas * A 100 años del Partido Comunista Mexicano

Genaro Rodríguez Navarrete
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.    @GNavarrete

Marcos Leonel Posadas Segura, promotor del Movimiento Comunista Mexicano, reflexiona sobre los avances y los errores cometidos por el Partido Comunista Mexicano (PCM), fundado el 24 de noviembre de 1919. Un instituto que se significó por su carácter internacionalista, la defensa de los derechos de los trabajadores y desmarcarse de la Revolución Mexicana.

Es notable que hasta su “disolución” en 1981, el PCM siempre estuvo cerca, vinculado de varias maneras, a los principales acontecimientos de la vida política del país.

En entrevista exclusiva desde su biblioteca en la Ciudad de México, remarca el enorme daño que ha provocado el grupismo a los intentos por construir un sistema político verdaderamente democrático. Se refiere con ello, a las mezquinas expresiones de tribus o facciones, con carácter sectario y dogmático, que sólo buscan beneficios particulares, en detrimento de los grandes desafíos colectivos o de carácter nacional. Posadas Segura comparte, asimismo, su mirada sobre la problemática actual y futura del país. Y advierte, como un importante apotegma que, “la historia no es rectilínea ni la hacen sólo los líderes”.

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Se cumplen 100 años del Partido Comunista Mexicano, ¿qué celebrar?, ¿qué conmemorar?

         —Asunto central es conocer mejor y valorar qué fue el PCM, qué significó en la historia del país. Se ha ocultado o deformado información importante, y como no existe desde hace algún tiempo, la imagen del PCM ha quedado desfigurada y borrosa. Pero cualquier persona sin prejuicios, puede ver que esta corriente ideológica, política y cultural fue muy importante, que hizo aportes a la vida nacional en distintos aspectos. De tal suerte que, no es exagerado decir, que mucho de lo que ha ocurrido de progreso o avance en la sociedad mexicana, tiene que ver, en cierta medida, con lo aportado por el PCM a la historia del país.

¿Cómo fue la primera etapa de vida del PCM?

        —El partido nace en el año de 1919, a partir de un congreso socialista realizado a finales de agosto e inicios de septiembre. Se formó el Partido Socialista Mexicano que en una reunión posterior, en noviembre, resolvió convertirse en Partido Comunista. Se respondió así al llamado que lanzó la Internacional Comunista (IC) a los revolucionarios del mundo. La IC se había formado en marzo de ese mismo año, por iniciativa de Lenin, una consecuencia del triunfo de la Revolución rusa en noviembre de 1917. Se trataba de un llamamiento a la revolución mundial. Al tomar la decisión de ser comunista y no socialista, se diferenciaba de las corrientes socialistas de la Segunda Internacional. El acuerdo implicaba convertirse en parte de la Tercera Internacional y miembro de un partido mundial. Los distintos partidos en cada país eran secciones nacionales del partido internacional que contaba con una dirección central.

Aquí era muy reciente el triunfo de la Revolución mexicana, del poder de las facciones de carácter burgués que habían derrotado a los ejércitos revolucionarios de origen campesino, básicamente del zapatismo y el villismo. El acuerdo de formar el PCM implicaba tomar posición ante esa flamante Revolución. Visto de lejos, me imagino que tenían que resolver si la Revolución y la Constitución de 1917 eran lo que había que impulsar. La respuesta no surge como conclusión del examen teórico marxista que aquellos pocos comunistas no manejaban, surge del sentido o instinto de clase. Dijeron: "no, la nuestra es otra que está por hacerse: la revolución obrero-campesina". En los años y décadas posteriores, los comunistas tuvieron que resolver su posición frente al curso de la Revolución mexicana de 1910 a 1940. Este fenómeno fundamental en el siglo XX mexicano, aún hasta 1960, estuvo presente como problema político e ideológico para el PCM.

La primera gran tarea de las pocas decenas de socialistas que por sentido o intuición de clase intentaban hacer una nueva revolución era con qué y con quiénes; a partir de una preparación teórica débil, rudimentaria. Además surgieron diferencias políticas muy fuertes que llevaron a la ruptura, a la división en dos pequeños partidos: uno encabezado por José Allen y otro por Lin Gale; el primero mexicano y el segundo estadunidense. Al cabo de meses de postración, se produjo una nueva unidad gracias a la autoridad de la IC y la vocación del PCM de participar en la lucha social para organizar a obreros y campesinos.

El PCM tuvo otra característica: su internacionalismo. Se tomó en serio la consigna de Marx: “Proletarios de todos los países, uníos”, ya que la clase obrera es internacional, más allá las fronteras de los Estados, de nacionalidades y diferentes formas de civilización. La clase es una: la de los explotados y oprimidos por el capitalismo. Por eso la solidaridad con todos los pueblos y la construcción de unidad en la lucha.

Casi al mismo tiempo fue la fundación de la Juventud Comunista de México (JCM), en 1920, en lo cual intervinieron personajes que luego fueron muy destacados, por ejemplo, el historiador José C. Valadés, quien dejó bonitos relatos de esos primeros pasos; esos jóvenes fueron un factor activo para la unificación del partido.

Un personaje en la fundación de la JCM fue el jovencito Alfred Stirner –era un alías–, sus hermanos tenían una joyería en la Ciudad de México, con los años se convirtió en activista de la IC. Otro, Edgar Woog, fundador y dirigente del Partido Suizo del Trabajo, en México dio sus pininos, aquí comenzó.

