El desafío

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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El fantasma de la división recorre el PRI. La obligada renovación en agosto de la presidencia y la secretaría general de su Comité Ejecutivo abre esa posibilidad. De eso han advertido aspirantes y distinguidos priistas, sin que hasta ahora se hayan mencionado en sus debidos términos las causas de semejante riesgo. Causas sustantivas, digo, como divergencias ideológicas graves que conduzcan a objetivos distintos o diferencias políticas profundas que conlleven acciones contradictorias. Se han señalado, sí, deficiencias organizativas que eventualmente pudieran permitir la adulteración de la voluntad de los priistas y que entre los aspirantes alguno tuviera ambiciones personalistas que facilitaran la injerencia del gobierno en la elección. La directiva en funciones se ha comprometido a garantizar la autenticidad del proceso y seguramente contará con la colaboración militante de todo el priismo. Pero el problema es más complicado. Se dice que la derrota es la madre del divisionismo y el partido viene de una grandísima derrota cuyos efectos tienden a agravarse por falta de una reflexión organizada. Sin asideros en el pasado inmediato y en el presente, el partido debe reafirmar su identidad  histórica y precisar la naturaleza de la elección que viene: la democracia interna debe contribuir a que el partido cumpla sus funciones organizativas, representativas y de dirección política, y que sus procedimientos garanticen su unidad y fortalezcan su ideología. Y darle cuerpo a una discusión política sobre las nuevas realidades que en el curso mismo del proceso electoral vaya definiendo las posiciones del partido y que la praxis sea el criterio que oriente la decisión.    

 

 

Dialéctica morena

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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Dicen los sabios que el desarrollo de los procesos se debe a la tensión producida por sus contradicciones. Esta añeja fórmula de la dialéctica puede contribuir a explicar las nuevas realidades. Por ejemplo, el nuevo gobierno de la república cuya disímbola composición apenas refleja la diversidad de fuerzas que acumuló López Obrador para ganar por amplia mayoría la Presidencia y por mayoría absoluta las dos cámaras del Congreso de la Unión. Distintos y aún contrapuestos intereses que por su composición y dinámica tienden a comportarse como dos vertientes opuestas: de un lado el pueblo pobre, masas irredentas que han quedado al margen del desarrollo y que dieron expresión electoral al partido Morena; del otro, una facción oligárquica de grandes capitalistas seriamente afectados por las reformas estructurales del gobierno anterior. La vertiente popular fue atraída y atrapada por el reduccionismo demagógico y la exaltación maniquea del evangelio lopista que también arrastró a la sedicente izquierda y a sectores de las clases medias insatisfechas consigo mismas. Los oligarcas se sentaron a la diestra del caudillo, le nombraron mayordomo y a cambio del compromiso de liquidar las reformas y proseguir el asedio al Estado, se convirtieron en sus aliados. El común denominador fue la lucha contra la corrupción en bueyes ajenos, piedra filosofal de la cuarta transformación. ¿Hacia dónde y a qué velocidad se moverá el gobierno? La renuncia de Germán Martínez puso a chirriar las bisagras de la coalición gubernamental. La carencia de una ideología que organice el aparato y lubrique su funcionamiento, se corresponde con la inconsistencia y la debilidad del timonel.

 

 

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