El plazo

Francisco Salinas Ríos
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Ante un público variado e importante, en un ambiente perturbado sin consecuencias, la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador fue un ejercicio inédito en los años recientes, con un respaldo popular inobjetable, pero a mi modo de ver, desperdició en el Mensaje a la Nación, que fue contradictorio, abundante, repetitivo y que a la audiencia televisiva y radiofónica “durmió” porque fueron pocas las sorpresas y novedades.

Para algunos fue un informe de gobierno de los cuatro meses en que hizo a un lado a un presidente que se mostró pusilánime y anodino y lo dejó tomar decisiones y anuncios como si ya fuera primer mandatario, y que en su mensaje repitió o reiteró como fueron las 100 promesas que hizo en campaña y durante estos 120 días de mandato oficioso.

En su discurso tanto ante legisladores, gobernadores, gabinete legal, líderes sociales, empresarios y una veintena de mandatarios y representantes extranjeros, como ante un pueblo congregado en la Plaza de la Constitución, el hoy presidente de México López Obrador aseguró que recibía las secuelas de un desastre por el “hipócrita neoliberalismo” imperante en 36 años y un país en quiebra, principalmente en Pemex y CFE, y que le retrasará cumplir con lo prometido.

Esto fue una contradicción de posturas anteriores, como fue que recibía un país con dificultades no en quiebra como dijo antes de la toma de posesión, expresión que produjo no solo nerviosismo sino desequilibrios financieros a nivel nacional e internacional, que se agravaron con la amenaza de diputados de suprimir comisiones de los bancos y eliminar las Afores, que provocaron severas caídas a la Bolsa Mexicana de Valores.

En este sentido, arremetió justificadamente contra las administraciones que a partir de Miguel de la Madrid y hasta el de Enrique Peña Nieto aplicaron el sistema neoliberal, lo que propició “la más inmunda corrupción pública y privada”, pero no destacó que fue el causante de los millones de pobres que existen en México y que son el desafío que tendrá para cumplir su frase de “no tengo derecho a fallarle al pueblo”.

Saldo de ese sistema fue el desequilibrio que provocó en los gobiernos como los de Vicente Fox y Felipe Calderón a los que acusó de elevar la deuda externa de 1.7 billones de pesos a 5 billones de pesos, pero suavizó cuando dijo que el que le entregaba el poder, Enrique Peña, la elevó a 10 billones de pesos, lo que fue inexacto porque realmente son 9 billones de pesos*.

Y no hubo reproche directo más que solamente para pagar el servicio de la deuda se tienen que erogar 800 mil millones de pesos –lo correcto es 713 mil millones de pesos, de acuerdo con el periódico El Financiero–, sin abonar a reducir el adeudo, que no hizo mención de cuál será la política que seguirá para disminuir ese rubro que es enorme.

Asimismo, omitió aludir qué sistema es el que sustituirá el neoliberalismo y aplicará en su gobierno.

Tampoco reconoció que no fue un desastre el que recibe de la administración peñista, ni un estado de quiebra como lo dijo en la Plaza de la Constitución al recibir el bastón de mando, pues se le olvidó mencionar, eso sí, que además de los problemas de corrupción e inseguridad, recibió de manos de Peña Nieto un país con finanzas sanas, estabilidad económica, 190 mil millones de dólares en inversión extranjera, 4 millones de nuevos empleos y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte refrendado.

Explicó que durante el neoliberalismo el crecimiento del país no ha rebasado el 2.2 % mientras que hasta antes de la docena trágica –Luis Echeverría y José López Portillo– el crecimiento fue de 6 por ciento con inflación y endeudamiento, pero que ahora su reto sería rebasar ese “modesto” crecimiento del PIB y acercarse al que se alcanzó hasta antes del neoliberalismo.

Una contradicción que rayó en una promesa imposible de cumplir fue el olvido de que no podrá reducir impuestos en la frontera norte como el IVA e ISR, de 16 a 8% y de 30 a 20%, porque presupuestalmente no podrá prescindir de 110 mil millones de pesos que es lo que costará esa disminución, al menos del primero.

En columna anterior mencionamos que tanto diputados y senadores de Morena como Adrián García, investigador de Ingresos Tributarios del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) admitieron que sería fiscalmente inviable.

Sin embargo, confía en que la lucha contra la corrupción y la austeridad republicana le darán los recursos que necesitará para emprender un sinnúmero de proyectos sociales como aumentos al salario mínimo; 2 millones 300 mil jóvenes de aprendices con un salario de 3 mil 600 pesos mensuales; 10 millones de becas; la creación de 100 universidades públicas; aumentar al doble y hacerlos universales, los apoyos a los adultos mayores, con un apoyo similar a quien sufra de alguna discapacidad; créditos a la palabra, subsidios y, algo que llamó la atención y que fue un fracaso en el pasado, precios de garantía al campo.

Todo sin aumentar impuestos y sin hacer crecer el déficit y la deuda. Cómo presupuestalmente lo hará, es una incógnita.

Importante para el pueblo y para políticos fue su compromiso ante la nación de que no apostará por la reelección, pero desalentador y preocupante que se someterá a consulta popular en 2021 para que el pueblo decida si continúa o no en el cargo, lo que coincide con la renovación de la Cámara de Diputados, que el presidente y Morena aprovecharán para meterse y hacer campaña electoral.
Más alarmante porque así mantendrá mayoría en esta legisladora.

Para los mexicanos su discurso fue verdadero, y le abrió la puerta para hacer un buen gobierno pues cuenta con el respaldo, al menos de sus más de 30 millones de electores, que tienen fincada su esperanza en él, con la actitud razonable de medios y empresarios, el acuerdo de respaldo de las fuerzas armadas y un Congreso a su disposición para hacer los cambios que proponga. Y sin preocuparse de contar con dinero para su programa porque hay en caja. 

          El presidente López tiene todo para sacar al país del mediocre crecimiento en que se encuentra y a los millones de mexicanos que se encuentran en pobreza; y lograr menos corrupción e inseguridad. ¿Podrá hacerlo en el plazo de cinco años y 10 meses? Veremos.

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*Nota de la Redacción. La cifra exacta es 10.37 billones de pesos.

 

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