Desde los primeros años también surgió un movimiento de mujeres comunistas. Un feminismo clasista muy enérgico, combativo, con publicaciones propias como La Mujer y lideresas como Elena Torres y María del Refugio (Cuca) García.

Desde los primeros años se participó en los congresos de la Tercera Internacional, representado por compañeros originarios de países como India y Estados Unidos. Un representante mexicano en la IC fue Manuel Díaz Ramírez, el segundo secretario general del PCM.

¿Cuáles eran las banderas, proclamas o reivindicaciones del PCM en aquellos tiempos?

—Para aquellos comunistas era básica la lucha por los derechos de sindicalización, por elevar los salarios; asuntos de primer orden para los obreros. Otra gran reivindicación era de los campesinos: ganar la tierra. Había triunfado la revolución de bases campesinas, pero la tierra no se les entregaba. La reforma agraria vino después precedida por muchas luchas y sangre derramada. La lucha comunista tuvo que ver. Fue fuerte para reorganizar al campesinado que quedó disperso y a merced de los caudillos de la revolución burguesa. En 1926 se integra una Liga Nacional Campesina, con bases en lucha en varios estados del país y líderes influyentes en varias regiones, entre numerosos caídos víctimas de caciques y el gobierno como Primo Tapia, Guadalupe Rodríguez, José Cardel... En ciertos períodos, los comunistas hicieron armas contra las asonadas de De la Huerta y más adelante contra el escobarismo. Guadalupe Rodríguez fue un líder de la lucha por la tierra y jefe militar campesino. Calles, después de valerse de las fuerzas armadas de los comunistas, se deshizo de ellas, y a Rodríguez lo asesinaron por orden directa del Jefe Máximo.

Eran tiempos de vida muy agitada, de enfrentamientos. En 1927 hubo una primera gran huelga nacional ferrocarrilera y ahí estaban ya los comunistas como Valentín Campa y Elías Barrios, quien escribió el libro El escuadrón de hierro.

Artistas e intelectuales mexicanos de renombre estaban inscritos en las filas del PCM.

—Fue algo fundamental. Personajes como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Javier Guerrero y otros formaron su sindicato de pintores y escultores. En 1924 comenzaron a publicar el periódico El Machete. Este órgano del sindicato de los artistas fue entregado al PCM que lo hizo su periódico por más de 15 años. Artistas cumbre en la cultura mexicana y de proyección mundial que vivían un período creativo muy importante, haciendo arte público. Además fueron activistas para organizar sindicatos obreros. Siqueiros formó sindicatos en Jalisco y otros lugares.

El Machete como periódico comunista tuvo mucha presencia y arraigo. Hay fotos preciosas donde grupos de trabajadores y campesinos escuchan la lectura de la publicación que apoyaba sus luchas y formaba su conciencia social. Y junto con el partido, sufrió un periodo de ilegalidad.

En 1929, hubo una reacción del callismo, se formó el partido oficial, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), seguido de una feroz persecución contra los comunistas. Fueron puestos fuera de la ley. Expulsaron del país a gente como Allen, pensando que era extranjero. Ya no era dirigente, pero lo echaron fuera.

Otro personaje casi legendario fue Julio Gómez. Llegó con su familia proveniente de Odesa. Aquí completó su aprendizaje del español, se hizo obrero y comunista. Fue organizador del PCM en centros obreros de Puebla, Tlaxcala y llegó a secretario de Organización del Comité Central del partido. Y en la oleada anticomunista fue expulsado del país. Fue a Rusia, trabajó en la IC y como profesor en la escuela comunista internacional padeció injusta represión por el estalinismo; pasó casi 20 años en campos de concentración. Finalmente sobrevivió y siguió militando hasta el fin de sus días. En enero de 1929 fue asesinado Julio Antonio Mella, líder universitario y del comunismo en Cuba, exiliado en México, militó en el PCM y fue su dirigente.

¿Y qué pasó con El Machete?

—Fue exitoso, llenaba una necesidad y se publicó aun en un periodo de mucha represión y clandestinaje. De 1929 a 1934 es el período conocido como de El Machete ilegal. Se distribuía en forma clandestina. Parte de ese tiempo el periódico se hacía en una imprenta portátil que cambiaba de lugar con frecuencia. Se le llamaba La Aurora. Fue un apoyo de comunistas alemanes a los comunistas mexicanos.

En realidad, la membresía del PCM, más que un partido de masas, en sus inicios, fue modesta.

—Sí, eran unos cuantos. Pero la magnitud del movimiento en que estaban inmersos los multiplicaba por mucho. Los 130 que eran en 1926 dirigían organizaciones con más de 50 mil afiliados activos; la gente de las organizaciones obreras y campesinas era brava. Ya a principios de los años 30, actuaba la Confederación Sindical Unitaria, la CSUM, y avanzaron otras iniciativas de organización en los sindicatos de industria; todo esto trabajando junto con otras fuerzas.

¿Cómo fue la relación del PCM frente al régimen de Lázaro Cárdenas?

