López Obrador, tuertos y entuertos

José Sobrevilla
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El triunfo de Andrés Manuel López Obrador no fue casual; lo ganó a pulso durante sus recorridos y convivencia con gente humilde, marginada, pero sobre todo porque a él nunca lo agarraron en cosas chuecas; no así algunos de su equipo. “Si fuera corrupto, ya me hubieran hecho polvo”, dijo a este reportero en 2013 durante una visita a Nuevo Laredo, Tamaulipas, en una entrevista solicitada por su amiga la señora Ninfa Cantú Deándar, dueña de El Mañana, quien me había invitado a laborar como subdirector editorial.

“Me gustaría llevarle unas tortas porque este hombre siempre anda sin comer”, dijo la señora Ninfa antes de que acudiéramos a la reunión. Tenía razón. Tanto él como César Yáñez andaban sin desayunar y, terminando la instalación del Comité de Morena Nuevo Laredo, nos fuimos a comer a un restaurante local, El Rancho, su majestad El Taco (Guerrero y Juárez). Cuando llegamos, al entrar, una lluvia de aplausos de los comensales nos dio la bienvenida.

En aquella entrevista pude ver que Andrés Manuel estaba perfectamente consciente del momento que estaba viviendo. “Mi familia va entendiendo que cuando uno tiene esta responsabilidad, hay que sacrificar muchas cosas personales. Un líder ya no se pertenece. Debe actuar más en función del interés general. O sea, elevas a un objetivo superior tu responsabilidad pública”. Comentó aquella ocasión cuando le preguntaba de cómo tomaba su familia la causa política que encabezaba.

¿Por qué te consideras un “rayito de esperanza”? Cuestioné sin mala fe.

Respondió que sus emociones más fuertes habían sido cuando estaba con la gente y que, al ir a una asamblea y saludar a muchas personas, le decían varias cosas… “Hay quienes lloran de sentimiento. Sí, son hombres que lloran por lo que está sucediendo en el país. ¡Eso sí me conmueve! ¡Me parte el alma!”, afirmó perturbado.

“Éstas y el cariño de la gente son las emociones más grandes. Te imaginas cuando te dicen, ‘Andrés Manuel: no nos dejes solos. No nos traiciones. No abandones la lucha y sigue adelante’. Está mal que lo diga, pero tú me vas a entender: han llegado a decirme que somos la esperanza, su única esperanza. ¡Eso es muy fuerte! Que oren por nosotros… nos entreguen estampitas religiosas, reliquias. Después de una gira siempre llego con estampitas nuevas”.

Pero hoy que ganó la Presidencia, ha sido duramente cuestionado porque algunas personas de su equipo o cercanas a su entorno no tienen la mejor reputación. Alfonso Romo, por ejemplo, se dice que es el “enemigo en casa”. Con o sin fundamentos se encuentran nombres como José Luis Abarca en Iguala, Guerrero, a quien ligaron con el crimen organizado (campaña 2012) y que dos años después estaría involucrado en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. O bien el caso de Eva Cadena, excandidata de Morena video grabada en abril de 2017 recibiendo dinero presuntamente para Andrés Manuel.

Rigoberto Salgado Vázquez, jefe delegacional de Tláhuac a quien vinculaban con Felipe de Jesús (el Ojos). Marcelo Ebrard, acusado de desvíos en la construcción de la Línea 12 del Metro, transporte que tuvo que parar de marzo de 2014 a noviembre de 2015 por irregularidades técnicas en 11 estaciones. La lista es enorme y alcanza a Carlos Lomelí, futuro coordinador estatal para el Desarrollo de la Presidencia de la República, en Jalisco (que sustituirán a los delegados de las dependencias federales), quien presuntamente está ligado a la red de lavado del cártel de Raúl Flores Hernández, supuesto narcotraficante vinculado al futbolista Rafael Márquez y al cantante Julión Álvarez; Alberto Anaya, líder del Partido del Trabajo, cuya esposa supuestamente ha sido identificada por la Procuraduría General de la República como artífice de una red de lavado.

Ni hablar del video de René Bejarano y las apuestas de Gustavo Ponce en Las Vegas, que finalmente tampoco dañaron la imagen del próximo presidente de la república; igual que la videograbación de Carlos Ímaz, entonces esposo de Claudia Sheinbaum, próxima jefa de Gobierno de la Ciudad de México, o bien los 16 contratos por 27 millones de pesos (11 por adjudicación directa) que Ricardo Monreal dio a los amigos de su hija cuando fue jefe delegacional de Cuauhtémoc y tantos otros nombres y hechos que hoy son pecado mencionar.

En el caso de Bejarano, comentó en la entrevista de Nuevo Laredo, “fue una gran lanzada de Diego Fernández de Cevallos y Carlos Salinas, pero salimos bien librados porque no establezco relaciones de complicidad con nadie. Eso ayuda mucho. Mira, si fuera corrupto ya no estaría en esto. Me hubieran hecho polvo. Pero hemos salido adelante de esas cosas, como también en su tiempo del desafuero…”

Aquella bochornosa tarde de junio 2013, estacionados frente al aeropuerto de Nuevo Laredo en una Suburban blanca de la propietaria de El Mañana, con el chofer de testigo porque César Yáñez había salido a documentar el vuelo, le pregunté:

¿Qué escenario observas para México?

Va a ser muy difícil reconstruir el país, pero hay que hacerlo. Desde luego hay que sentar primero las bases; pensar en la producción y en el trabajo. Debemos impulsar la actividad productiva, generar empleos. Rescatar el campo del abandono; reactivar la economía agropecuaria.

Con su Raleigh entre los dedos y la prisa porque ya casi era la hora de la salida, agregó: “Hay muchas tierras ejidales abandonadas porque, por muchos años, no se ha apoyado al campo. La gente se está desacostumbrando a la actividad productiva. Hay un proceso de descampesinización; un desarraigo con la tierra. Si seguimos así ya no tendremos campesinos.

El daño hecho al país ha sido mayor, concluyó exhalando la última bocanada de humo.

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Nota: Entrevista completa en:

https://lopezobrador.org.mx/2013/06/25/andres-manuel-lopez-obrador-si-fuera-corrupto-me-hubieran-hecho-polvo/

 

 

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