La renuncia de Carlos Urzúa

Jorge Meléndez Preciado
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No fue tan inesperada la renuncia de Carlos Urzúa, el secretario de Hacienda que había mantenido una amistad con Andrés Manuel López Obrador durante 23 años y había sido secretario de Finanzas en el gobierno del tabasqueño en el entonces Distrito Federal. Un día antes de la deserción, el senador Ricardo Monreal había señalado intempestivamente que debían aflojarse los controles de las finanzas públicas, algo que es una demanda de muchos otros miembros de la actual clase política, incluido Alfonso Ramírez Cuéllar, presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados. Aunque la realidad es que el orientador de las finanzas es el propio Ejecutivo, y no tanto la Secretaría de Hacienda.

Un funcionario de alto nivel que maneja los gastos de esa administración, nos dijo hace tiempo que ya elaborado el presupuesto, luego de mil recortes, Andrés Manuel indicó que deberían rebajarle más en algunos rubros, y el resultado ha sido que en ocasiones los dineros no alcanzan para las necesidades de muchas secretarías en sus áreas sustantivas. Por lo tanto, es difícil lidiar con lo terco que es el actual gobernante nacional, para utilizar las palabras de Urzúa que señala no como cerrado e insensible a López Obrador, sino como muy testarudo en muchas ocasiones.

En la carta de renuncia, Urzúa señala que en diferentes ocasiones se han “tomado decisiones políticas públicas sin el suficiente sustento”, algo que estuvo muy claro desde  la renuncia de Germán Martínez al IMSS.

Pero lo más destacado de la carta de dimisión es que Carlos señala que le resultó “inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública”. Y agrega que ello fue motivado por “personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de intereses”. Algo lógico si varios grupos están por la disputa no sólo de Morena, sino de influir decisivamente para el siguiente gobierno, pues muchos se han engolosinado pensando que ya la tiene ganada para dentro de seis años, dada la inexistencia de oposición, pero no se ponen a meditar que lo importante es dar buenos resultados ahora, en lugar de ver al futuro que puede ser oscuro.

Como resultado de este grave asunto, el dólar subió, la Bolsa cayó y el PIB sigue en descenso, algo que pudo ser peor, aunque la llegada de Arturo Herrera a la cabeza de Hacienda fue una jugada rápida que evitó mayores problemas. Tanto que los dos bancos importantes: Citibanamex y BBVA avalaron al joven que estaba francamente nervioso en su encumbramiento.

            Quien fuera vicepresidente para América Latina del Banco Mundial, si bien ha tenido dos graves encuentros con Andrés Manuel al decir que no se haría la refinería de Dos Bocas y que se instauraría la tenencia de automóviles, cuestiones refutadas por el mandatario, es un funcionario que sabe su trabajo y ha podido  ayudar a López Obrador hace años para que salga adelante en una disciplina que no maneja. Es más, las obsesiones de Arturo son contribuir a que la desigualdad se aminore y potenciar la inversión pública, amén de tratar de aumentar la inversión privada para llegar al famoso cuatro por ciento de crecimiento.

López Obrador dijo que en estos siete meses de gobierno se aumentó la recaudación tributaria, no ha existido déficit público y que el peso es la moneda que más se ha revaluado en el mundo. Tres virtudes que deben atribuirse a la dupla Urzúa y Herrera, a pesar de los últimos tropezones.

Quienes insólitamente apoyaron la llegada de Arturo Herrera fueron Felipe Calderón y José Antonio Meade. Lo que da idea que confían en las armas del joven que ha ido escalando sin pausas y con tesón. Pero ambos opositores al gobierno actual saben que este problema, difícil, no debe ser utilizado para tratar de desestabilizar al país, ya que las consecuencias serían graves para todos los sectores. Por ello, también las organizaciones empresariales Canaco y Canacintra apoyaron al nuevo funcionario. Desde luego, la Coparmex, faltaba más, exigió que se aclararan muchas de las cuestiones señaladas por Urzúa.

Según dos analistas, disímbolos, Mario Maldonado y Hernán Gómez, en El Universal (9 de julio), plantearon que los aludidos por Carlos Urzúa eran Alfonso Romo, Rocío Nahle y sobre todo la todopoderosa, Raquel Buenrostro, quien tiene el control del gasto público.

La hija de Urzúa, la joven María José, felicitó a su padre por su congruencia en la decisión que tomó. Bien por la muchacha.

La disputa por soltar o retener el presupuesto continuará. Esperemos que López Obrador no siga recortando el dinero  en asuntos prioritarios para la sociedad, luego de esta llamada de atención tan clara. Y otro punto importante es que Hacienda tendrá que elaborar en los siguientes meses el presupuesto para 2020, algo importantísimo que necesita aprobación del jefe de Palacio Nacional.

 

 

A un año del triunfo: Del optimismo a la realidad

Jorge Meléndez Preciado
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Andrés Manuel López Obrador triunfó inesperadamente con el  53 por ciento de los votos, dejando muy atrás a sus contendientes: Ricardo Anaya y José Antonio Meade, el 1 de julio de 2018. Las expectativas eran inmensas, ya que además tendría mayoría en la legislatura y en muchos estados de la república, no obstante que casi todos los gobernadores fueran del PRI y el PAN.