—Llegando Cárdenas a la Presidencia se puso en libertad a los comunistas presos. En 1935, frente a la ofensiva de los callistas contra el gobierno, centrada en su política hacia los trabajadores que aumentaba su arrastre de masas ya importante, una de las consignas de los comunistas era: “Con Cárdenas no, con las masas cardenistas sí”. Luego Cárdenas se deshizo de lastres callistas y expulsó a Plutarco. Las anteriores polarizaciones y sobre todo la represión contra los comunistas llevaron a momentos de sectarismo; pero en la nueva situación y con los acuerdos del VII Congreso de la IC que buscaba amplias alianzas contra el fascismo, cambió el ambiente político donde primaba la tolerancia política y el ejercicio de derechos.

Por su parte, los comunistas aprovecharon la coyuntura para hacer avanzar  los movimientos de masas que contribuyeron a las reformas del cardenismo. Por ejemplo, en la movilización de los sindicatos petroleros, el trabajo comunista estaba  presente; también en la formación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) con su programa antimperialista y de reformas profundas. Esto fue básico para la coyuntura de la expropiación petrolera. Hubo un proceso de encadenamiento de acontecimientos, de cambios en las relaciones de fuerza. Vemos que la historia no es rectilínea ni la hacen sólo los líderes. La expropiación petrolera no fue un mérito sólo de Cárdenas. Él fue realizador, pero contribuyeron a eso otros factores. Posteriormente los comunistas se destacaron en la defensa de la expropiación, colaboraron para desarticular la intentona de insurrección de Saturnino Cedillo, financiado por empresas petroleras.

En el movimiento agrario, los comunistas promovieron acciones por la tierra y huelgas. En 1936, las de la comarca lagunera; también en las haciendas michoacanas de Lombardía y Nueva Italia, se generaba el conflicto social que el cardenismo resolvió favorablemente.

Durante este periodo, se gestaron iniciativas para formar el sindicato de maestros y luego la CTM, entre varias corrientes, con Vicente Lombardo como un dirigente sindical de izquierda muy importante. La central obrera surge con una presencia fuerte de los comunistas porque estaban presentes en los principales sindicatos de industria: mineros, ferrocarrileros, petroleros, etcétera. Esto contribuyó a que el cardenismo tuviera un rumbo de izquierda.

Cárdenas era un hombre sensible y renovador, impulsó la reforma agraria, la organización campesina, la expropiación petrolera y la organización obrera, pero bajo el control gubernamental. Lo cual después se pagó demasiado caro: avanzó el corporativismo y se consolidó el sistema político, que posteriormente se pervirtió. Aquello tenía un cierto rumbo, pero después cambió a favor de la empresa privada.

 ¿Qué otros acciones protagonizaron los comunistas en los años 30?

—El partido creció. En el VII Congreso que se hizo en el Palacio de Bellas Artes se reportó que el PCM tenía ya 37 mil miembros. Con presencia en muchos movimientos: en los sindicatos, en la educación pública, en escuelas rurales, con los maestros consagrados al pueblo y en iniciativas culturales. Hizo presencia la nueva generación de artistas e intelectuales. Por ejemplo, un personaje importante fue Silvestre Revueltas, un hombre fundamental para la música mexicana.

En los años 30, los comunistas formaron varias organizaciones para promover la solidaridad internacional. Antes, en 1927, fue muy importante la campaña por Sacco y Vanzetti, y en apoyo al ejército encabezado por César Augusto Sandino que fue militante del PCM, se conformó el Comité Fuera Manos de Nicaragua. También se creó la Liga Antiimperialista de las Américas. Y luego la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, con personajes como Juan de la Cabada y otros. El propio Octavio Paz, en sus primeros pasos, comulgaba con la izquierda; como militante y literato va a España a un congreso antiimperialista, a favor de la república. Hubo incluso una liga de arquitectos socialistas promotores de la vivienda obrera, la construcción de hospitales y escuelas. Allí estuvo Alberto Teru Arai, de origen japonés, ensayista, arquitecto y antropólogo.

En síntesis, en sus primeros 20 años, el PCM hizo aportes importantes a la vida política del país contra el sistema verticalista, contra los caudillos militares. La aportación del comunismo no fue por pacificar, sino por civilizar y dar institucionalidad a un Estado progresista, con base social, democrática; asunto que todavía hoy sigue pendiente.

¿Qué señalar de la vida del PCM en los años 40?

—Fue un periodo aciago, una serie de crisis entre los años 40 y 60. ¿Por qué surgió esa crisis? Por errores políticos graves, fuertes, por ejemplo, la política que se le llamó "La unidad a toda costa". ¿En qué consistió? Después de 1935 la consigna era luchar contra el fascismo que se venía constituyendo como fuerza mundial orientada a la guerra y la dominación mundial.

Otro problema se derivó del exilio y posterior asesinato de Trotsky. En dos intentos hubo comunistas involucrados. El primero encabezado por Siqueiros, quien procedió al margen del partido. El segundo intento se hizo directamente por órdenes de la IC y Stalin. En Moscú, Trotsky era considerado como un peligro porque desplegaba una propaganda permanente contra el poder de la URSS; a nivel internacional era debilitar la mayor conquista obrera y principal bastión contra el nazismo. A ese problema se le abordó de modo pragmático y brutal por Stalin: eliminar a Trotsky. Se mandó un emisario para trasmitir la decisión y tener la colaboración del PCM recuérdese que era una sección de la IC. Se entrevistó con el Secretariado, el círculo más estrecho tres personas de la dirección: Rafael Carrillo, Hernán Laborde y Valentín Campa. La respuesta fue “no”. Se explicó que Trotsky aquí no era problema, sólo una voz aislada, escandalosa, pero no representa un peligro; y se respondió que en eso no se participaba. Más un argumento moral: los comunistas no somos asesinos. Otros personajes ajenos al PCM cumplieron esa decisión en agosto del 40.

