El momento de hacer historia ha llegado

José Luis Ortiz Santillán
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Es innegable el enojo del pueblo por los problemas de distribución y venta de gasolina en México. Sin importar el fin con que se haya suspendido el suministro normal de hidrocarburos, la necesidad de poner fin al robo de gasolina y gas a Petróleos Mexicanos, el de enfrentar la corrupción dentro de la paraestatal y las mafias del crimen organizado, las cuales han crecido gracias al robo y venta de las gasolinas.

La población está furiosa por el desabasto; por las grandes filas que debe hacer para cargar el combustible y por su impacto en sus actividades diarias, en sus ingresos, en sus rutinas familiares y de esparcimiento. Pese a las explicaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, la población quiere recuperar su rutina y la seguridad del suministro de gasolina en sus ciudades y carreteras, desea vivir con normalidad, algo que la corrupción y la criminalidad en el país le han arrebatado.

Un regalo a la oposición en bandeja de plata. En 1973 en Chile, el golpe de Estado se gestó después de un período de inestabilidad social, de escasez y de especulación, alentada por la oposición al gobierno del presidente Salvador Allende. Hoy en México, después de un período de desorientación, de falta de banderas para enfrentar al gobierno, la oposición al proyecto del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene en sus manos argumentos para cuestionarlo, la posibilidad de capitalizar el descontento popular por el desabasto y ponerse al frente de las protestas, las que hasta hoy han sido mínimas.

Los baluartes de la oposición no sólo son los estados de Guanajuato y Jalisco, enfrentados al presidente de México, sino miles de inconformes y opositores que se manifiestan en las redes sociales, magnificando los problemas y generando inestabilidad en el país; quienes se han olvidado del accidente en el que murió Martha Erika Alonso, gobernadora de Puebla, y su esposo el senador Rafael Moreno Valle, para enfocarse en el desabasto de gasolina y los conflictos que éste está provocando.

Quizá porque no es fácil hacer frente al robo de combustibles en el país, sobre todos si se trata de un negocio millonario en el que no sólo participa el crimen organizado, sino funcionarios de Pemex sin escrúpulos y autoridades, que han transitado de sexenio en sexenio bajo la impunidad, amasando cuantiosas sumas de dinero y drenándolas fuera del sistema financiero nacional a través de empresas fantasma al exterior; quizá por esa razón, ningún presidente antes tuvo la fuerza y la entereza para hacerle frente y poner fin a ello, prefiriendo hacerse cómplice del robo a la nación, algo que el presidente López Obrador no está dispuesto a hacer.

No obstante, es probables que, a la larga, esta batalla contra los huachicoleros y funcionarios corruptos, el ordenamiento en la distribución de hidrocarburos de Pemex y el aseguramiento de sus ductos, para enfrentar a los ladrones de combustibles, pueda ser un ensayo de lo que la oposición al gobierno podría hacer en el futuro para desestabilizarlo, provocar el enojo de los ciudadanos; algo que el presidente deberá considerar y estar preparado para enfrentar.

Pues si bien es cierto que el presidente López obrador ganó las elecciones de manera rotunda con el 53% de los votos, su proyecto tiene muchos enemigos que no duermen; entre ellos los que han hecho del robo de hidrocarburos un negocio rentable, seguramente planeado desde la comodidad de sus oficinas en Pemex u otras dependencias federales, cuyos nombres, tarde o temprano, el presidente dará a conocer a los mexicanos, pero ellos no cederán ante la fuerza del Estado y continuarán la guerra en su contra, robando y saboteando los ductos.

Para algo ha servido esta crisis. La reforma energética de 2013 se orientó a abrir el mercado de hidrocarburos, pero hoy constatamos que sólo ha servido para que los dueños de gasolineras compraran franquicias, pero no para que las empresas extranjeras trajeran sus gasolinas y las vendieran en el mercado mexicano, lo que sería la lógica, haciendo que la oferta y la demanda, en un mercado libre, definiera los precios, regulados por la venta de gasolina de Pemex; algo que no está pasando.

Siendo Pemex el baluarte de una nueva política petrolera, hay que aplaudir que el presidente no sólo la proteja del desmantelamiento previsto en la reforma de 2013, sino que ha puesto al Ejército para que resguarde sus instalaciones y ductos; en un momento histórico en el cual la lucha contra la corrupción y el crimen organizado se centra en el robo del petróleo nacional, lo que se ha convertido en la verdadera primera batalla que el nuevo gobierno está enfrentando y llamado a ganar, con el apoyo de todos los ciudadanos que votaron por su proyecto.

Hay cuestionamientos e incomprensión sobre la estrategia del gobierno para enfrentar a los criminales del petróleo; sobre todo cuando los ciudadanos ven afectado su trabajo diario y sus rutinas, pero poner fin a la “ordeña” de los ductos de Pemex y atrapar a quienes tras la impunidad del poder han planeado todo, puede devolver la paz al país y contribuir a desmantelar las finanzas del crimen organizado; para lo cual, será importante la comunicación del gobierno con los ciudadanos, la transparencia para defender a Pemex y el petróleo nacional, así como la participación de todos los ciudadanos.

 

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