Frente a dicho panorama, el tabasqueño delineó una serie de modificaciones, muchas de las cuales se han ido cumpliendo, pero otras que se pensaban menos complicadas han trabado varias de las propuestas del nuevo gobierno, mejor llamado: la cuarta transformación.

Una de ellas son los grupos de poder económico, que si bien no han actuado de manera abierta y unificada, sí han bloqueado algunas posibilidades, tanto que la inversión privada necesaria para llegar al 4 por ciento de crecimiento, no se ha dado. Según Carlos Slim, quien estuvo presente en la celebración del 1 de julio en el Zócalo capitalino, se necesita de 25 a 30 por ciento de capital fresco para llegar a la meta. Y eso no se logra sin un alianza clara entre gobernantes y empresarios, la cual, a pesar de buenas intenciones, no se ha producido.

Es más, recientemente se sentaron a la mesa los encargados financieros  de Andrés Manuel Alfonso Romo, entre ellos, para destrabar el caso de los gasoductos que están a cargo de Transcanadá  y  EInova, ya que hay demandas las cuales impiden que el gas de Texas llegue a nuestro país.

Es verdad que capitanes de inversores como Carlos Salazar, Consejo Coordinador Empresarial; Carlos Slim, Grupo  Carso; Miguel Alemán,  Interjet,  y hasta Emilio Azcárraga, Televisa,  estuvieron en el informe y fiesta del Ejecutivo, pero otros continúan en la resistencia y hasta la oposición frontal: Claudio X. González padre e hijo, quienes lo mismo llevan a cabo amparos contra el aeropuerto de Santa Lucía como, por medio de Mexicanos  contra la Corrupción y la Impunidad, se oponen a todo lo que tenga el signo de los nuevos tiempos, no obstante que no estamos ante un gobierno que desee cambiar el rumbo económico, ni siquiera político, sólo modificar parcialmente la injusticia social, intentando sacar de la pobreza a más de 20 millones. Pero ya sabemos que mermar las ganancias de pocos es un pecado mortal en el capitalismo, aunque hay excepciones en Estados Unidos.

            Otro de los obstáculos que se le presentó a López Obrador, no obstante sus  aparentes buenos deseos, fue Donald Trump, quien con sus amagos dijo que pondría aranceles a los productos mexicanos, creó un clima de zozobra, el cual necesitó enfrentarse con amplios recursos, miles de elementos de la Guardia Nacional y una ofensiva diplomática que va dando frutos.

Ante esas amenazas y medidas tomadas apresuradamente, se alzó la voz de Porfirio Muñoz Ledo, quien censuró que la política no se hiciera con cuidado, de largo aliento y enfrentando al oligarca estadunidense. Ahora, el mismo presidente de la Cámara de Diputados, ha optado por mejor hacer silencio de sus acertadas opiniones. Algo que se muestra claramente en la reciente entrevista de Álvaro Delgado al conocido político mexicano (Proceso, número 2226).

Un problema más de enorme importancia que está latente en el proyecto de López Obrador es el recorte en muchos sectores: la salida de 21 mil burócratas de alto y hasta bajo nivel, los recortes en muchos lugares (ciencia, salud, educación, etcétera), la desaparición de las estancias infantiles y los refugios de mujeres, la confrontación con diferentes organismos sociales y estatales (“me gusta la polémica”, ha dicho López Obrador).

Una cuestión más, es que la violencia aumenta, Incluso lo reconoció de otra manera el gobernante federal. En cinco meses hubo 14,133 asesinados, la cifra más alta en los últimos tiempos.

Por otro lado, a pesar de esos problemas graves y más, el tabasqueño ha salido adelante y va avanzando en  lo que él espera: “arrancar de raíz al régimen corrupto”, ante lo que no se debe dar ni  un paso atrás y no tener “ni titubeos ni medias tintas”.

Se trata, pues, de transformar una idea política que ha predominado aquí  durante casi cuarenta años, la cual distanciaba a los gobernantes de sus bases. Por ello, según Reforma (2 de julio), AMLO le ha dado en sus diferentes campañas y ahora: 2.5 veces la vuelta a la tierra. Por ello, no solamente rinde informes en recintos sino necesita la plaza pública. Por ello, ha modificado la forma de comunicar y de tomar decisiones. Por ello, estamos ante una situación en la cual su popularidad si bien ha decrecido, todavía conserva el 66 por ciento de las preferencias (El Financiero).

Puede que, como asegura López Obrador, haya cumplido en un semestre 78 de cien puntos enlistados en su programa, o tal vez no, lo importante es que ante una nueva manera de hacer política, aceptada por los siempre olvidados, Andrés Manuel López Obrador no tiene enemigo al frente, aunque él insiste en la velocidad para evitar que nuevamente México sea el paraíso de los ricos, mafiosos y prepotentes.

 

 

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