A esa negativa le siguió una reacción bárbara de la Internacional. Generaron condiciones para que esos dirigentes fueran puestos en la picota y expulsados. Un Congreso Extraordinario organizado por una Comisión Depuradora designada por la IC coronó el cambio de dirección en 1940.

La expulsión de Laborde y Campa y muchos identificados con ellos, significó la destrucción de una dirección que se había venido formando paulatinamente durante años. No eran sólo dos individuos, alcanzó a centenares de cuadros del partido.

Llegó una nueva dirección, no improvisada, pero menos apta que la anterior. La encabezó un dirigente obrero de La Laguna, de origen agrario, Dionisio Encina, que estuvo 20 años al frente del PCM.

Fue un periodo con una sucesión de crisis muy graves para el partido. En el Congreso de 1939, se contaba con 37 mil miembros. En 1960, después del XIII Congreso, al revisar el estado real de la organización, se vio que no llegábamos a los 2 mil. El país se había multiplicado en población y en obreros, pero el partido había disminuido de manera tremenda. Se tenía mucha presencia entre los intelectuales a finales de los 30, pero a principios de los 60 se había reducido mucho. Además la política de destrucción y la propaganda anticomunista y mentirosa de la Guerra fría, aplicada aquí por Miguel Alemán desde 1946, no dejaba ningún resquicio. El anticomunismo buscaba efectos negativos en la población: calumniar y aislar a los “rojos”, negar la democracia, imponer la armonía obrero-patronal pactada en 1945. Fue una base política del relanzamiento capitalista iniciado con Alemán.

El periodo de ascenso capitalista se acompañó por un deterioro comunista, además, complicado por los procesos internos, por diferencias no bien resueltas, canalizadas de la manera en que Stalin resolvía los problemas: con la expulsión. Hubo tres o cuatro periodos de expulsión y surgimiento de otros núcleos; es decir, fragmentación.

El surgimiento del Partido Popular encabezado por Lombardo Toledano, tras la reunión que se llamó la Mesa de los marxistas mexicanos, en 1948, significó el intento de arrebatar a los comunistas las banderas socialistas. Nadie les negaba ese derecho, pero en el fondo entró en la disputa por la dirección del movimiento comunista. El movimiento lombardista estaba ligado al poder. Lombardo fue un muy notable dirigente obrero, sindical, político y elaborador de teoría. Formuló con sectores de la izquierda del partido oficial y tendencias derechistas del comunismo la idea de que en México se caminaría hacia el socialismo por la vía de la Revolución mexicana, tomada por grupos reaccionarios a los que había que combatir; y que sectores progresistas de la burguesía y del partido oficial debían tomar la dirección de ese proceso.

Esa visión supeditaba la lucha por el socialismo a como se resolvieran los problemas en el seno del gobierno y el partido oficial. Era apostar a una línea derivada de las contradicciones interburguesas.

Al final de los años 50 hubo tres acontecimientos que hicieron posible cambiar el rumbo: el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en febrero de 1956, que formuló una serie de tesis de teoría política importantes. Dos ejemplos: la lucha por el socialismo tiene distintas vías, no una sola; y, la nueva guerra mundial se puede evitar. Esto, más el informe secreto de Jrushov, donde crítica los abusos y crímenes de Stalin, abrió un periodo de reforma en la Unión Soviética, a principios de los años 60.

Otro gran acontecimiento fue una oleada de movimientos de masas en México contra el autoritarismo y por mejores condiciones de vida. En abril de 1956 estalló una huelga estudiantil nacional; inició en el Instituto Politécnico Nacional, pero se amplió por todo el país. La huelga fue aplastada. Sus líderes Nicandro Mendoza y Mariano Molina fueron encarcelados. El gobierno impuso la dirección del empresario Alejo Peralta, el Ejército invadió el internado estudiantil y espacios de Santo Tomás. Y siguieron grandes luchas sindicales de petroleros, maestros, ferrocarrileros, telegrafistas y otros, tuvieron avances y fueron reprimidos.

Y en 1959 otro gran acontecimiento: los “barbudos” hicieron la Revolución cubana. ¿Qué significó? Que la revolución se puede hacer en las cercanías de la potencia imperialista y sin dirección comunista. Fue una gran llamada de atención. Eran elementos de primer orden para la discusión y para concluir que el PCM no puede seguir así como está.

Se generó una lucha interna por cambios de fondo. En medio de luchas de masas y represiones los críticos minoritarios se volvieron mayoría. Así se llegó al XIII Congreso que resolvió: en México hace falta hacer una nueva revolución. Que la vía de la Revolución mexicana está agotada. Fue un cambio de gran significado, una postura innovadora. Se eligió una nueva dirección, se hizo la revisión del largo periodo de crisis del partido, se criticaron los métodos que llevaron a la división, se readmitió a Valentín Campa, y abrirse al ingreso de los miembros del otro partido comunista, el Partido Obrero Campesino de México. Hubo un cambio importante para el rumbo del PCM.

¿Inició una nueva etapa que va de 1960 a 1981?

—Con muchos acontecimientos. Como lo fue también la etapa posterior; cuando el PCM decide fusionarse con otros partidos.

¿Y algunas de cuyas expresiones quizá lleguen hasta la actualidad?

