Posliderazgo, AMLO y los héroes de la retirada

Luis Emiliano Gutiérrez Poucel
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La verdad es que me cansa hablar tanto de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, inclusive un colega me sugirió que mi fijación con AMLO era ya de diván. Sin embargo, me es difícil no escribir acerca de él cuándo lo peor se confirma semana tras semana. Sus promesas de campaña se han quedado atrás al enfrentarse a la dura realidad y a las dificultades de gobernar. No obstante, a pesar de sus pobres resultados, sobre todo en economía y seguridad, su popularidad continúa alta, la gente sigue esperanzada y creyendo en él.

México lleva 10 meses de la administración de la 4T, lo que se podría calificar como un ejemplo de posliderazgo, o sea, líderes que desatan pasiones, desentierran resentimientos y emocionan a la gente. Líderes que se dejan llevar por las emociones que ellos mismos desataron y que luego son incapaces de administrar. Los mexicanos que siguen creyendo en AMLO lo hacen casi con fervor religioso, exhibiendo acumulación de pasiones sin resultados tangibles, excepto el de la burla y escarnio a los opositores y críticos de la 4T. A juicio de este escribiente ha llegado el momento del desarme emocional, de recurrir al recurso de la imaginación política y al conocimiento técnico económico. Hay que detenerse, recapacitar y replantear la nueva filosofía de política pública y económica; ya no más caprichos y ocurrencias de elevados costos económicos y sociales, pero decisiones avaladas por estudios bien fundamentados.

En las grandes urbes se percibe mayor desempleo, mientras que el caos en la Ciudad de México prevalece con las protestas de los normalistas y taxistas. El 3 de octubre pasado los normalistas de Tenería, estado de México, secuestraron 92 camiones y choferes en demanda de más plazas laborales para los egresados. Tuvieron secuestrados 10 días a los conductores y los autobuses. Luego de las negociaciones de autoridades con normalistas, se convino dar viabilidad a la demanda de los estudiantes, los conductores y autobuses fueron liberados. Los choferes declararon maltrato, inclusive uno de ellos tuvo afectaciones en un ojo al explotar un vidrio en la cara durante la toma de su camión.

La pregunta que surge es: ¿Cómo fue que los actos criminales de robo, secuestro, privación ilegal de la libertad y agresiones quedaron impunes, mientras que los agresores fueron premiados con la concesión a su demanda principal? Con la excusa de no reprimir, el gobierno acepta como daño colateral el abuso y agresión a terceros por parte de los quejosos.

Días después, el 7 de octubre, los integrantes del Movimiento Nacional Taxista protestaron contra las aplicaciones transnacionales tipo Uber, Didi y Cabify bloqueando varias de las principales avenidas de la Ciudad de México y los accesos al Aeropuerto Internacional. Los taxistas ejercieron presión para evadir la competencia producto del progreso tecnológico en los sistemas de comunicación que predominan alrededor del mundo.

AMLO llegó al poder como líder de una sociedad resentida, culpando a los más afortunados de la desgracia de la mayoría del pueblo mexicano. Andrés Manuel difícilmente acepta críticas o sugerencias, descalificando y burlándose de sus opositores. Parece secreto a voces de que promovió la salida de Carlos Loret de Mola de Televisa y aterrorizó hasta presentar su renuncia al ministro Eduardo Medina-Mora de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El mismo día que las autoridades congelaron las cuentas de la familia Medina-Mora, el ministro Medina-Mora renunció sin exponer las causas graves como manda la Constitución. Tres días después las autoridades descongelaron las cuentas de la familia Medina-Mora.

Apenas llegó al poder, AMLO desmanteló las pocas buenas cosas que había hecho el vacuo, irresponsable y corrupto Henry Monster, como le dice Brozo a Enrique Peña Nieto, tales como las reformas estructurales y el aeropuerto internacional de Texcoco.

Por otro lado, hay que registrar sus aciertos en materia de política social y en la lucha contra la corrupción. Eso hay que reconocérselo a AMLO, puesto que antes no había nada de eso.

Ahora, a cinco años de terminar su mandato, convendría, antes de seguir adelante, aceptar que es necesario dar marcha atrás y rectificar los errores y desaciertos. En otras palabras, dejar de ser héroes de victorias ficticias que sólo se han quedado en promesas sin resultados tangibles, y ser –como dice el autor y filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger­– héroes de la retirada, en donde los líderes aceptan “el non plus ultra” del arte de lo posible, consistente en abandonar posiciones insostenibles, renunciar a los caprichos en favor de los proyectos bien fundamentados. “Lo fácil es arrojar bombas, lo difícil es desactivarlas.”

La pregunta que surge es ¿tiene el líder de la 4T lo que se requiere para dar marcha atrás, recapacitar y cambiar de parecer en los ámbitos de la economía, la seguridad, el orden social y el Estado de derecho? Estimado lector, no tengo dudas de que la popularidad de nuestro presidente le permitiría afrontar los riesgos políticos de dar marcha atrás; tampoco dudo de que es valiente para enfrentar la oposición dentro de su gabinete y de su partido. Sin embargo, dada su arrogancia y limitada preparación académica, dudo que acepte y aprenda de sus equivocaciones.

Platón decía, “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernados por los peores hombres.” Así es que, aun cuando me cansa hablar tanto de nuestro presidente, mientras sigan sus acciones metiendo a México en escenarios de elevado costo económico y social, seguiré dando mi parecer, aunque me vuelvan a enviar al diván.

 

 

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