—Sí, con expresiones de entonces y nuevos grandes problemas, por ejemplo, la fragmentación de los comunistas mexicanos, dispersos en grupos poco influyentes.

Hubo hechos tremendos como la derrota de avances conquistados a lo largo del siglo XX, el fin del bloque socialista como proyecto mundial y la desaparición del Estado y del sistema soviético. Pero eso no significa el fin del socialismo como movimiento ideológico y político, y sobre todo, como necesidad histórica. Pero muy golpeados como fuerzas políticas, como movimiento internacional; también le ocurrió a la socialdemocracia y a los sindicatos.

El capitalismo se reforzó y alcanzó niveles insospechados, reorganizó los modos de producción, se apoderó de las nuevas tecnologías y extendió la explotación a la clase obrera de los países socialistas. En China se inició un proceso muy complicado, difícil de entender, con mentalidad occidental. Un proceso ilustrado con una frase de Den Xiaoping: “Dejemos que vuelen los pájaros capitalistas, pero dentro de la jaula”. O sea, con el control político de los comunistas, aprovechar las posibilidades productivas y mercantiles de los métodos capitalistas. Lo cual tiene que ver con un problema teórico fundamental que hoy está presente: cómo va a ser el tránsito al socialismo dado que es una necesidad a nivel mundial.

Ese capitalismo que hoy es más influyente, fuerte y dominante también está en crisis. Está atravesado por contradicciones insolubles. Además se ha convertido en un peligro grave para el planeta. En el marco del capitalismo no hay solución a las contradicciones de clase ni a los problemas que genera: hambre, desempleo masivo, migraciones, descomposición social... Hacen crisis nuevos problemas: la desmedida explotación de la naturaleza proferida por el modo de producción capitalista y que está atentando contra las capacidades de regeneración del planeta. Ha provocado riesgos como el cambio climático, el ascenso del nivel de los océanos, el deterioro ambiental..., y crecen problemas y peligros anteriores: el armamentismo, el peligro de una guerra atómica. Todo conflicto en cualquier región del mundo tiene detrás el riesgo de ser una guerra general que tendrá que ser nuclear. Los grandes arsenales de armas nucleares pueden eliminar la vida en el planeta. Aparte de otras formas de destrucción masiva.

Durante la etapa entre 1960 y 1981, ¿qué acontecimientos marcaron la trayectoria del PCM?

—La máxima dirección, el congreso del partido, lanzó la idea de hacer la nueva revolución. La idea entusiasmaba a las nuevas generaciones, pero no teníamos con qué hacerla.

Frente a eso surgen varias iniciativas estratégicas. Una de ellas es fundamental: reorganizar el movimiento de masas, de manera independiente, de modo democrático, sin corporativismo ni clientelismo. Con un criterio nuevo: las organizaciones sociales de masas deben ser entes autónomos, no dependientes de los partidos; aquellas construidas o dirigidas por el PCM no son “del partido” ni “correas de transmisión de sus políticas”, esa es la concepción estalinista. Hay que respetarlos con sus características propias. En ello trabajan los comunistas. Pueden ser sus dirigentes, pero no son sus instrumentos. Son propiedad y patrimonio de sus miembros.

Un segundo gran problema: reconstruir el partido. ¿Cómo hacerlo? Arnoldo Martínez Verdugo hizo aportaciones que fueron clave: trabajar para constituir un grupo dirigente nacional, con arraigo en las localidades, combinando un movimiento desde el centro con el rebrote de grupos locales. Y con ello, constituir una nueva generación de dirigentes comunistas identificados con la línea política; sobre los cuales descansó el desarrollo posterior del partido. Con esto, se pretendía dejar atrás el nefasto grupismo. El grupismo es característico de la vida política mexicana. Cualquier individuo, sea el presidente de la república, secretarios de Estado, jefes de departamento, una colonia, un pequeño poder, tienen grupo, camarillas que manipulan. ¿De qué viven? Del clientelismo. Es una traba al surgimiento de partidos, de organizaciones sociales independientes y democráticas.

Por ese tiempo se amplió la política de alianzas; con lo cual se participó en la formación del Movimiento de Liberación Nacional, las campañas de solidaridad por Cuba, la iniciativa de apoyo a la lucha liberadora de Vietnam, de los dominicanos, guatemaltecos y otros pueblos atacados por los imperialistas.

En 1963, fructificaron iniciativas importantes como formar la Central Campesina Independiente que denotaba una crisis grave de la Confederación Nacional Campesina; es decir, del monopolio oficial de la organización campesina. Ese mismo año, en mayo, se reunió  la Conferencia Nacional de Estudiantes en Morelia, se aprobó la Declaración de Morelia y organizar la Central Nacional de Estudiantes Democráticos. Allí participaron compañeros comunistas muy destacados como Raúl Álvarez Garín, y confluyó la fuerza impulsada por Rafael Aguilar Talamantes y Lucio Cabañas, a partir de la quiebra de Confederación de Jóvenes Mexicanos en su congreso de 1962 en Guadalajara.

En fin, se avanzó en la tarea de reorganizar y democratizar los movimientos sociales deformados por las leyes y las prácticas corporativas del partido oficial que impedían la libertad sindical e imponían directivas.

Un hecho político importante del PCM fue pronunciarse contra la invasión a Checoslovaquia por tropas soviéticas y de otros países socialistas. El PCM apoyó el intento reformador de Alexander Dubcek y su partido. Todo ello ponía sobre la mesa el tema de las crisis de los países socialistas, de la forma en que funcionaban y la separación de las direcciones con gran parte de la población. Problemas que era necesario advertir y urgente trabajar por superarlos. Maduraba la idea básica de que el socialismo tiene que ser necesariamente democrático.

En 1975, la lucha por la democracia se concretó en la tarea de exigir y conquistar los derechos políticos del PCM. Y la idea de que la democracia podía ser una vía revolucionaria. La lucha por la democracia fue línea constante que marca este lapso a partir de 1960.

Otra línea se fue desenvolviendo: la independencia del partido. Nacimos como destacamento adscrito a un centro internacional de dirección, la IC, que se mantuvo hasta 1943 cuando la disolvió Stalin. En los años 60 y 70 asumimos que nosotros somos los únicos responsables de elaborar políticas para nuestro proceso nacional, dirigir movimientos, responderle a la revolución en este país, porque la lucha es mundial se concreta en cada Estado. No sería la Internacional, el campo socialista ni “el ejército rojo de Estados Unidos”, el que haga nuestra liberación. Tiene que surgir desde aquí. La concepción de independencia significa tomar en nuestras manos la responsabilidad plena de la marcha del propio movimiento; esas tareas nadie las haría por nosotros.

¿Qué tanta independencia tenía la Juventud Comunista respecto del Comité Central del PCM?

—Primero, había dependencia de línea por propia convicción. Y dos, tenía autonomía organizativa.

¿De gran relevancia fue la participación de comunistas en el movimiento estudiantil de 1968?

—Estuvimos involucrados totalmente, desde sus inicios. Pero la terrible represión de 1968 aplastó la organización estudiantil. En los años siguientes surgió un sector de la Juventud Comunista que concluyó que por la vía pacífica estaba cerrada la posibilidad de cambio y comenzaron a buscar otras vías con las armas. Surgieron más de una veintena de grupos guerrilleros. La mayor parte de ellos fueron sorprendidos cuando intentaban organizarse. Muchos fueron denunciados por infiltrados de la Secretaría de Gobernación.

¿Parece que la discusión en el PCM de 1971 fue muy trascendente?

—Por ese tiempo, se planteó la pregunta: ¿Por qué el partido, a pesar de tantos esfuerzos y luchas, no crece? ¿Qué estamos haciendo mal?, o ¿dónde está la causa? La discusión interna derivó en las tesis de ese año. Una de las tesis principales fue que el movimiento obrero no había hecho elaboración teórica propia. Se venía funcionando sin teoría. Pesaba demasiado el dogmatismo. El traslado de fórmulas hechas para otros lugares y otros tiempos. Las respuestas tienen que surgir de las condiciones nacionales, de la historia de este país. La elaboración teórica debe surgir de la revisión de la experiencia de los movimientos de este país. Ayuda mucho lo que dijo Marx, Lenin, Mao o Fidel Castro, que hicieron grandes aportes; pero de lo que se requiere es de una elaboración teórica para el propio proceso revolucionario.

Este tipo de teorización explica el movimiento acelerado de 1975 a 1980. Nos permite luchar por la idea de democracia, dar la batalla por el registro del partido y los derechos de la izquierda, hacer alianzas con cristianos, católicos –Sergio Méndez Arceo y otros movimientos sociales de base. El PCM trataba de tener los pies en la lucha de clases concreta. No en la ideologización abstracta e intemporal.

 ¿Quiere decir que la apertura del régimen no fue una concesión gratuita?

—La elección presidencial de 1976 demostró la crisis de los partidos y del sistema electoral. ¿Cómo se evidenció? Por la postulación de un solo candidato. Por otro lado, cientos de compañeros estaban embarcados hacia la acción armada y el régimen en crisis no discurrió otra forma de hacerle frente que con la Guerra sucia. La salida que se encontró fue hacer la reforma electoral.

La característica de la reforma política de 1977 fue que se discutió directamente entre dirigentes del PCM y representantes de la Secretaría de Gobernación encabezados por Jesús Reyes Heroles. Como nos negamos a someternos a la ley anterior; por ejemplo, a entregar las listas de miembros a la Secretaría de Gobernación como una de las condiciones para el registro, se les ocurrió el registró condicionado al resultado de las elecciones. Nosotros lo aceptamos porque tampoco teníamos la fuerza para imponer nuestra visión. Fue una reforma cicatera, ruin, que aún no termina, dosificada por años a través de sucesivas reformas. Continua vigente la demanda de entonces: la necesidad de un régimen electoral democrático y la idea de que la democracia no se agota en el asunto electoral. Puede haber elecciones libres, pero eso no democratiza el régimen. Este tiene que ver incluso con la democracia en la vida interna de las organizaciones y su relación con el Estado, el fortalecimiento de la representatividad. ¿La Cámara de Diputados representa el sentir e interés del pueblo? No lo representa.

¿Por qué se decide disolver el PCM en 1981?

—No. Nunca determinamos la disolución del partido. ¿Cuál fue la decisión? Generar un nuevo partido en unidad con otros. Es decir, fusionar distintos grupos en un nuevo partido.

¿Entonces no aplica aquí la palabra “disolución”?

—No. Ocurrió una disgregación porque el PCM sí fue leal a la idea de la fusión. Los otros partidos no se fusionaron. Se mantuvieron como grupos de intereses limitados. Dirigentes irresponsables y atrasados como el grupo de Alejandro Gascón Mercado y su actitud de ganar posiciones, dieron al traste con la intención de formar un partido de calidad superior.

¿Parece que el grupismo siempre ha estado presente en la cultura política mexicana?

—Me parece que es una causa de atraso político. Lo ha sido históricamente. Los grupos de interés manipulan y usufructúan bienes y recursos colectivos, imponen la simulación política, causan baja participación de la población y descrédito de la política. Por lo que también no hay verdaderos partidos. Creo que al respecto hubo dos intentos en los años 60: El PCM que avanzó un trecho y el PAN que lo intentó en tiempos de Adolfo Christlieb Ibarrola, invocando las encíclicas del Papa y el movimiento cristiano de base popular.

El grupismo fue uno de los factores del fracaso de la fusión del PCM con otros partidos. Pero no sólo por eso, también al interior del PCM había surgido el grupismo. Grupos no ideológicos, sino de interés que buscaban entronizarse en el poder. El último acuerdo del PCM fue la expulsión de más de la mitad de los militantes en Puebla, por una disputa interna sobre quién sería el candidato a la Rectoría de la universidad en esa entidad. Al interior del partido empezó a surgir el ansia por ser diputado, presidente municipal, por posiciones de poder, de intereses de grupo.

¿Al parecer el grupismo sigue permeando hoy la vida política?

—En Morena, por ejemplo. Hoy allí tienen dos obstáculos para organizarse democráticamente: los grupos de esta vieja y negativa tradición y la otra tradición del líder central único. Primero, mucha gente ha llegado a ese partido, desde el PRI, PRD y otros, en busca de posiciones. Y lo están logrando incluso desplazando a los fundadores. Poniendo en grave riesgo el futuro de esa organización. Si siguen así, terminaran como el PRD. Y en segundo lugar, señalar que Andrés Manuel López Obrador tiene grandes virtudes. Sin su presencia no hubiera sido posible el cambio del 1 de julio de 2018. Pero también tiene defectos de fondo.

¿El PRD no pudo superar la fase del grupismo?

—No pudo con los grupos de interés particulares, de facción, a costa del partido que trabaja y se une por intereses colectivos. El PRI también fue una federación de grandes grupos supeditados al presidente, al caudillo. Un esquema del siglo XIX, veneno para la vida democrática. Hace falta, y es fundamental para mejorar el presente y el futuro, un régimen político democrático. Está por verse si con AMLO y la 4T se puede. Es posible, pero todavía no es.

Se dice que el sistema ya no es neoliberal, pero, ¿en qué ha cambiado? No lo cambia el que se repartan becas o programas de redistribución mínimos. O sólo con subir muy poco los salarios. Así se atienden urgencias de millones, es positivo. Sin embargo, cambiar al neoliberalismo tiene otra dimensión, son mecanismos de explotación y de dominación. El contexto neoliberal es mundial. No es cierto que el neoliberalismo ya pasó. Es mucho más serio. Hace falta ubicar el problema. ¿Esto es difícil? Sí. Se tendrá que convivir con intereses de la oligarquía mexicana y de los yanquis. Construir acuerdos políticos virtuosos, sin dejar de luchar y acumular fuerzas. Para modificar el sistema económico, durante un tiempo se podría tener como centro el Estado. No de nuevo el estatismo, sino para ganar espacios y compartir la dirección que monopoliza y dicta la oligarquía; implica una etapa de lucha, de movilización a favor soluciones populares y estructurales. No basta una frase: “Ahora  ya no es igual que antes”, es cierto, pero aún no hay nuevo régimen político. Hay nueva legislación laboral, pero los sindicatos siguen estando en el suelo. Sí queremos transformaciones reales e importantes es indispensable una base obrera, campesina y popular. No tanto como seguidores de Andrés Manuel, sino como promotores de una causa de gran dimensión.

Otra observación es que si no se multiplica la dirección partidista e intelectual de la 4T, esto no continuará. El ejemplo es el que hoy se usa recurrentemente: Juárez. El presidente oaxaqueño tenía una pléyade de grandes personajes a su alrededor. Hoy no están. Sólo es uno. AMLO hace trabajo sobrehumano, pero no es suficiente.

Además, si la sociedad no asume que el futuro está en sus manos no en manos de AMLO, mucho menos de Morena, que su participación autónoma es necesaria para reorganizar las comunidades y la nación, entonces la sociedad seguirá postrada. El clientelismo continuará siendo el tejido que ata los cabos sueltos.

Nuestra causa no es la 4T, es la 5T, la socialista; por ello importa que la que ésta en curso salga bien.

¿Cuál es su opinión de Arnoldo Martínez Verdugo?

—Se trata de una personalidad política fundamental de la segunda mitad del siglo XX mexicano. Analizaba los problemas, buscaba soluciones de manera práctica, con una visión de largo plazo. Muchas reuniones que presidió fueron muy difíciles. Él proponía soluciones, metía orden, ataba cabos. Estableció un método. Tampoco era súper hombre. Era un tipo de dirigente surgido de las clases trabajadores que aportó mucho. Con las luchas de la segunda mitad del siglo pasado se impulsaron avances de la vida política, no todo lo que hace falta; pero es importante y no se hubiera logrado sin gente como Arnoldo. Otros se lucieron más o hicieron más ruido, Martínez Verdugo fue discreto, modesto, empero, muy fecundo en política. Y hay que reconocer los aportes de otros muy importantes dirigentes comunistas como Valentín Campa, Othón Salazar, Ramón Danzós Palomino, Enrique Semo y más compañeros.

Semo ha escrito un gran libro para explicar la Conquista, ¿cree que España y el Vaticano deben pedir disculpas?

—Tienen que disculparse. Cometieron crímenes atroces. Hay que exigir respuestas del Reino de España y del Papa. Los conquistadores destruyeron religión, identidad y cultura. Todo tiene que ser reexaminado y sacar consecuencias.

¿De modo que no coincide con la versión de que aquello fue el encuentro de dos civilizaciones?

—No. Lo que hubo fue el intento durante siglos por destruir el mundo indígena: su lenguaje, su modo de producción. Siguen marginados. ¿Cuál encuentro? Son parte de la nación, el mestizaje existe, pero que haya sido en el encuentro entre dos culturas, no. Hay un problema étnico no resuelto. Tiene razón el EZLN cuando plantea sus propuestas de autonomía y regeneración cultural. No para fragmentar, sino con el fin de unir el país. Que se unifiquen las muchas naciones que hay. Es ejemplo del tipo tesis que deben elaborarse: viejos problemas que requieren soluciones nuevas.

¿Qué retos tiene el movimiento comunista?

—El movimiento comunista puede renacer. No igual que antes. Su legado ético y político, sus modelos de trabajo, los rasgos de muchos de sus militantes, sus experiencias, hay que ponerlos en juego hoy para unificar la vida política. Hace falta integrar ética y política. Sin esto, no habrá reconstrucción de partidos ni nueva valoración de la política. Los antiguos planteamientos tienen que ser modificados de acuerdo al momento actual. Las propuestas no pueden perder el ritmo de los nuevos tiempos. Ahora los cambios son más rápidos. De esto se puede aprender de los chinos. La dirigencia china es un grupo muy calificado, riguroso, ha avanzado a partir del reconocimiento de los errores. Buscan una cierta armonía internacional. Una comunidad de destinos. No sólo siguen el marxismo, sino viejas escuelas del humanismo y el confucianismo; es decir, el saber ancestral de los pueblos. 

Hay que resolver las contradicciones concretas y en concreto. No creo que como socialistas mexicanos debamos plantearnos el aniquilamiento, la devastación. Lo que el capitalismo tenga que aportar al México nuevo y del futuro, hay que recogerlo. Hay que construir mundo.

¿Y qué le parece la política de reelección indefinida de Xi Jinping?

—Es de las cosas discutibles, pero que hay que verlas fríamente. Si uno ve el tamaño de los problemas de China, la dimensión del gran salto histórico que están haciendo es enorme. El control político, en muchos casos, es absoluto. No permiten que otros partidos disputen el poder. Que expresen posiciones, sí. Esto ante la necesidad de un país unido. Sin grietas. Ya las tuvieron en el pasado. Fueron muy costosas. Hay que evitar que se presenten de nuevo. Y no descartar ni descalificar que esto se logra quizá no con rotación, sino con darle más control al grupo político más capacitado, al hombre de más confianza, para que cubra y dé estabilidad a una etapa del proceso de cambios.

¿Qué otros temas están hoy en el centro de sus preocupaciones?

—El problema que más me preocupa es el encuentro de las necesidades que tenemos como país y como clase trabajadora con la existencia, la forma de vida y las inquietudes de la juventud actual. La juventud de hoy está más informada, es muy productiva y tiene más problemas que nunca. La perspectiva de su existencia está hipotecada. Se encuentra entretenida en muchas cosas. Los instrumentos de información atraen, abstraen, desconectan y enajenan. Pero la necesidad de soluciones democráticas y populares es vital para ellos. O estarán condenados a ser siempre pobres, miserables, marginados. O destinados al consumismo imposible, al narcotráfico, al sicariato. Vivir el mundo actual, participar en dar solución a los gigantescos problemas de los pueblos y los individuos, sacar todo lo aprovechable a los avances del conocimiento, de la tecnología, de los mejores valores de la cultura es el gran reto de la juventud.

¿Por instrumentos de información se refiere a las nuevas tecnologías?

—Las nuevas tecnologías dan para la información y la desinformación; pueden usarse y se usan para nuevas formas de dominación de las conciencias. La clase dominante ejerce su dominio ideológicamente de forma cada vez más sofisticada. Van por controlar nuevas ramas, como la robótica, la inteligencia artificial, la información cuántica, la biotecnología, en función de los intereses de reducidas élites que se benefician de la propiedad y de conducir la civilización humana.

Perfil

Marcos Leonel Posadas Segura (Tampico, Tamaulipas, México, 1938), obrero electricista en Petróleos Mexicanos, editor, periodista, político. Ingresó a la filas del PCM desde 1956. En 1964 fue elegido como secretario general de la JCM. Director de Oposición, publicación oficial del PCM. Cofundador de los partidos Socialista Unificado de México donde ocupó la secretaria de Organización y Asuntos Internacionales, Mexicano Socialista y De la Revolución Democrática. Ha participado en las agrupaciones políticas Corriente del Socialismo Revolucionario, Refundación Comunista, Corriente del Socialismo Democrático y Dignidad Ciudadana. Actualmente trabaja para el Movimiento Comunista Mexicano y dirige la publicación electrónica semanal Tribuna Comunista.

 

 

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